El cosmos de la corona finalmente lo había cubierto y ahora era un hijo más del sol, pero eso no era suficiente para reinar en el universo junto a su Dios, pues también tenía que perfeccionarse para que su fuego interior llegara a ser devastador y asesino al momento de exteriorizarlo hacia un enemigo. Atlas se encontraba pensativo pero seguro parado fuera del templo mirando hacia el horizonte, sintiendo como en sus venas afloraba un poder inigualable y de gran maestría. No hacía mucho tiempo que había dejado de ser un simple mortal para convertirse en uno de los aliados más fieles de Abel y eso lo hacía sentir muy orgulloso pero también estaba firmemente enfocado en que debía mejorar su técnica para hacerle justicia a esta jerarquía.

Sus puños se cerraron y sus ojos se abrieron dejando ver un semblante soberbio y perseverante. – ¿Acaso existirá algo tan poéticamente excitante como el hecho de dominar las llamas y arrasar con todo lo que se oponga al designio divino? – murmura empezando a caminar hacia abajo por las escalinatas - Que placer sentir la elegancia del fuego brotar desde mi interior… ¡El mundo entero se cubrirá con sangre cuando mi porte se equipare a mi poder! Y cuando Jao y Belenguer se unan a mí, ya no existirá esperanza para la Tierra – sus palabras nacían con ahínco y vehemencia apoderándose del viento y de los susurros que el mismo proyectaba hacia sus cercanías, quebrándolos por completo con la seguridad en que eran emitidas.

Se detuvo cuando tuvo frente a él una gran porción de tierra bajo el cielo azul, llevó sus manos a la altura de la cintura y comenzó una gran carrera hacia el frente. Poco a poco un aura anaranjada iba rodeando su cuerpo en forma de espiral, desprendiendo chispas y flamas incandescentes a cada paso que daba el escarlata. La risa no tardó ni diez segundos en llegar a él con tremenda seguridad y una carcajada estalló con el eco de las alturas al tiempo en que su frenético correr a diestra y siniestra alcanzó su auge en un increíble salto que lo posicionó frente al sol; y en una mística fusión de belleza y violencia el Cosmos de la Corona se desató completamente en su cuerpo al tiempo en que de las manos se desprendía energía calcinante que viajaba a toda velocidad hacia montañas y parajes cercanos que sentenciaban explosiones de hermosa magnificencia.

Atlas aterrizó en el suelo estando completamente bañado por su energía cósmica, misma que lo enaltecía y lo hacía parecer un ente divino. El Líder de los Escarlatas se hacía presente en él una vez más con esmero y convicción pues sabía que si se proponía algo no habría nada ni nadie que pudiera alejarlo de su realidad. En cuestión de un minuto el cielo fue cubierto por el humo que emergía de los sitiales que había destruido con su poder y dio media vuelta para disfrutarlo. Bufó un segundo sin apagar su sonrisa y dio un golpe hacia el suelo abriendo una enorme grieta llameante. Volvió a correr e impactó una enorme columna directamente con su rodilla envuelta en cosmos, resultando en demolición y lluvia de escombros hechos carbón. – Jajaja Así que este es mi poder… ¡Me siento más vivo que nunca! – exclama dando una vuelta en el aire todavía cubierto por el fuego - Seré uno con el sol y destruiré a todo el que se entrometa en el camino de mi Señor Abel. Si los sacros mantos de Coma Berenice y Linx alcanzan a sus portadores tan rápido como yo llegaré a vestir el de Carina Keel definitivamente no existirá guerrero que pueda hacernos frente. – sus brazos se elevaron al aire y nuevamente se cruzaron con el brillo del sol haciéndolo sentir enormemente bien; era como comer, beber, dormir… con esa energía de la corona Atlas volvía a existir y le ardía el pecho de vigor.