“Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura”. Nehemías 8:8 RVR60
Explicar con claridad
Esdras está listo. Como el púlpito de madera está en el lugar correcto, todos pueden tener sus ojos fijos en él; el pueblo está atento en el lugar, lo único que falta es comenzar. En el versículo 8 del texto que estamos desarrollando, Nehemías capítulo 8, se describe lo que Esdras comenzó a leer.
Lo primero que hizo fue leer claramente.
Esdras estaba leyendo en voz alta y lo hacía de manera que se distinguiera lo que estaba leyendo. Leer hace referencia a articular una palabra o mensaje específico. Una manera más sencilla de ponerlo es: leer en voz alta. Y la palabra “claramente” significa distinguir, declarar o aclarar.
Después le ponía el sentido.
Esdras no solo leía la porción sino tenía interés en que el pueblo entendiera el significado de lo que estaba leyendo. Es por eso que se toma el tiempo para explicar lo que estaban escuchando.
Al tener hoy tantas traducciones de la Biblia, podemos revisarlas y encontrar que en todas ellas se describe de la misma manera:
“…explicaban con claridad el significado de lo que se leía…”. NTV
“…explicaron parte por parte lo que significa…”. PDT
“…lo interpretaban…”. NVI
“…explicando y aclarando el sentido…”. RV2015
“…la lectura de la ley se hacía con mucha claridad, y se recalcaba todo el sentido…”. RVC
“…y explicaban el sentido de los pasajes…”. NBV
Esdras había sido enviado precisamente para hacer esto, él se había preparado para hacerlo, él estaba ahí para enseñar la ley de Dios al pueblo. El objetivo que perseguía era que el pueblo pudiera entender lo que escuchaban, es ahí a donde él estaba apuntando. Esdras sabía que si ellos no comprendían lo que Dios les estaba mandando hacer, no podían responder a Dios.
Nuestra tarea
Aquellos que están continuamente enseñando la Palabra necesitan leerla con claridad, ya sea un pasaje completo o solo una porción, dándole los énfasis necesarios y sobre todo haciéndolo con el respeto que se merece.
Cuando Pablo le da instrucciones a Timoteo en su primera carta, le dice:
“Mientras llego, ocúpate en leer públicamente las Escrituras, en enseñar y en animar a los hermanos”. (1 Timoteo 4:13)
La instrucción es muy clara, y sé que le pide esto por la escasez de copias de las Escrituras en su tiempo. Pablo también le dice: ocúpate en enseñar. Definitivamente, esta es nuestra tarea como ministros de la Palabra, enseñar, pero no solo enseñar, sino enseñar las Escrituras. Sabiendo que la Palabra tiene poder para transformar el corazón del ser humano, ¿qué más podríamos enseñar?
Recuerda que el pueblo estaba reunido no para escuchar la opinión de Esdras acerca de la reconstrucción del muro o la advertencia de Nehemías de no descuidar el mantenimiento del muro recién construido. No, estaban ahí para escuchar la enseñanza de la Palabra.
Predicar expositivamente
Algunos llaman a este tipo de enseñanza predicación expositiva, que básicamente es presentar una enseñanza extraída del pasaje escogido manteniendo el mensaje original dentro de su contexto. Aun cuando hoy en día se hable de este tipo de predicación, tristemente no es la más común en nuestras iglesias.
Para dejar al texto hablar, necesito conocer el texto, estudiarlo; si mi tarea es darle sentido a lo que estamos leyendo, antes de subirme al púlpito, necesito yo mismo haber entendido el sentido de la porción que voy a enseñar.
Necesito invertir tiempo estudiando y un buen método para hacerlo es el llamado “método inductivo”. Este método busca recaudar toda la información posible para después identificar lo que nos está tratando de decir esa información. Pretende hacer que el texto, en este caso el de la Biblia, sea el que hable.
El método inductivo tiene tres pasos específicos: observar, interpretar y aplicar. Si nunca has usado este método, existen muchos recursos que te pueden ayudar a aprenderlo. Uno de los libros más recomendados para aprender este método es Interpretación Bíblica de Howard Hendriksen. El autor te lleva de la mano a aprender cómo estudiar la Biblia. Esto es esencial si quiero fielmente poner el sentido al texto que estoy enseñando. De otra manera, podría caer en el error de enseñar algo que aprendí de alguien más, o de enseñar algo que yo quiero decir y tan solo apoyarlo con versículos.
Lo que no se debe hacer es leer un versículo, cerrar la Biblia y llenar el tiempo de enseñanza con anécdotas e historias que nada tienen que ver con lo que se leyó. Cuando se enseña de esta manera, es evidente que se tiene un mensaje que se quiere dar, y solo se usa la Palabra para apoyarlo. Ese tipo de enseñanza no proviene de la Palabra, es enseñanza de hombres y debemos mantenernos alejados de ella. ¿Te imaginas si Esdras hubiera subido a la plataforma y hubiera comenzado a hablar de él mismo? ¿O que Nehemías hubiera tomado la palabra para hablar acerca de lo difícil que había sido levantar cierta sección del muro?
Esdras, siendo fiel a su tarea como maestro de la Escritura, se mantuvo en el texto mientras le ponía sentido a lo que leía. Veremos más adelante que hasta podríamos identificar la sección de la ley que estaba leyendo, al ver el deseo en el pueblo de poner en práctica lo que habían aprendido.
El objetivo de Esdras fue alcanzado. Mira:
“Y todo el pueblo se fue a comer y a beber, y a obsequiar porciones, y a gozar de grande alegría, porque habían entendido las palabras que les habían enseñado”. Nehemías 8:12 (RVR60)
Esta forma de enseñar es la que seguimos en nuestra iglesia a través de cada libro de la Biblia, capítulo a capítulo, versículo a versículo. Esto ayuda mucho, porque las personas no solo entienden lo que está escrito sino que lo van aprendiendo dentro de su contexto.
Si expones de esta manera la Biblia, te alejas de la tentación de enseñar solo los temas que te gustan, porque te obligas a pasar por pasajes difíciles que raramente escogerías. Te quita la ansiedad de estar buscando qué enseñar, porque lo que vas a enseñar es el pasaje siguiente dentro del libro que estás enseñando.
Este artículo fue extraído del libro «Por qué y cómo predicarles expositivamente a las nuevas generaciones» de Fermín IV