Su mirada perdida, una fresca brisa revolvía su pelo. Ahora no están ahí sus manos para retirarlos de su rostro. No está para mirar sus ojos y dejar salir esa sonrisa que los hacía brillar. Su piel no espera sus caricias, ni sentir la calidez de su piel. Ahora su piel empieza a notar esa cálida sensación del sol en su espalda. Ahora tampoco lo espera. Otro día amanecerá, el sol volverá con esa fuerza que todo lo ilumina. Ella volverá a mirar sus ojos y ver de nuevo su brillo.
Conchita
Osuna
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