El asunto de la parábola es sencillo:
Cristo (el novio) se acerca. El puede llegar más tarde de lo que esperamos y
debemos estar preparados para esa posibilidad. Esto significa permanecer
despiertos, velando y preparados para recibirlo, no importa cuán tarde sea. De
hecho, a medida que pasa el tiempo y su venida se acerca más, la necesidad de
velar es más grande, no menos. El único momento en que podemos prepararnos para
Cristo es ahora mismo, porque su repentina llegada señalara el final de toda
oportunidad. Los que no estén listos para Él cuando llegue serán completa y
permanentemente excluidos de la fiesta de bodas.
Los talentos.
A la parábola de las vírgenes
prudentes y necias le sigue sin interrupción la tercera y última parábola en estas
cadenas de lecciones. Esta es la parábola de los talentos, y las respectivas
lecciones de estas tres parábolas están entrelazadas a propósito para darnos
una comprensión completa de lo que significa ser fiel mientras esperamos el
retorno de Cristo. La parábola de los dos siervos elogia la virtud del expectante velar por el retorno de
Cristo. La parábola de las vírgenes es una lección sobre la paciente espera por El. La parábola de
los talentos es un recordatorio de que debemos seguir trabajando diligentemente mientras le esperamos.
En
contraste con aquellos inclinados a abandonarlo todo y ponerse a esperarlo en
una colina, el creyente fiel debe seguir trabajando y planificando con la vista
puesta en el futuro. Planificar con cuidado y prudencia no es antagónica a
vivir por fe. De hecho, la falta de planes para el futuro no es fe en absoluto;
es pura necedad. En las palabras de Jesús: << Porque ¿Quién de vosotros.
Queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver
si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el
cimiento, y no pueda acabarla, todos los que la vean comiencen a hacer burla de
él, diciendo este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar>> (Lucas 14:28-30).
La
parábola de los talentos elogia el trabajo fiel y la planificación prudente. En
esta historia, un hombre rico viaja a algún lugar lejano. Nombra a tres siervos
como administradores sobre asignaciones especificas de su riqueza hasta que
regrese, Dos de ellos ponen el dinero a trabajar y fueron capases de duplicar
sus porciones. El tercero enterró su tesoro y este no gano nada para el dueño:
Porque el
reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamo a sus siervos y
les entrego sus bienes. A uno dio cinco talentos y a otro dos y a otro uno, a
cada uno conforme a su capacidad; luego se fue lejos. Y el que había recibido
cinco talentos fue y negocio con ellos, y gano otros cinco talentos. Así mismo
el que había recibido dos, gano también otros dos. Pero el que había recibido
uno fue y cavo en la tierra, y escondió el dinero de su señor. Después de mucho
tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arreglo cuentas con ellos.
Y llegando el que había recibido
cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me
entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos.
Y su Señor le dijo: Bien, buen
siervo y fiel; sobre poco has sido fiel; sobre mucho te pondré; entra en el
gozo de tu Señor.
Llegando también el que había recibido
dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado
otros dos talentos sobre ellos.
Su señor le
dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré;
entra en el gozo de tu señor.
Pero llegando
también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres
hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por
lo cual tuve miedo, fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que
es tuyo.
Respondiendo
su señor, Le dijo: Siervo malo y negligente, sabias que siego donde no sembré,
y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los
bancos, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses.
Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos.
Porque al que
tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el
crujir de dientes (Mateo 25:14-30).
Esa parábola
no se debe confundir con la de las minas en Lucas 19:11-27. La esencia de las dos historias y las lecciones que
enseñan son muy similares, pero los detalles y el contexto son claramente
diferentes. Ambas parábolas corrigen con gentileza la expectativa de los discípulos
que <> (Lucas 19:11).
Cada vez que
se presenta el tema de la venida del Señor, las Escrituras nos animan a estar
atentos y expectantes. Esta parábola es un definido recordatorio de que
mientras esperamos, debemos estar preparados para ese día trabajando fielmente
para el Maestro. Las dos parábolas anteriores mostraron que la expectativa debe
ser modulada con la paciencia. Esta otra parábola nos recuerda que ya sea que
Cristo regrese temprano o tarde, El debe encontrarnos ocupados en su servicio.
Esta parábola completa el triple equilibrio necesario: velar, esperar, y
trabajar.
La Historia
es acerca de un hombre rico que se va en un viaje largo. El representa
claramente a Cristo. Nombra a siervos que se hagan cargo de sus asuntos y
espera, por supuesto, que actúen como fieles mayordomos de los recursos de su
amo. Les da todo el poder para manejar las riquezas asignadas que deja a su
cuidado.
A estos tres
siervos se les da una inmensa responsabilidad. El primero recibió <> (Mateo 25:15); a
los otros, dos y uno, respectivamente. Un talento
no es una moneda o cierto tipo de moneda, sino una unidad de peso bastante
grande.** La gran menora de oro en el tabernáculo pesaba un talento (Éxodo 25:39). Un talento griego pesaba
poco más de veinticinco kilogramos; un talento romano algo más de treinta; un
talento babilónico poco menos de treinta. Estos eran talentos de oro o plata, por
lo que un talento no era una suma pequeña. Incluso, un solo talento seria una
inmensa fortuna.
