En toda esta nación, los cristianos están orando por un avivamiento. Muchos esperan que el Espíritu Santo caiga sobre su comunidad y convierta multitudes a medida que Dios arrastra a los pecadores a llenar sus iglesias. Sienten que debido a que han ayunado y orado, Dios enviará automáticamente avivamiento. Pero Dios responde: “No, no jugaré ese juego. Ustedes deben asumir la responsabilidad personal de su testimonio de mí. Deben ser una brillante manifestación de mi Hijo y darme a conocer a sus familias, amigos, vecinos y compañeros de trabajo”.
En pocas palabras, el avivamiento comienza cuando los que te rodean ven a Jesús en ti. ¿Cómo podemos brillar para convertirnos en una manifestación de la verdad? ¿Cómo pueden nuestras vidas convertirse en imágenes tan claras de Jesús que produzcamos en otros una convicción y hambre de Dios?
La clave se puede encontrar en Ezequiel 44. Mientras Ezequiel mira proféticamente los últimos días, ve dos tipos de sacerdocios existentes en la iglesia. Uno es el sacerdocio justo de Sadoc: Sadoc, un ministro piadoso que sirvió a Israel durante el reinado de David, permaneció fiel a David tanto en los buenos tiempos como en los malos, y vivió una vida recta que fue un ejemplo para todos los demás sacerdotes. Luego está el sacerdocio de Elí: Elí, un sacerdote infiel que permitió que la corrupción entrara en la casa de Dios. Era desobediente a la Palabra de Dios, suave con el pecado, perezoso con la santidad; y el ministerio bajo él estaba corrompido por la sensualidad y el amor por el mundo.
Debemos ser como los hijos de Sadoc que vienen a la mesa de Dios para adorarlo: “Delante de mí estarán para ofrecerme la grosura y la sangre” (Ezequiel 44:15). La grosura que Ezequiel menciona aquí representa la mejor parte de una ofrenda, y Dios quiere la mejor parte de nuestra vida.
La sangre de la que habla Ezequiel representa una vida que se rinde a Dios en una consagración sin reservas. En esencia, ministramos al Señor cada vez que confiamos en el poder de la sangre de Cristo, en cada situación y crisis. Aplicar la sangre de Jesús no es sólo una experiencia de una sola ocasión, es una necesidad diaria. Invocamos el poder de su sangre cada vez que necesitamos sanidad, paz mental, limpieza del pecado; y él nos responde.
Hacer estas cosas hace que Jesús se manifieste plenamente en tu vida. Que puedas estar lleno del poder del Espíritu Santo, tocar a los que te rodean y dar a conocer el amor de Jesús. Esto es lo que traerá un verdadero avivamiento.
David Wilkerson