En su camino a Jerusalén, el apóstol Pablo hizo una parada en Éfeso, donde convocó a una reunión especial de todos los líderes de la iglesia. Les dijo solemnemente a los creyentes de Efeso: “Esta es la última vez que los veré y este será mi mensaje final a ustedes” (ver Hechos 20:25).
En su último mensaje a los efesios, Pablo les dijo, en esencia: “He estado con ustedes antes y ustedes saben lo que defiendo. Les he servido con humildad y lágrimas. He predicado en su iglesia y de casa en casa, todo bajo grandes pruebas y persecución. Y no les he ocultado nada”.
Luego, con lágrimas, les dio esta seria advertencia: “Al día de hoy, son tres años que les he advertido, día y noche, acerca de lo que veo venir a la iglesia después de que me vaya. Ahora, quiero que oigan esta advertencia una vez más” (ver 20:31).
¿Qué vio venir Pablo? En resumen, sus advertencias no se referían al caos que sucedería fuera de las puertas de la iglesia, pero él estaba afligido por lo que veía venir a la casa de Dios. Advirtió a los efesios sobre lo que vendría sobre el ministerio, sobre los pastores, en particular, a manos de los engañadores que inundarían en la iglesia.
“El Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre” (20:28). En otras palabras, “Obispos, supervisores, líderes, alimenten a sus rebaños y llénenlos con la palabra pura de Dios. Están viniendo lobos salvajes y engañadores que van a apuntar a las ovejas débiles”. El profundo clamor de corazón de Pablo fue: “Pastores, presten atención. Estén en guardia por ustedes y por su pueblo”.
Pablo les declaró a estos hombres: “No he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios” (20:27). ¿Cuál es todo el consejo de Dios? En resumen, incluye los temas difíciles de las Escrituras, no sólo las bendiciones. Incluye el mensaje de tristeza según Dios por el pecado, de arrepentimiento, de tomar su cruz, de abnegación y sacrificio, y separación del mundo.
Amado, como una de las ovejas, asegúrate de estar sentado bajo el ministerio de un verdadero pastor, no uno que sólo quiera hacerte sentir bien. Proponte en tu corazón ser un siervo de Dios que no tenga miedo, que sea santo y plenamente preparado. Sé parte del cuerpo de vencedores que se levantará en los últimos tiempos.
DAVID WILKERSON