Dormido, inactivo,
ocioso. No sales para nada.
llevó el bendito frasco a los labios y dio un sorbo
y se curó. ¿Creerán lo que estoy a punto de contarles? ¿Pueden imaginarlo? Ese
hombre tiene la receta que va a curar a todo este pueblo; la tiene en su
bolsillo. Él posee la medicina, que, si se distribuyera una vez en esas calles,
haría que los enfermos se regocijaran, y haría silenciar esa campana fúnebre.
¡Y está dormido! ¡Está dormido! ¡Está dormido! ¡Oh, ustedes cielos! ¿Por qué no
caen y aplastan a ese infeliz? ¡Oh, tierra! ¿Cómo puedes soportar a este
demonio en tu regazo? ¿Por qué no lo tragas rápidamente? Él posee la medicina;
pero es demasiado perezoso para ir y proclamar el remedio. ¡Él tiene la curación,
pero es demasiado ocioso para salir y administrarla a los enfermos y a los
moribundos! ¡No, amigos míos, un inhumano miserable de este tipo no debería
existir! Pero puedo verlo hoy aquí. ¡Allí estás! Tú sabes que el mundo está
enfermo con la plaga del pecado, y tú mismo has sido curado con ese remedio,
que ha sido suministrado. Pero estás dormido, inactivo, ocioso. No sales para:
"Decir a los demás por todos lados,
Qué maravilloso Salvador has encontrado."
Allí está el precioso Evangelio: tú no sales para llevarlo a los labios de un
pecador. Allí está la sangre sumamente preciosa de Cristo: tú nunca vas a
decirles a los moribundos lo que deben hacer para ser salvos. El mundo está
pereciendo por algo que es peor que una plaga: ¡y tú estás ocioso!
Y tú eres un ministro del Evangelio; y has asumido ese santo oficio sobre tus
hombros; y te contentas con predicar dos veces el domingo, y una vez durante la
semana, y no sientes ningún remordimiento. No deseas nunca atraer multitudes
para que escuchen tu predicación; prefieres tener tus bancas vacías, y apegarte
a lo que es conveniente, en vez de, al menos una vez y a riesgo de parecer
extremadamente celoso, atraer a las multitudes y predicarles la Palabra.
Tú eres un escritor: tienes gran poder para escribir; tú dedicas tus talentos
únicamente a la literatura ligera o a la producción de otras cosas que te
pueden distraer, pero que no pueden beneficiar al alma. Conoces la verdad, pero
no la divulgas. Aquella madre es una mujer convertida: tienes hijos pero se te
olvida instruirlos en relación al camino que conduce al cielo. Tú, allá, eres
un hombre joven, que no tienes nada que hacer el día domingo, y allí está la
escuela dominical esperando; no asistes para instruir a esos niños en el
remedio soberano que Dios ha provisto para la curación de las almas enfermas.
La campana de la muerte está repicando aun ahora; el infierno está clamando,
aullando de hambre por las almas de los hombres. "¡Saquen al pecador!
¡Saquen al pecador! ¡Saquen al pecador! ¡Que muera y se condene!" ¡Y allí
estás tú que profesas ser cristiano, pero que no haces nada que te pudiera
convertir en un instrumento de salvación de almas; nunca extiendes tu mano para
ser el medio utilizado por la mano del Señor para arrancar a los pecadores de
la hoguera, como tizones! ¡Oh! Que la bendición de Dios esté con ustedes, para
apartarlos de ese mal camino, para que no duerman como los demás, sino que
velen y sean sobrios. El peligro inminente del mundo demanda que estemos
activos, y que no dormitemos.
¡Escuchen cómo cruje el mástil! Vean las velas allí, desgarradas y convertidas
en tiras. ¡Los rompientes están enfrente! El barco va directo hacia las rocas.
¿Dónde está el capitán? ¿Dónde está el contramaestre? ¿Dónde están los
marineros? ¡Ustedes, allí! ¿Dónde están? Se aproxima una tormenta. ¿Dónde están
ustedes? Están abajo en los camarotes. Allí está el timonel, que no puede
dormir más profundamente; y allí están todos los marineros en sus hamacas.
