Pablo le escribió a un joven pastor llamado Timoteo sobre la promesa de un cristianismo osado e intrépido a través del Espíritu que mora en nosotros. Timoteo provenía de una familia de creyentes. Tanto su abuela como su madre fueron cristianas antes que él: “Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice” (2 Timoteo 1:5).
Entonces, Timoteo provenía de un entorno lleno de fe. Era el hijo espiritual del apóstol Pablo y finalmente entró al ministerio. Obviamente, Timoteo disfrutó de grandes privilegios espirituales desde el mismo día de su conversión. Pero a pesar de todas esas primeras ventajas y ejemplos piadosos, algo andaba mal con el ministerio de Timoteo. Por eso, Pablo lo desafió: “Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder” (2 Timoteo 1:6-7).
Pablo le recuerda a Timoteo, y a todos nosotros, que podemos ser sinceros en nuestra fe y, sin embargo, deslizarnos de vuelta al temor y a la timidez. Incluso los cristianos que aman al Señor y estudian la Biblia pueden sentirse temerosos y cohibidos cuando surgen las oportunidades de hablar por Cristo. Lamentablemente, en algunas situaciones, aparentemente podemos hablar de cualquier cosa menos de nuestro Salvador.
Entonces, ¿qué le dijo Pablo a Timoteo que hiciera? ¿Le dijo que se esforzara más, que buscara algo más profundo en su interior? No. Pablo le dijo a Timoteo que el Espíritu Santo era el único antídoto contra el virus del temor en su vida. Había que avivar el fuego del Espíritu, nutrirlo y prestarle atención, porque cuando el Espíritu de Dios estuviera en llamas, habría valor para reemplazar la inclinación aparentemente natural de Timoteo a la timidez.
Dos mil años después, la historia de la iglesia ha demostrado claramente que cuando el Espíritu de Dios se mueve, cuando los creyentes y las iglesias se encuentran con Dios de una manera nueva, las personas se vuelven valientes y radicales para Jesucristo. No es algo enseñado por un ministro cristiano. El valor espiritual sólo proviene directamente del Espíritu Santo.
No dejes que el temor al fracaso te impida hacer lo que Dios pone en tu corazón. ¡Sé valiente en el Espíritu y no te contengas!
Jim Cymbala