A vosotros os es dado saber los misterios.
Mateo 13:11.
¿Cuál es la importancia del uso de
Historias que hace Jesús como un medio para su enseñanza? Hace treinta años, el
evangélico típico podría haber contestado esa pregunta fácilmente en tres
frases o menos. Como tal, no es realmente una pregunta difícil, porque Jesús
mismo respondió claramente cuando dijo que El empleaba parábolas por una razón
doble: para ilustrar la verdad para los que estaban dispuestos a recibirla, y para
obscurecer la verdad de los que la aborrecían de todos modos:
Cuando
estuvo solo, los que estaban cerca de el con los doce le preguntaron sobre la
parábola Y les dijo: A vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios;
mas a los que están fuera, por parábolas todas las cosas; para que viendo vean,
y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan; para que no se conviertan, y les
sean perdonado los pecados. (Marcos
4:10-12)
Así
que la breve y simple respuesta a nuestra pregunta inicial es que las parábolas
son herramientas con las que Jesús enseño y defendió la verdad.
Haga
una encuesta sencilla y se dará cuenta que cuando Jesús explico sus propias
parábolas a sus discípulos, siempre lo hizo dando significados objetivos y
definidos a los símbolos que utilizo: <> (Lucas 8:11).
<> (Mateo
13:38). A veces su simbolismo es perfectamente obvio, sin ninguna
explicación, como el pastor en Lucas
15:4-7 (una figura de Cristo mismo). Otras veces el significado requiere una
exegesis más cuidadosa; sin embargo, el verdadero significado puede entenderse
y explicarse claramente. Un poco de trabajo arduo y reflexión de conciencia
siempre produce grandes beneficios en el estudio de las parábolas. Esto es
precisamente lo que hemos tratado de hacer a lo largo de este libro.
Ya
sea que el verdadero significado de los aspectos simbólicos de una historia sea
obvio, el asunto sigue siendo el mismo: las parábolas de Jesús eran todas
ilustrativas de los hechos del evangelio. Las historias no meran (como algunas
personas les gusta hoy día sugerir) alternativas creativas a declaraciones de
la verdad proposicional, diseñada para suplantarlas con certeza. No eran
fantasías de ensueño dichas simplemente para evocar un sentimiento. Y
definitivamente no eran juegos mentales ideados para hacer todo más difícil de
entender. Tampoco estaba Jesús empleando ficción con el fin de desplazar a la
verdad misma con mitología.
Sobre
todo, no estaba invitando a sus oyentes a que interpretaran las historias de la
forma que les complaciera y de esa forma permitir que las propias opiniones
personales de cada uno fuera el árbitro final de lo que es verdad para esa
persona. La convicción de que la Biblia misma es la regla final de fe (y la
creencia de que las escrituras mismas deben regir la forma en que interpretamos
las Escrituras) es desde hace mucho tiempo árbitro del cristianismo bíblico.
Negarlo es negar la autoridad de las Escrituras.
Esto
no indica que todas las escrituras sean igualmente
claras. Algunas de las parábolas en particular son muy difíciles de
interpretar. Se necesita cuidado, arduo trabajo y al ayuda del Espíritu Santo
para hacerlo. Nadie en serio ha cuestionado esto.
Sobre
la cuestión de si cada parábola tiene un sentido único de inspiración divina y,
por lo tanto, una interpretación adecuada, nunca ha habido ningún conflicto
grave entre los que toman la autoridad de las Escrituras en serio. El colonario
de esta idea es un principio semejante: cada posible interpretación que contradice
el verdadero significado de un pasaje es falsa por definición.
Sin
embargo, en estos tiempos postmodernos parece que hay una gran cantidad de
voces que niegan estos principios simples. A menudo afirman que ya que Jesús
Hizo tal uso amplio de las parábolas en su ministerio público, no debe haber
pensado en la verdad de la misma manera que los hombres y mujeres modernos
piensan de ella. ¿Es la verdad, en última instancia, una realidad objetiva,
fija e inmutable, o es suave, flexible y subjetiva?
Esto
es algo más que una interesante nota al pie de página para el resto del libro.
Es una quistión vital para ser atendida y examinada, sobre todo en este
momento. Vivimos en una generación donde los rastros de los hechos y la
realidad a veces so mesclados deliberadamente con elementos de mito,
conjeturas, teorías, falsedad, ficción y sentimiento; luego son manifiestos en
forma de una niebla oscura, con el fin de hacer que el concepto de la verdad
misma parezca como un vapor misterioso y turbio sin sustancia real.
