Provisión
Pero si alguien no provee para los suyos, y especialmente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo. 1 Timoteo 5:8 En la casa del justo hay mucha riqueza, Pero en las ganancias del impío hay turbación. Proverbios 15:6
En estos tiempos en que la Navidad alegra nuestros corazones, pues nos recuerda el nacimiento de el Salvador, nos gusta hacer un inventario de todas las bendiciones que hemos recibido y de cuanto Dios nos ha provisto para que nada falte a nuestra vida. Entre las cosas que Dios nos proveyó y quizá la una de las más importante, está su palabra, la cual nos legó para que conozcamos su voluntad y la demos a conocer a otros y… ¿Qué tal si comenzamos por nuestra propia casa, por ese hogar que con tanto amor Dios construyó para nosotros?
Dios no nos dice que el tener Él el primer lugar en nuestra vida signifique que el resto del mundo deje de tener importancia para nosotros, debemos hacer un balance equilibrado de nuestras obligaciones para con el Señor que nos manda cuidar la familia que hemos creado.
La primera familia, esa que creamos a partir de que nos unimos en pareja, esa de la que somos responsables durante toda nuestra vida, esa que tenemos que llevar hasta los pies de nuestro Señor y Creador, esa por la que, el día que estemos en su presencia, seremos cuestionados y debemos pensar desde ahora muy bien las respuestas.
Pongámonos por un momento a pensar, ¿Qué vamos a decir cuando estemos en su presencia? Diremos algo así como: -Señor, no tuve tiempo para preparar a mi familia porque necesitaba prepararme yo para algo en lo supuse que tú me ibas a usar. ¿Por qué no nos damos cuenta que para lo primero que Dios nos quiere usar es para que llevemos a nuestra familia hacia Él?
Si analizamos la vida de Cristo, podremos darnos cuenta que nunca regaló nada material a nadie, pero nos colmó de riquezas espirituales. Nos regaló su tiempo y su atención incondicional y sin horarios, aún hoy lo sigue haciendo. Tiempo y atención son dos categorías que si no se usan debidamente provocan grandes desastres como la destrucción de matrimonios, amistades, y el descarrilamiento de los hijos. Sin embargo, la Biblia está llena de ejemplos de cómo Cristo les daba un óptimo uso. Él sólo empleaba su tiempo para orar y para predicar, ya que mediante los milagros que hizo sólo hacía esto, dar testimonio de nuestro Padre y darle gloria.
Él nunca esperó que le amáramos, Él nos amaba. Él nunca esperó que le dedicáramos nuestra atención, nosotros tenemos toda su atención siempre que la necesitamos. Él no esperaba que nos humilláramos, Él se humilló. Él nunca esperó nada a cambio y se dio por entero.
No he leído un solo mensaje que diga: - “Las multitudes estaban desorientadas y perdidas porque el Señor necesitaba todo su tiempo para leer las Escrituras” Él no era así, nunca se cansó de hablar y de mostrarnos el camino, aun siendo desechado por nosotros. Él nos regaló su tiempo y su amor sin esperar nada a cambio y esa es la mejor provisión que nos dio.
Él nos mostró desesperadamente que nos amaba hasta el punto del sacrificio, del peor, del que le costaba dolor, sufrimiento y la vida misma. ¿Y aún pensamos que proveemos para los nuestros? El tiempo que regalamos a los demás para ayudarles a conocer a Cristo ¡Eso es provisión! El amor que le regalamos a los que nos rodean, ¡Eso es provisión!
Cuidar y proteger a la familia con la que Dios nos ha bendecido es abrazar la fe cristiana y entregarnos por completo a la voluntad de Dios. Provisión es lo que Dios nos regaló en Navidad, el Anciano de Días encarnado en un bebé por amor a nosotros.
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