A cada hombre
se le dio responsabilidad de acuerdo con su carácter y capacidad. El primero
era claramente el más hábil y confiable de los tres, por lo que se le encomendó
la mayor parte de lo que le pertenecía a su señor, y demostró sus capacidades y
carácter.
Dos de los
tres hombres se pusieron a trabajar
fielmente y cumplieron con su deber. El adverbio luego en Mateo 25:15 (<>) es probable que pertenezca
al versículo 16, describiendo la acción de los siervos en lugar de la salida de
su amo. El amo sale de viaje << y el que había recibido cinco talentos [inmediatamente] fue y negocio con ellos,
y gano otros cinco talentos. Así mismo el que había recibido dos, gano también
otros dos>> (vv. 16-17). Con
todo vigor los dos siervos fieles emprendieron la responsabilidad que se les había
dado. Sin saber cuánto tiempo tendrían, rápidamente se pusieron a trabajar, a
negociar ya invertir. Ambos duplicaron el valor de los recursos que se habían
puesto a su cuidado.
Pero el
tercero literalmente no hizo nada, sino enterrar el dinero en la tierra (v.
18). Se aprovecho de la ausencia de su señor para hacer lo que quería hacer
para sí mismo. Tal vez acallo su conciencia con la seguridad de que se estaba
evitando correr riesgos. Pudo haber tenido incluso la visión de que el mercado
iba a dar un giro negativo y entonces seria visto como un héroe por haber conservado
su asignación de dinero en efectivo, mientras que todos los demás perderían
dinero. En realidad, lo que estaba haciendo era eludir su deber, Su falta de
responsabilidad garantizaba que los recursos que le habían sido confiados nunca
ganarían algún beneficio.
El viaje del
amo fue largo, <> (Mateo 25:14). En esa cultura era imposible viajar largas
distancias con un calendario definido. Los siervos, por lo tanto, no sabían con
exactitud cuando su señor regresaría, y parece que el viaje duro más de lo que
cualquiera pudo haber esperado. El retraso, sin duda, reforzó y alentó la complacencia
del ciervo infiel. Estaba claro que no se encontraba preparado para dar cuenta
cuando llegara el momento.
Al fin llego el tiempo para dar
cuentas: <> (Mateo25:19). Los
siervos fieles fueron elogiados y recompensados. De hecho, las palabras del
dueño a ellos dos fueron idénticas: <>
(vv. 21, 24). Fueron honrados por su
fidelidad, no por la ganancia que obtuvieron. Esta es precisamente la forma en
que las Escrituras describen el tribunal de Cristo: <>, no de acuerdo con los resultados (1 Corintios 3:8, énfasis añadido).
La respuesta
del señor muestra que era un hombre amable y generoso. El premio a los fieles
administradores otorgándoles más autoridad, mayores oportunidades y un lugar de
gozo y favor. La recompensa de ellos delinea con claridad el cielo. El cielo no
es un lugar de eterno aburrimiento y tediosa inactividad; está lleno de exaltación
y honor, de más oportunidades para el servicio y el más grande gozo de todos:
la comunión eterna con Cristo. Las promesas y las parábolas de Jesús están
repletas de figuras que representan el cielo (cp. Lucas 12:35-37, 44; 19:17-19; 22:29-30; Juan 12:26).
El siervo
infiel intento desviar el juicio que se merecía al afirmar que estaba
paralizado por el terror, y que el propio carácter y la reputación del dueño le
daban la fama de ser un hombre despiadado, exigente y nada ético, quien
cosechaba los beneficios del trabajo de los demás (Mateo 25:24-25). Lo que intento hacer el siervo infiel es un
ejemplo clásico de querer traspasar la culpa y una calumnia impía contra la
bondad del otro; en este caso, su señor. Nada de eso era cierto. Aun si hubiera
sido, no era razón para la inactividad. Como el dueño señalo, si este siervo
perezoso realmente hubiese creído que su señor era tan severo y exigente, lo
peor que pudo hacer era enterrar su talento en la tierra, donde estaba
garantizado que no ganaría nada. ¿Realmente era eso esto lo que había estado
pensando, que podía haber puesto el dinero en un banco, en el que por lo menos
hubiera ganado intereses? Es evidente que la afirmación de que estaba
paralizado por el miedo era una mentira total. El verdadero problema era la
pereza malvada del ciervo infiel (vv.26-27).
La verdad es que a su señor le había perdido tanto el temor como el respeto.
El castigo
del ciervo inútil es un recordatorio de lo que el hombre disoluto recibió en Mateo 24:51. Una vez más, Jesús emplea
un lenguaje que evoca claramente las imágenes del infierno: <>> (Mateo 25:30).
Está claro
que el siervo inútil muestra a un incrédulo. Pertenece a la misma categoría que
el siervo malo y las vírgenes fatuas en las dos parábolas anteriores. Nos
ofrece otra imagen del típico mundano descuidado: arrogante en su absoluta
indiferencia, desobediente a su amo, obstinado en su comportamiento e infiel en
todo deber moral. Desde el punto en que el señor regresa, el desarrollo de la
historia sigue el mismo patrón básico de las dos anteriores. El hombre es
sorprendido sin estar preparado; su infidelidad se hace manifiesta a todos; su
culpabilidad no se puede cubrir o explicar; y su castigo es terriblemente
severo.