¡Cómo! ¿Y los rompientes enfrente? ¡Cómo!, ¿las vidas de doscientos pasajeros
están en peligro, y aquí están durmiendo estos insensatos? Sáquenlos a
puntapiés. ¿Cuál es el objeto de permitir que hombres como éstos sean marineros,
especialmente en un momento como éste? ¡Salgan todos! Si se hubieran dormido
con buen tiempo, podríamos haberlos perdonado. ¡Levántese, capitán! ¿Qué ha
estado haciendo? ¿Está loco? Pero, ¡escuche!, el barco ha encallado; se hundirá
en un momento. Ahora se va a poner a trabajar, ¿no es cierto? Ahora se va a
poner a trabajar cuando ya no sirve de nada, cuando los alaridos de las mujeres
que se ahogan le comprarán un boleto al infierno por su negligencia sumamente
maldita, al haberlos descuidado plenamente. Pues bien, así somos muchos de
nosotros, inclusive en estos tiempos.
Este orgulloso barco de la nación se mece en una tormenta de pecado; el propio
mástil de esta gran nación rechina bajo el huracán del vicio que barre todo el
pobre navío; cada madero está tenso al máximo, y Dios ayude al buen barco, o
¡ay!, nadie podrá salvarlo. Y, ¿quiénes son su capitán y sus marineros, sino
los ministros de Dios, y los que profesan la religión? Estos son aquellos a
quienes Dios les da Su gracia para que conduzcan el barco. "Vosotros sois
la sal de la tierra;" ustedes preservan y conservan la vida, oh, hijos de
Dios. ¿Están durmiendo en la tormenta? ¿Están dormitando ahora? Si no hubiera
guaridas de vicio, si no hubiera prostitutas, si no hubiera casas de impiedad,
si no hubiera asesinatos ni crímenes, ¡oh!, ustedes que son la sal de la
tierra, ustedes podrían dormir; pero hoy el pecado de Londres, América, de la
humanidad entera clama a los oídos de Dios. Esta ciudad monstruosa está
cubierta de crímenes, y Dios está molesto con ella. Y ¿nosotros estamos
dormidos y no hacemos nada? Entonces, ¡que Dios nos perdone! Pero ciertamente,
de todos los pecados que Él perdona, éste es el mayor, el pecado de la
somnolencia cuando un mundo se está condenando; es un pecado quedarse ocioso
cuando Satanás está ocupado, devorando las almas de los hombres.
"Hermanos, no durmamos" en tiempos como éstos; pues si lo hacemos,
una maldición caerá sobre nosotros, horrible de soportar.
Allá está un pobre prisionero en una celda. Su cabello está todo enredado sobre
sus ojos. Hace unas cuantas semanas, el juez se puso el negro birrete y ordenó
que fuera llevado al lugar de donde vino, para ser colgado del cuello hasta
morir. El pobre infeliz tiene su corazón desgarrado internamente, mientras
piensa en los grillos, la horca, la caída al abrirse la trampilla, y en el más
allá. ¡Oh!, ¿quién puede decir cuán desgarrado y atormentado está su corazón,
mientras piensa que va a dejarlo todo, y que no sabe hacia dónde va?
Por allí mismo está otro hombre, profundamente dormido sobre una cama. Él ha
estado durmiendo durante dos días, y bajo su almohada tiene el indulto del
prisionero mencionado. Me gustaría que azotaran a ese canalla, que lo azotaran
con violencia, por ser la causa que aquel pobre hombre sufriera durante dos
días innecesariamente su miseria. Vamos, si yo hubiera tenido en mis manos el
perdón de ese hombre, habría volado allí, aun si hubiera tenido que montar en
las alas del rayo para llegar a él, y hubiera considerado que el tren más
rápido era muy lento si tuviera que llevar un mensaje tan dulce a un pobre
corazón decaído. ¡Pero ese hombre, ese insensato, está profundamente dormido,
con un indulto bajo su almohada, mientras que el corazón del otro hombre
miserable se deshace en desmayos!
¡Ah! Pero no sean demasiado duros con él: él está aquí presente ahora. Junto a
ti esta mañana está sentado un pobre pecador penitente; Dios lo ha perdonado y
quiere que tú le des la buena noticia. Se sentó a tu lado el domingo pasado, y
estuvo llorando durante toda la predicación del sermón, pues sentía su
culpabilidad. Si le hubieras hablado en ese momento, quién sabe qué hubiera
pasado. Habría tenido consuelo; pero allí está ahora, y no le das la nueva
noticia. ¿Quieres que yo lo haga? ¡Ah!, señores, ustedes no pueden servir a
Dios otorgando poderes; lo que el ministro hace no es nada para ustedes;
ustedes tienen su propia responsabilidad que cumplir, y Dios les ha dado una
preciosa promesa. Está ahora en sus corazones. ¿Acaso no te dirigirás a tu
vecino para decirle la promesa? ¡Oh!, hay en muchos un corazón doliente que se
duele por nuestra ociosidad en decir las buenas nuevas de esta salvación.
