¿Cuál será mi futuro?
El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado,
porque no ha creído en el nombre del Unigénito Hijo de Dios. Juan 3:18
(Léase Lucas 23:33-43)
Imaginemos por un momento esa memorable escena. Tres cruces están levantadas
en una colina cercana a Jerusalén. A la izquierda y a la derecha están dos malhechores;
y en el medio, alguien de quien el juez dijo: “Ningún delito hallo en este hombre” (Lucas 23:4).
Su nombre, Jesús, figura en un letrero. El ángel había anunciado a María: “Él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21).
Llegó el momento de que él cumpliese la obra de salvación y soportase, en lugar de todos aquellos que creerían en él,
el juicio de Dios contra el pecado. Uno de los malhechores se suma a la burla general injuriando a Jesús, pero el otro
reconoce que Jesús no hizo ningún mal, y que ellos sufren el castigo que merecen. Éste último discierne en
Jesús a aquel que debe reinar, y le ruega: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”.
La maravillosa promesa “hoy estarás conmigo en el paraíso” llega como respuesta inmediata a su fe.
Esta escena ilustra la condición humana. O uno se burla de Jesucristo, aunque sólo sea ignorando su bondad que nos
“guía al arrepentimiento” (Romanos 2:4), o uno reconoce que él es el Hijo de Dios y deja en sus manos su futuro.
No hay otra alternativa. “El que cree en el Hijo (de Dios) tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida,
sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36). El futuro eterno de cada uno depende de la actitud que se tenga con respecto a Jesús.
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