¿Alguna vez has sentido que no has logrado mucho en la vida y muchas promesas no se han cumplido? Si es así, estás en buena compañía; de hecho, estás entre gigantes espirituales.
Muchos grandes siervos de Dios a lo largo de la historia terminaron sintiendo que habían fallado en su llamado. El profeta Elías miró su vida y clamó: “¡Señor, llévame a casa! No soy mejor que mis padres; y todos te fallaron. ¡Por favor, quítame la vida! Todo ha sido en vano” (ver 1 Reyes 19:4).
David Livingstone, uno de los misioneros más útiles del mundo, abrió el continente africano al evangelio, sembrando mucha semilla y siendo usado por Dios para despertar a Inglaterra para las misiones. Sin embargo, durante su vigésimo tercer año en el campo misionero, Livingstone expresó las mismas terribles dudas que otros grandes siervos. Su biógrafo lo cita en su desaliento: “Todo mi trabajo parece ser en vano”.
El libro de George Bowen, “Love Revealed” (El Amor Revelado), es uno de los mejores libros sobre Cristo jamás escritos. Bowen, un hombre solo, se alejó de la riqueza y la fama para convertirse en misionero en Bombay, India, a mediados del siglo XIX. Eligió vivir entre los más pobres, predicando en las calles en un clima sofocante, distribuyendo literatura del evangelio y llorando por los perdidos.
Este hombre increíblemente devoto había ido a la India con grandes esperanzas en el ministerio del evangelio. Sin embargo, en sus más de cuarenta años de ministerio, Bowen no tuvo un solo convertido. Fue sólo después de su muerte que las sociedades misioneras descubrieron que él fue uno de los misioneros más queridos de la nación.
Como tantos antes que él, Bowen sufrió una terrible sensación de fracaso. Él escribió: “Soy el ser más inútil de la iglesia…Me gustaría sentarme con Job y simpatizo con Elías. Todo mi trabajo ha sido en vano”.
No es pecado soportar tales pensamientos o sentirse abatido por una sensación de fracaso. Pero es peligroso permitir que estas mentiras infernales supuren e inflamen tu alma. Jesús nos mostró el camino para salir de tal abatimiento con esta declaración: “Por demás he trabajado… pero mi causa está delante de Jehová, y mi recompensa con mi Dios” (Isaías 49:4). Cristo está diciendo, en efecto: “El Padre sólo juzga todo lo que hemos hecho y cuán efectivos hemos sido”.
El Señor quiere que dejes atrás todo ese “pensamiento de fracaso” y vuelvas a la obra. ¡Nada ha sido en vano! ¡Él hará mucho más de lo que puedas pensar o pedir!
David Wilkerson