"Sí," dice uno de los miembros de la iglesia que siempre viene a este
lugar cada domingo buscando a los jóvenes y a las jóvenes que vio llorar el
domingo anterior, y que trae a muchos a la iglesia, "sí, podría contarte
una historia." Mira a un joven al rostro, y dice, "¿no te he visto
aquí muchas veces?" "Sí." "Pienso que tienes mucho interés
en el servicio, ¿no es cierto? "Si, es cierto: ¿por qué me pregunta
eso?" "Porque vi tu rostro el domingo pasado, y vi que algo te estaba
pasando." "¡Oh!, responde, nadie me había hablado nunca desde que
asisto aquí, hasta ahora. Quisiera hablar con usted. Cuando estaba en casa con
mi madre, pensaba que tenía alguna idea de la religión; pero me fui lejos, y me
convertí en aprendiz en medio de una banda de jóvenes inicuos, y he hecho todo lo
que no debí hacer. Y ahora, señor, comienzo a llorar, comienzo a arrepentirme.
¡Deseo de todo corazón saber cómo podría ser salvo! Escucho la predicación de
la palabra, pero necesito algo que sea predicado personalmente por alguien para
mí." Y él se da la vuelta, lo toma de la mano y le dice: "Mi amado
joven hermano, me da tanto gusto haber hablado contigo; hace que mi pobre y
viejo corazón se goce al pensar que el Señor todavía está haciendo algo aquí.
Ahora, no estés deprimido; pues sabes que, 'Palabra fiel y digna de ser
recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los
pecadores.'" El joven se lleva el pañuelo a los ojos, y después de un
minuto, dice, "quisiera que me permita visitarle y reunirme con
usted," "¡claro que puedes!," responde. Habla con él, lo guía
por el camino, y finalmente, por la gracia de Dios, el feliz joven pasa al
frente y declara lo que Dios ha hecho por su alma, y comenta que debe su
salvación tanto a la humilde instrumentalidad del hombre que le ayudó, como a la
predicación del ministro.
¡Amados hermanos, el esposo viene! ¡Despierten! ¡Despierten! ¡La tierra pronto
va a ser disuelta, y los cielos se derretirán! ¡Despierten! ¡Despierten! Oh
Espíritu Santo, levántanos a todos y mantennos despiertos.
III. Y ahora ya no me queda tiempo para el último punto, y por tanto ya
no los detendré más. Basta que diga como advertencia que hay UN MAL QUE
LAMENTAR AQUÍ. Hay algunas personas que están dormidas y el apóstol lo lamenta.
Pecador compañero, hoy eres un inconverso; entonces déjame decirte seis o siete
frases antes que te vayas. ¡Hombre inconverso! ¡Mujer inconversa! Ustedes
duermen hoy, como esos que duermen en la punta del mástil en tiempo de
tormenta; ustedes duermen, como el que duerme cuando se desbordan las aguas que
inundan, mientras su casa se queda sin cimientos, y está siendo arrastrada
lejos por la corriente, hacia el mar; ustedes duermen como el que se encuentra
en la habitación del piso de arriba, cuando su casa está ardiendo y sus propias
llaves se están derritiendo en el fuego, y no sabe nada de la devastación que
le rodea; ustedes duermen; duermen como el que yace junto al borde de un
precipicio, con la muerte y la destrucción debajo de él. Un único sobresalto en
su sueño lo arrojaría al precipicio, pero él no lo sabe.
Tú duermes hoy; y el lugar donde duermes tiene un soporte tan frágil que si
cediera una vez, caerías en el infierno: y si no te despiertas antes de eso,
¡qué despertar será el tuyo! "Y en el Hades alzó sus ojos, estando en
tormentos;" y clamó por una gota de agua, pero le fue negada. "El que
creyere en el Señor Jesucristo y fuere bautizado, será salvo; mas el que no
creyere, será condenado." Este es el Evangelio. Cree en el Señor Jesús, y
entonces "os alegraréis con gozo inefable y glorioso."