“Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (Isaías 40:31).
Este es uno de los versículos más asombrosos de la Biblia; y lo leemos todo mal. Nos fijamos en “levantarán alas como las águilas” y saltamos las porciones de caminar y correr. Pero volar como un águila no es nuestro objetivo. En realidad, la mayoría de los días no tenemos ganas de volar, pero podemos dar un paso a la vez con nuestro Salvador.
Pablo dice: “Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne” (Gálatas 5:16). Nota que él dice: “Andad” en el Espíritu, no: “Volad” en el Espíritu. No comenzamos en una carrera de velocidad o en el aire como el águila.
El cristianismo es un andar de fe, no una carrera de fe. Puede sonar aburrido pero es efectivo. “Porque por fe andamos” (2 Corintios 5:7). Caminar significa hacer cosas básicas y simples para honrar a Dios, como tomar la decisión de orar, ir a la iglesia, decirles a tus seres queridos que los amas, preparar el desayuno a tu familia, coger tu Biblia para leer. Cada acto de obediencia es un paso y cada paso se convertirá en tu caminar espiritual.
Cuando das un pequeño paso de obediencia, Dios lo bendice. Puede que no tengas ganas de levantar las manos en adoración al Padre celestial, pero haces un pequeño esfuerzo porque lo amas; y Dios hace el resto. Puede que no tengas ganas de ser amable o llegar a alguien, pero lo haces porque tienes compasión y quieres agradar a Jesús.
Pablo nos instruye a dar un paso a la vez. Pon un pie delante del otro y estos pasos se convierten en nuestro caminar. Los que caminan son los que duran. Aquellos que intentan correr y volar generalmente se cansan y nunca se los vuelve a ver. Dietrich Bonhoeffer, pastor y teólogo alemán, lo dijo bien: “Un acto de obediencia es mejor que cien sermones”.
Hoy, decide dejar que Dios te guíe paso a paso mientras sigues tu caminar con él. Andamos por fe (2 Corintios 5:7); corremos con paciencia la carrera (Hebreos 12:1); y luego levantamos alas como las águilas (Isaías 40:31).
pr. Tim Dilena