Aquellos olores.
Se despertó, aún de madrugada, la luna
con su color rojizo iluminaba la noche.
Se cubrió con su bata y se quedó mirando
el paisaje que tenía ante ella.
Se empezaba a formar un poco de niebla,
aún la luz rojiza lo cubría todo.
Los árboles empezaban a desaparecer
tras la densa bruma que se estaba formado.
Era un paisaje que parecía tenerla encantada.
¡Pero ella ya no estaba allí!
Ya caminaba entre la niebla, tocaba las hojas
a su paso, estaban mojadas, pero aquella sensación,
el olor de las flores, la tierra húmeda.
Aquellos olores que le hacían cerrar los ojos y la hacían
viajar al lugar dónde significaron algo para ella.
Sintió unos pasos detrás de ella,
no se movió sabía que era él.
Le puso un chal sobre los hombros y la abrazo.
Se sintió pequeña ante la inmensa sensación
de cobijo que le dieron sus brazos.
Lentamente, abrazados caminaron hacia la casa.
Aunque ella guardó de nuevo cada olor,
cada sensación que la hacía volar.
Conchita Osuna.