Algunos
de los que en realidad prefieren esta noción nublada de la verdad están
tratando de convencernos que Jesús tuvo precisamente ese enfoque al enseñar.
Dicen que la razón principal por la que con frecuencia empleo la narración era
con el fin de subrayar lo inescrutable de la verdad divina, y con ello
enfrentar la arrogancia espiritual y la hipocresía de su época. Por ejemplo,
los fariseos pensaban que tenían toda la verdad, a pesar de que no estaban de
acuerdo con los saduceos, quienes también eran excesivamente confiados.
Entonces, las parábolas de Jesús pusieron todo el concepto de la verdad de
vuelta a donde pertenece: en el reino insondable del puro misterio.
Al menos esto es lo que las
personas que han bebido profundamente del espíritu postmoderno de nuestra época
nos quieren hacer creer. Insisten en que es un error someter las narrativas de
nuestro Señor al análisis sistemático serio en búsqueda de una interpretación
precisa, porque de hacerlo se perdería el verdadero propósito de las historias.
En su lugar, se nos dice que es mejor disfrutar, admirar y adaptar las
historias de Jesús de manera que sean más significativas para nosotros. De
acuerdo con esta forma de pensar, ya que las historias son inherentemente
subjetivas, deberíamos estar menos preocupados preguntándonos lo que quieren
decir las parábolas y más preocupados por encontrar formas de hacer nuestras
las historias de la Biblia.
Se
me mostro recientemente un ensayo publicado en la internet por un autor anónimo
(probablemente un pastor) quien vuelve a imaginar la parábola del hijo prodigo
desde una perspectiva feminista; de ese modo, transformo intencionalmente toda
la historia. En la libre reinterpretación de esta persona somos animados a
visualizar al padre como un frio patriarca de la familia que irreflexivamente
conduce a su hijo menor a marcharse por negligencia.
Esta nueva faceta de la historia
<>, nos informa solemnemente y descaradamente el escritor
desconocido. La demanda del hijo de la herencia temprano ahora <> […..] afiliación y
pertenencia >> que había anhelado siempre, pero que no tenia porque el
padre tan descuidadamente lo había marginado. En lugar de ser conducta necia y
autoindulgente, la búsqueda del hijo prodigo de un estilo de vida insensato se
convierte en un grito desesperado por ayuda.
Además
de observar que la propia narración de la parábola del hijo prodigo de Jesús
termina sin resolución, el articulo sugiere que esta <>. Lo que es más, el verdadero final de la
historia << es el final de mi historia, su historia y la historia de
todos, más allá de nuestros sueños más extremos>>.
Mediante
tal enfoque totalmente subjetivo, las historias de Jesús se convierten en
juguetes para ser transformados y adaptados de la manera que mejor se acomoden
a las ideas del oyente. Todo el mensaje de Jesús se convierte en versátil,
subjetivo e infinitamente adaptable a las necesidades y a las preferencias
personales de cada oyente.
Esta
es una forma muy popular de hacer frente a la enseñanza de Jesús en estos días:
como sus sus parábolas fueron dadas sobre todo para crear un estado de ánimo y
preparar el escenario para mil millones de dramas personales de forma única. Se
considera aceptable admirar el entorno, pero no está bien ver la historia a
través de la luz y tratar de descubrir algún significado objetivo o universal
en ella. En su lugar, se supone que debemos tratar de experimentar la historia
por nosotros mismos al vivirla, o por volver a contarla con nuestras propias
palabras, utilizando poco más que nuestra propia imaginación. Así es como
podemos hacer que las historias de Jesús sean nuestras historias. Esto
significa, en efecto, que la interpretación, la lección y el final de cada
historia sean en última instancia nuestros para determinar.
En
los círculos académicos contemporáneos, tal enfoque seria reconocido como una
forma más extrema de <> Esta es una frase de
moda en estos días, y se emplea para describir una gran familia de nuevas ideas
acerca de cómo debemos interpretar la Biblia (con especial énfasis en la
historia en vez de en teología narrativa ha dado lugar a gran cantidad de debate
y una medida considerable de confusión sobre el papel de Jesús como narrador de historias. ¿Qué quiso transmitir
en sus historias? ¿Por qué uso tantas parábolas? ¿Cómo se supone que debemos entenderlas?
