
Te asemejas a un caballo desbordado
que de pronto asombrado de su ansiedad,
se queda quieto, perdido y cansado…
acercándose a él, el manto de la soledad.
Te asemejas a un mar bravío que ruge bríos
en sus temidas aguas y cuando se calma
se da cuenta, de sus delirios innecesarios
que hacen que se seque sin vida su alma.
Te asemejas a un río seco y ansioso
de que llueva porque al no poder beber,
se va agrietando su vida en un sollozo.
Te asemejas a antiguas máscaras con faz
de filo de hierro firme y candente;
que tristeza la tuya si de nada eres capaz.
Autora:
Marisa Pruenra

