Romanos 14:10-12 “Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios. De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí.”
SOLO EL SEÑOR JUZGARÁ A CADA CREYENTE
El Señor es el único que juzgará a cada creyente. Si todo cristiano pertenece solo al Señor, y si “Cristo para eso murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven” (v.8-9), el apóstol pregunta ahora: Pero tú (el débil), ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también (el fuerte), ¿por qué menosprecias a tu hermano?
Es una cosa terrible que los hombres se atrevan a “hacer el papel de Dios”, como se dice, pero en particular es inexcusable para quienes pertenecen al pueblo de Dios que se atrevan a juzgar y menospreciar los unos a los otros.
El trabajo que corresponde a los cristianos es servir al Señor, no usurpar su señorío presumiendo de justos en su propia opinión y juzgando a sus hermanos en la fe. Nuestro interés y preocupación debería enfocarse más bien en el hecho de que nosotros mismos vamos a ser juzgados por el Señor, porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.
Cuando nosotros al alado de todos los demás creyentes nos presentemos delante del Señor en su tribunal para rendir cuentas en su juicio “béma”:
1 Corintios 3:13-15 “Pero en ese día, el trabajo de cada uno se dará a conocer como es realmente. Ese día habrá fuego para poner a prueba su trabajo y para demostrar la calidad de lo que cada cual ha hecho.
Si lo que alguien construyó resiste el fuego, ese constructor recibirá su recompensa.
Si su construcción se quema, sufrirá pérdidas; él se salvará, pero como alguien que escapa de un fuego.”
También Pablo dio un ejemplo de hablar de nosotros mismos:
1 Corintios 4:1-5 “Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios.
Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel.
Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal humano; y ni aun yo me juzgo a mí mismo.
Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor.
Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios.”
Con una cita de Isaías 45:23 que incluye para consolidar su argumento sobre el juicio de todos los creyentes, Pablo recuerda a sus lectores que escrito está: “Por mí mismo hice juramento, de mi boca salió palabra en justicia, y no será revocada: Que a mí se doblará toda rodilla, y jurará toda lengua.”
Nuestra responsabilidad no es juzgar, despreciar, criticar o menoscabar de cualquier manera a nuestros hermanos y hermanas en Cristo. No vamos a ser llamados por nuestro Señor a rendir cuentas por los pecados y fallas de otros, sino que cada uno de nosotros dará cuenta de sí
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