Están llenas de datos inútiles que en la vida diaria
no son aplicables.
Hay quienes son como los libros especializados
en alguna materia en particular.
Son fríos, técnicos y sabihondos; pero en cuanto los sacas de su área, no saben nada.
Así son quienes siempre hablan de trabajo u oficio,
las 24 horas del día.
En su azarosa vida, no existe otro tema más importante.
Hay, los que parecen tratados de filosofía,
todos sus esquemas son en el campo de las ideas.
Existe un frió desprecio hacia otras corrientes o maneras de pensar, reflejando esa conducta con
las demás personas.
Existen otros, como los libros religiosos, que son más importantes las formas, que su contenido moral.
Se aprenden de memoria las ceremonias y liturgias,
sin comprender el motivo de éstas y su función final.
Otros son como los libros de poesía, subliman el amor a tal grado, que se enamoran del amor.
Y en la vida batallan para acomodar sus ideales amorosos con el incesante afán de construir una relación a partir de lo poco o mucho que saben compartir.
Hay quienes son como esos libros caros y ostentosos,
que se compran por metros para adornar oficinas y
despachos, a los que nadie hojea ni lee.
Sin embargo, hay otros rústicos y sencillos,
que seguirán iluminando a quienes los posean,
son libros de todos y de nadie,
esos que se consideran universales, es decir,
siempre compartirán parte de la vida de los demás.
Y por último existen los libros de tapas,
esos que en su interior las hojas están en blanco,
pues dejan su vida en manos de otros, jamás fueron capaces de emitir un pensamiento propio.
Se gastaron su vida, viendo la de los demás,
nunca vivieron en su provecho,
fueron banales e insulsos.
Lo lastimoso de esta actitud, es que llegaran
al fin, como esas lacónicas lápidas que solo dicen....
Nació el.... y murió el....
Hagamos de nuestra vida un libro que nos guste,
que hable de poesía, de tecnología, de Dios, de principios morales, de la ciencia, de la vida cotidiana, de amores y desamores, de logros y fracasos.
En fin, de nuestra existencia, vivida a lo
máximo, en provecho y experiencia, para nuestro progresoy provecho de los demás.
Seamos como esos libros queatesoramos
por siempre en nuestra memoria, y que porel simple hecho de rememorarlos nos trae felicidad.
Para que en el libro de nuestra vida, pongamos nosotros los sus últimas letras...
la palabra fin.
Y en el apartado donde se pone el nombre del autor, pongamos valiente y satisfactoriamente el nuestro.
No olvidemo, que no hay límite para palabras,
páginas, ni volúmenes, así que de nuestra vida, podemos escribir toda una colección.