Luis Ortega: Como fue que se fastidió la Cumbre
Todo salió mal en la Cumbre Iberoamericana que se celebró la pasada semana en República Dominicana. Los combatientes cubanos de Miami empezaron a hacer los preparativos desde el mes de agosto. Las mujeres del MAR se mandaron a hacer nuevos vestidos negros y tenían preparados unos discursos muy bonitos. Estaban entausiasmadas. Varios patriotas de Miami se prepararon para cumplir una jornada gloriosa. Desde el mes de julio, los tres teams de combatientes que han asumido la tarea de eliminar a Fidel Castro mediante un atentado se estaban adiestrando cuidadosamente para cumplir su misión. El primer grupo lo esperaría a la salida de La Habana, es decir, cuando volara hacia República Dominicana. El segundo grupo, en el supuesto de que el primero fallara, se ocuparía de asesinarlo al momento de desembarcar en el aeropuerto de lo que una vez fue Ciudad Trujillo. El tercero estaría formado por un pequeño grupo de mártires cubanos que se iban a inmolar cuando Fidel intentara abandonar la Cumbre. El plan era perfecto porque tenía cierta flexibilidad. Aunque cada vez que hay una Cumbre se hacen planes perfectos estos siempre han fracasado por alguna razón poderosa. En cierta ocasión, según cuentan, hace años, cuando todo estaba perfectamente preparado ocurrió que al hombre que estaba listo para disparar el cohete y que tenía 72 años, le dio súbitamente un infarto y el bote tuvo que arrancar con él para el hospital. Mala suerte.
Fueron muchos los cubanos que volaron de Miami hacia República Dominicana para participar en el bochinche que iba a armar. Inclusive, habían preparado unos volantes para repartirlos en Santo Domingo, en el aeropuerto y en las calles. Un grupo de periodistas cubanos, bien entrenados, hacían guardia en el aeropuerto. Sospecho que hasta Ninoska Pérez estaba allí dando gritos. Benadette Pardo en el aeropuerto demostraba cierta ansiedad. Una vez, recién nacida, Bernadette había orinado a Fidel cuando éste había cometido la imprudencia de cargarla. Se cuenta, por otra parte, que fue Fidel el que transportó a la madre de Bernadette al hospital cuando ya estaba en los apuros del parto. Esto lo que revela es que Bernadette ya era anticastrista desde que estaba en el vientre materno. Pasa un poco como con el hijo de Vargas Llosa. Mario, antes de empatarse con los americanos y con Rockefeller, fue un furibundo partidario de la revolución cubana y adoraba a Castro. Ocurrió que su mujer, la de Mario, estaba embarazada de muchos meses, y el padre tenía la ilusión de que su hijo, desde el vientre materno, escuchara uno de los largos dicursos que pronunciaba Fidel en los primeros tiempos de la revolución. Fue un gesto muy fino de parte de Mario Vargas Llosa. Su mujer, en la plaza pública, se dispuso a oír, de pie, el discurso de Castro. Pero al cabo de cuatro horas, la pobre mujer ya no podía más y tuvieron que buscarle una silla. Cuentan que Alvarito, que así llegó a llamarse el niño, se movía incansablemente en el vientre materno... El padre, orgulloso, le contó después de Fidel que su hijo nonato lo había aplaudido desde las sombras del vientres. Yo sospecho que Fidel, todavía, le debe estar agradecido a Mario Vargas Llosa por una ofrenda tan poética.
Volviendo al tema de la Cumbre número doce, lo cierto es que todo estaba preparado para recibir a Fidel Castro en el aeropuerto. El entusiasmo era contagioso. Los cubanos siempre vibran cuando piensan que van a ver a Fidel. Yo no se qué tiene Fidel que los electriza. Es un poco ridículo, pero es así. Ahora bien, lo cierto es que esa noche, en Santo Domingo, todos se quedaron con los crespos hechos. Ya, en el minuto final, llegó la noticia. Fidel no viene. Les había tomado el pelo. Las mujeres vestidas de negro estaban indignadas. "¡Mire usted que mandarse a hacer un traje negro, viajar a esta porquería de país para protestar contra Fidel Castro y ahora ocurre que el hombre nos deja plantadas!", me imagino que alguna de las damas enlutadas estaría diciendo en voz baja. Bernadette estaba disgustada. Los tipos que habían volado de Miami a Santo Domingo estaban indignados. Me imagino que los que estaban preparando el atentado habitual se quedaron petrificados. No hay nada más triste que un discurso embotellado. Nada más doloroso que estar días y meses preparando una protesta vibrante y patriótica y, de pronto, tener que tragársela. O gastarse miles de dólares preparando un atentado minuciosamente y, de pronto, descubrir que la supuesta víctima no aparece por ninguna parte.
Entonces todos volcaron su cólera contra los pobres funcionarios dominicanos. Uno de los patriotas cubanos insultó a un guardia dominicano y el guardia le dio una paliza mientras el cubano daba gritos diciendo que él era ciudadano americano. El guardia le quitó el pasaporte y le dio varios empujones. Las damas enlutadas también fueron despojadas de sus pasaportes.
El presidente dominicano, que es un comerciante calvo que se hace llamar Hipólito Mejía, y que ha logrado un nivel tal de impopularidad en su país que las gentes no se explican cómo se las ha arreglado para que no le saquen de la Presidencia, les regaló una guayabera a cada uno de los presidentes y tuvo la amabilidad de enviarle dos a Fidel Castro. Tanto le gustó la guayabera a Castro que lo llamó para pedirle que le mandara una docena más, eso sí, pagando por ellas. Hipólito terminó vendiendo guayaberas.
Andrés Oppenheimer, el reportero argentino-judío del Miami Herald (más argentino que judío) quedó tan disgustado con la Cumbre que el pasado lunes amenazó en un artículo con no asistir a más Cumbres si los presidentes no se portaban más decorosamente. El hombre estaba furioso. Hay que tener en cuenta que el Herald es el único periódico en los Estados Unidos que toma en serio las Cumbres y lo hace por la presencia de Castro, que es lo único importante.
Luis Ortega es un periodista cubano radicado en Miami. Por la falta de libertad de expresión que hay en esa ciudad no le permiten publicar sus artículos y tiene que hacerlo en el diario/LA PRENSA de Nueva York.