Todos podríamos contar historias, de nuestras vidas, donde fuimos ofendidos por otros, puede tratarse de un vecino, compañero de trabajo, hermano o un amigo. Cuando esto sucede nos sentimos afectados emocionalmente, a veces es inevitable derramar algunas lágrimas y el dolor por aquello no desaparece fácilmente.
“¡Oh, qué difícil se vuelve perdonar a aquellas personas que nos lastiman!” “¿Cómo puedo perdonar si me ha lastimado tanto?” Son afirmaciones que muchos señalan a causa de un suceso doloroso.
En esta ocasión, queremos compartir una enseñanza sobre lo que Dios menciona acerca del perdón. En Mateo 6:14-15 (RVR 1960) dice: “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” El Señor nos dice que debemos perdonar las ofensas de los otros, aunque nos lastimen fuertemente, porque de esto dependerá que recibamos el perdón del cielo.
Para que podamos entender la grandeza del perdón, el Señor nos invita a meditar en una historia de la Biblia: “Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.” Mateo 18:23-35 (RVR 1960)
Por consiguiente, me gustaría realizar un pequeño análisis para entender mejor lo que se había hecho con este siervo. En la historia observamos que diez mil talentos era la deuda que se había perdonado a este siervo; en la época del nuevo testamento un talento era la unidad monetaria de gran valor que equivalía a seis mil denarios. Lo que llama la atención es que un jornalero judío ganaba un denario por día, eso quiere decir que para ganar un talento el jornalero tendría que trabajar seis mil días que equivale a casi a 20 años de trabajo. Si un talento valía tantos años de trabajo, entonces, ¿Cuánto valía diez mil talentos? O sea, la deuda que tenía el siervo con el Rey era inimaginable, no podía ser pagada ni con toda su vida, pero el Rey lo perdonó.
Está parábola nos enseña una gran lección de perdón, nuestra deuda con Dios no podía pagarse, ni con nuestras vidas, pero Él nos perdonó. Cuántas veces hemos cometido pecados que nos avergüenzan mucho, que no nos atrevemos a contar a nadie, pero aun así cuando le pedimos perdón al Señor, nos perdona y tiene misericordia de nosotros. Por eso nos pide que perdonemos, así como Él nos perdona.
Entendemos que no es una tarea fácil y con gusto quisiéramos apoyarte, si presentas este problema, te pedimos que puedas comunicarte con nosotros.
|