Posteriormente, perfeccionamos la técnica para producir flechas, y empezamos a aprovechar los adelantos científicos y tecnológicos de ese tiempo; fue entonces que empezamos a adquirir astillas y birotes ¿así se les llaman?, para que de allí obtuviéramos nuestra materia prima, (palitos como de 60 cms de largo X 1 cm de grosor en forma cuadrada) mismos que redondeábamos con el filo de un trozo de cristal, y después le pegábamos un pedazo de pluma seccionada a la mitad en cada uno de los lados posteriores de la flecha. Después, tomábamos un pedazo de lámina gruesa, la cortábamos según la forma de una punta de flecha y la sujetábamos a ella con un alambre delgado de cobre enrollado cuidadosamente, ¡y ya estuvo! teníamos en nuestras manos y hecha por nosotros mismos, el más maravilloso y exacto modelode flecha jamás diseñado.
Ya con nuestros arcos y flechas, Pancho, Manuel y yo, formamos el club de los tres flecheros cuyo salón de reuniones se encontraba en un viejo chiquero en la parte trasera demi casa, en el cual, planeabamos los pasos a seguir en nuestras próximas incursiones por esos valles llenos de peligros para posteriormente librar innumerables batallas contra pájaros, árboles de plátano, gallinas, etc. lo sorprendente de nuestros arcos y flechas, es que éstas alcanzaban una distancia mas allá de los cien metros y sin desviarse, lo que nos hizo expertos en su manejo, tan expertos que en una ocasión en el pueblo de Tepeyahualco, Pue. lugar en donde mis cuates y y pasamos unos momentos inolvidables que ya les contaré, se me ocurrió lanzar una flecha al cielo, junto a la casa de mi tío y justo arriba de mí, cuando de repente, sale mi tío de su casa, y la flecha, de regreso cayó a sus piés, y ahí terminaron nuestros gloriosos días de flecheros porque mi tío confiscó nuestro armamento y desde ese momento pasamos, de ser indios a ser vaqueros.
Bueno, debo repetirte que con los amigos que más me identifiqué fueron con Pancho y con Manuel, pues los tres nos sentíamos llamados a triunfar como cantantes o como artistas o ya de perdida como practicantes de algún deporte como el Karate o ciencias afines, así las cosas, como teníamos a unos cincuenta metros de la parte derecha de mi casa, unas fincas cafetaleras y naranjeras, pasábamos las horas haciendo nuestras esas fincas, con todo lo que en ellas había, disfrutando de su variedad de naranjas, jinicuiles, plátanos, nísperos, etc. platicando y pasándonos de un árbol a otro como unos tarzanes cualquiera (por no decir como changos), y soñando cada uno con su aspiraciones y metas.
Así transcurría nuestra vida entre el llanito y las huertas, entre fincas y praderas, entre juegos, sueños, aspiraciones y estudios.
Referente a los estudios, recuerden lo que les platiqué acerca de ellos, pero lo que no les
dije, ¿o sí? es que en la primera secundaria reprobé los dos años que estuve en ella, es decir, no sólo no pasé al segundo año, sino que nunca terminé siquiera el primer grado, esto, provocado según yo, porque la primera vez que falté a una clase, el profesor hizo cera y pabilo de mi por esa causa, por lo que a la siguiente falta que tuve por algún motivo, ya no quise presentarme en su salón, ocasionando que inclusive, perdiera interés en las demás materias, esta actitud por supuesto me trajo problemas con mi papá porque anteriormente había hecho lo mismo y él me había dado otra oportunidad que no supe aprovechar.
Pancho también tenía problemas con su familia y Manuel también, así que decidimos que lo mejor era abandonar nuestros hogares y empezar en otro lugar, es decir, empezar en la ciudad de México como artistas o cantantes, ya que nos considerábamos profesionales en el canto y que además no estábamos de malos bigotes por lo que el triunfo nos esperaba, ya que en una de nuestras aventuras en un carnaval de Verácruz, donde siempre nos divertíamos sin dinero porque no llevábamos y que llegábamos como casi a cualquier parte, de aventones, así, cuando se llegó el momento para volver a Xalapa, solicitamos uno de ellos, y la persona que nos trajo dijo ser un famoso director de teatro en México y nos invito, después de conocer nuestras inquietudes artísticas y en caso de ir a México, a buscarlo en una dirección determinada y que él nos ayudaría a lograr nuestros sueños de grandeza.
Una noche en la que no recuerdo la fecha, pero que sin duda era el mes de diciembre por lo fuerte del frío, acordamos Pancho, Manuel y yo, empezar a llevar a cabo nuestras aspiraciones artísticas, por lo que decidimos irnos a México esa misma noche, por tren, por supuesto sin el conocimiento de nuestros padres, y como carecíamos de dinero, Manuel sugirió que Pancho y yo nos fuéramos a Tepeyahualco, Pue. y allí lo esperáramos en lo que él conseguía dinero para nuestra gloriosa y sin duda fácil aventura. Así lo hicimos y Pancho y yo llegamos a Tepeyahualco con unos familiares de mi papá y allí lo esperamos; mientras tanto pensábamos como divertirnos para pasarla bien mientras Manuel llegaba.
Por lo regular, siempre que llegábamos al “rancho” éramos bienvenidos sinceramente por mis familiares, y era pachanga tanto para ellos como para nosotros pues mientras ellos nos atendían a cuerpo de rey, nosotros les contábamos las novedades en la “ciudá”; normalmente parábamos en la casa de mi tío Manuel “el chico” y su esposa Rosa.
Mi cuate Pancho y yo nos acomodábamos en el establo en el que había un cuarto que nos servía de dormitorio. Después del desayuno, salíamos a cabalgar en las arenosas calles del pueblo sobre los hermosos caballos que mi tío tenía.
Javier Solís, Pedro Infante y Jorge Negrete, se hubiéran quedados sorprendidos y mudos si nos hubieran visto con esa gallardía de hacendados con la que nos paseábamos por los collados y veredas del pueblo, entonando canciones rancheras a voz de cuello y sintiendo que esas tierras no nos merecían, y que se nos hacía chiquito el mar para hacer un buche de agua, no no nó, éramos lo máximo, lo mejor de lo mejor, tanto, que en una ocasión en que íbamos caminando al atardecer por una polvosa calle y platicando y comentando que, como mi tio Andrés era el presidente municipal del pueblo, sentíamos que todos los habitantes del lugar se cuadraban a nuestro paso, en eso estábamos cuando una lluvia de piedras nos regresó al establo de donde habíamos salido, ¡vaya susto!