¿Altera o anula la forma narrativa en si las reglas normales para la
interpretación de las Escrituras?
En
una escala aun más amplia, ¿constituye el uso frecuente de Jesús de historias
un argumento válido en contra del enfoque sistemático de la doctrina cristiana
que se ha empleado históricamente? ¿Necesitamos
analizar las escrituras, categorizar la verdad y tratar de entender la doctrina
bíblica en cualquier tipo de lógica de moda, o es correcto solo apreciar las
historias y embellecerlas con nuestros propios giros de la trama y conclusiones
de la vida real? En términos muy simples: ¿es el propio estilo de enseñanza de
Jesús incompatible con nuestras declaraciones doctrinales, confesiones de fe y
el enfoque sistemático de la teología?
Todas
estas son preguntas importantes, pero no son en realidad preguntas difíciles de
responder si nos limitamos a aceptar al pie de la letra lo que la propia Biblia
dice sobre el uso de las parábolas de Jesús.
Las historias como vehículos
Eficaces para la verdad.
Jesús era un maestro de la narración,
pero El nunca conto una historia simplemente por contarla. Cada una de sus
parábolas tenía una importante lección a transmitir.
Eso
es un hecho fundamental a tener en cuenta, ya que explica como la verdad (como
entendemos el concepto) es compatible con la narración de historias. La ficción
pura o es del todo incompatible con nuestras ideas convencionales de la verdad,
porque toda historia bien contada en última instancia manifiesta un asunto. Y
el asunto de una buena historia se supone que es verdadero (o al menos verdad
para la vida en algún nivel), incluso cuando la propia historia presenta un
escenario totalmente imaginario.
Esta
es la naturaleza misma de las parábolas. Es la razón principal por la que una lección
central es siempre la característica más importante de cada parábola y que
deberíamos centrarnos en esa, en lugar de buscar algún significado oculto en
todos los detalles periféricos de la historia. Cuando ve el punto clave de una
parábola, usted entiende la esencia de cual verdad la historia pretende
transmitir. Esta lección en si es a veces llenada o embellecida por elementos
de la trama, personajes y otros detalles de la historia. Pero no hay necesidad
de buscar múltiples niveles de significados secretos o suponer que un
simbolismo más profundo o una diferente dimensión de la verdad se han ocultado
en las características incidentales de la historia. Como señalamos en la
introducción, las parábolas no son alegorías, llenas de símbolos de principio a
fin. Las parábolas ponen de relieve una sola verdad importante, tal como la
moraleja de una historia bien contada.
Esto
explica porque la verdad vital contenida en una parábola es fija y objetiva, no
un pegote metafísico de barro que se puede virar y darle forma como nos guste.
Cuando Jesús comenzó a utilizar parábolas en su ministerio público, estuvo a
solas con sus discípulos y cuidadosamente les explico la parábola del sembrador
(Mateo 13:18-23). Tenía un
significado claro, sencillo, directo y objetivo, y Jesús se lo explico a ellos.
E índico que todas las parábolas podían entenderse mediante un método similar
de interpretación: << ¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues entenderéis todas
las parábola>> (Marcos 4:13).
Por lo tanto, no hay absolutamente
ninguna razón para suponer que el uso de las parábolas de Jesús es de alguna
manera una indicación de que la verdad misma es tan enredada en el misterio
para que sea completamente incognoscible.
Todo
lo contrario. Como hemos señalado en el comienzo de este apéndice, Jesús empleo parábolas para esclarecer ciertas verdades a
los creyentes, mientras que oscurecía el significado a los no creyentes. ¿Ha
pensado por que hizo eso?
Oscurecer
la verdad de los incrédulos era (en un sentido muy importante) un acto e
misericordia, porque mientras más verdad escuchaba y rechazaban, peor seria
para ellos en el juicio final.
El
uso de las parábolas de Jesús también fue en sí mismo una señal temporal de
juicio contra ellos, sellando su propia incredulidad obstinada por la
eliminación de la luz de la verdad de ellos. Ya habían endurecido sus
corazones:
Porque el corazón de este pueblo se ha
engrosado,
Y con los oídos oyen pesadamente,
Y han cerrado sus ojos;
Para que no vean con los ojos,
Y oigan con los oídos,
Y con el corazón entiendan,
Y se conviertan,
Y yo los sane. (Mateo 13:15)