El Señor del Universo es mi Padre
¿Acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Lucas 18:7
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios. 1 Juan 3:1
Un niño estaba de pie en la playa. Un barco de pesca regresaba bordeando la costa. El niño hacía grandes señales para llamar la atención de los pasajeros. Cerca de él había un hombre que lo estaba observando, y le dijo: «¡No seas tonto, el barco no va a cambiar de rumbo aunque muevas los brazos!». Pero inesperadamente el barco viró y se acercó a la orilla. Echaron un bote al mar y éste vino a recoger al niño. Una vez a bordo, el niño gritó desde la cubierta: «¡Señor, no soy tonto; el capitán del barco es mi padre!». Esta historieta contiene una enseñanza para nosotros los cristianos. ¿Por qué el capitán cambió de rumbo? No fue porque el niño tuviera derecho a parar el barco, sino porque se trataba de su hijo. Cuando las circunstancias de la vida son difíciles y no hay esperanza, ¿Puede ser que Dios cambie el curso de las cosas por un sólo hombre que ore? Sí, y el que gobierna el universo a menudo lo hace, porque el creyente que ora no sólo es un hombre, sino su hijo. Al igual que este niño de la playa, podemos ser incomprendidos, pero no dejemos de orar a Dios, a pesar de su grandeza, y a veces de su silencio, pues es nuestro Padre en Jesucristo, quien nos conoce personalmente. Aquel niño era insignificante ante un barco, pero ocupaba un lugar importante en el corazón del capitán.
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