En esta Nochebuena he jugado a ser ciego por las calles ingenuas de una ciudad de cuento.
Algodones de loto desinfectan mi miedo. Y, al batir de sus alas, me levantan en vuelo.
Me perdí entre la gente. Olí a sudor, a pueblo, mecido por sus risas, besado por su aliento.
¡Cómo se divertían sus infantiles dedos con la cometa torpe, traviesa, de mi cuerpo!
Gorjean villancicos unos niños, de lejos. y el ángel de su guarda le da, le da al pandero.
Me condujo hasta el parque, a la fuente, al espliego. ¡Qué perfume de nanas en el agua, en el viento!
Huele a sidra y a churros, a chocolate, a sueño: me dormía en la iglesia entre plumas de incienso,
junto al vaho de musgo de un belén boquiabierto. Pero el Niño tirita en las velas. Misterio:
se cansó de ser barro, se aburrió de ser yeso, y se sube a las lomas de los próximos cerros.
Un Sol amanecido incendia mis cabellos. ¡Y rosales de aura florecen por mi cuerpo!
Pamplona. Navidad de 1983
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