I Si lo confieso, confieso ser un amante de su belleza; confieso deleitarme Con el esplendor de sus ojos, flor de una doncella. Si tan sola mi boca rozara sus labios, miel silenciosa, resplandor de la rosa secreta; purificarían este híbrido destello en el horizonte. Si lo confieso, confieso que moriría por estar a lado de su carisma que envuelve su constelación de dones y estrellas. Si tan solo viajara a esa selva verde, perfume sagrado de praderas, cúpula, materia profunda, sería como un niño dentro de tu ser, sumergido y atado a esa región transparente.
II El día se ha cerrado y sellado con este fulgor emanante de tu ser, aurora tú dulzura, ciénaga de agua que resbala tiernamente y navega profundo por tu cuerpo; producen envidia en la expansión crepuscular. Tocaré la tierra, sentiré tus pasos desnudos, en la profundidad del cielo te acompañaré... seré un sonido invisible que hablará a las puertas de tu corazón. Mi sueño terrestre es tener tus manos de brisa, suaves uvas dueñas de mi redención.
III La delicadeza y sencillez en la que descansa tu rostro de amaneceres palpitantes; junto al jardín de fragancias que guarda el aroma de tu piel; invitan a que del cielo caigan dos destellos de ternura y posen en tu ojos, dueños de la calma del deseo febril. Ni el crepúsculo que lentamente muere y de su alma brota una tierna expansión poderosa, donde escondido esta el sentimiento de su pureza; no se compara con el milagro de tu cuerpo.
IV Mientras un beso cautive y encienda el silencio de la caricia; Mientras al mirar el reflejo de la luna sea el reflejo de tu ausencia; Mientras una rosa tímida y frágil transmita el aroma improfanable de tu caricia; Mientras que en tu interior sientas el ávido deseo de soñar; Mientras que el manto primaveral lleve el espíritu de la boca del verso; Mientras que a través de lenguaje del amor pueda hablar el corazón; ¡habrá mi deseo inalcanzable de soñarte a mi lado princesa!
(José Alonso Escorza)
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