Con el Sacramento del Bautismo, no solo se nos limpia del pecado original, sino que Dios Uno y Trino, hace su morada en nosotros. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo vienen a vivir en nuestra alma. Ya Jesús nos dijo que el Padre y Él podía morar en nosotros (Jn. 14, 23); y el mismo San Pablo nos dice que somos templos del Espíritu Santo (1 Cor. 6, 19). Éste es uno de los frutos del Bautismo que muchas veces no nos sentamos a meditar. Y es más, si Dios es amor… lo que hay en nosotros es el amor mismo de Dios.
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