Al tratar con el pasado, debemos evitar el peligro de permitir que este nos mantenga en aflicción
a causa de lo que ha sucedido.
Al contrario, debemos tener gratitud por lo que tenemos y anticipación de lo que esta por venir.
Al comenzar mi propio ministerio tuve que renunciar a una posición de pastora asociada en una iglesia.
Fue algo muy difícil de hacer y por mucho tiempo me afligí pensando en las relaciones que perdí
con personas en esa iglesia. Pasaba mucho tiempo pensando en las cosas que compartíamos juntos,
y de las cuales ya yo no era parte.
Tenía que despojarme del pasado y seguir adelante, pero mi mente y mis emociones todavía estaban viviendo
en el pasado. Finalmente gané la victoria. Me entusiasmé con el futuro, pero a la misma vez todavía estaba
desilusionada de haber perdido la posición y las relaciones cercanas que teníamos con esas personas.
La desilusión estaba adversamente afectando el gozo de mi nuevo ministerio. Era un tiempo muy confuso para mí,
pero a través de esa experiencia aprendí mucho sobre cómo dejar el pasado y abrirle el paso a lo que está por delante.
Una y otra vez Dios tiene que recordarme: “Tienes que dejar lo que está atrás. El pasado ya no es tu vida.
Ahora estoy haciendo cosa nueva” ¿Virar hacia atrás o seguir adelante? Porque los que esto dicen,
claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron,
ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza
de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad. (Hebreos 11:14-16)
Este pasaje se refiere a los israelitas que salieron de Egipto, pero que tuvieron que atravesar tiempos
difíciles antes de llegar a la tierra prometida. También dice que si ellos hubieran tenido pensamientos
de nostalgia — recordando el país que dejaron — hubieran tenido la amplia oportunidad de regresar.
En cambio, ellos siguieron adelante a pesar de los obstáculos y las dificultades porque buscaban
una tierra nueva que Dios les había preparado.
Esa es la decisión que usted y yo tenemos que hacer. Podemos escoger mirar hacia atrás con
nostalgia o podemos mirar hacia delante con gozosa anticipación. Este pasaje no sugiere que
nunca debemos recordar los tiempos buenos del pasado o a los seres queridos que han fallecido.
Pero sí sugiere que no debemos fijar nuestra mente y corazón constantemente en el pasado,
porque si lo hacemos perderemos lo que Dios tiene preparados para el futuro. Por eso es que
tenemos que hacer una promesa de no malgastar nuestras vidas pensando en lo que queda
atrás, sino que debemos extendernos a lo que está delante.
Este es un mensaje para hoy. Es algo que podemos y debemos hacer hoy y todos los días que vivamos.
Yo pensaba que este mensaje sobre olvidar el pasado aplicaba únicamente a los errores y las fallas previas.
Pero un día entendí que me sentía miserable al constantemente revivir las victorias y los logros del pasado.
Cuando algo termina debemos dejar que la cortina caiga y seguir hacia lo próximo sin hacer comparaciones.
No debemos comparar los logros y las victorias del presente con las del pasado. Si lo hacemos, abriremos
nuestro espíritu al desánimo o el orgullo. Debemos disfrutar nuestra vida completamente a través de lo que
experimentamos en el presente. Esto lo logramos cuando no comparamos las experiencias de hoy con las del pasado.
Por eso es que el Señor nos dice en Isaías 43:18, 19 que no debemos recordar las cosas antiguas,
ni considerar las cosas viejas. ¿Por qué? Porque ya no son y Dios está haciendo cosas nuevas.
Se hacen realidad ante nuestros ojos y necesitamos percibirlas y prestarles atención. Esa es la
única forma de participar y recibir los beneficios de las cosas de Dios. Dios terminará su obra
Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará
hasta el día de Jesucristo. (Filipenses 1:6) Dios nunca comienza algo que Él no piensa terminar.
Él es el autor y consumador, (Hebreos 12:2).
Muy a menudo el problema no es Dios, somos nosotros. Estamos estancados en el pasado, en las cosas viejas,
y fallamos en percibir y atender lo nuevo que Dios está haciendo hoy y ahora. La razón por la cual no podemos
prestarle atención a lo nuevo es porque todavía estamos aferrados a lo viejo.
Lo que Dios hizo ayer por nosotros es maravilloso, pero Él tiene la capacidad de hacer el doble hoy y mañana.
sacado de la web