Crónica de un reposo
A mis compatriotas:
Me han informado que numerosos ciudadanos se interesan por conocer mi actual estado de salud. Les contaré con la mayor amplitud posible.
El ridículo e inoportuno hecho que me sacó de circulación tuvo lugar del siguiente modo. El lunes 16 de diciembre descubro en horas de la noche cierto malestar en la parte exterior de la pierna izquierda, que se ubicaba más o menos en la zona media entre la rodilla y el tobillo. La observo rojiza, con calor, acompañado de cierto dolor. Al parecer alguna hormiga, mosquito o cualquier otro insecto me había picado en ese punto. Me parecía recordar que por la mañana estuve rascándome esa parte de la pierna. Inconscientemente me había ocasionado una pequeña lesión en la piel. Gérmenes oportunistas que suelen estar en la propia piel, sin duda aprovecharon la brecha y penetraron por ella. Los médicos acostumbran atribuir esas fechorías a unas bacterias llamadas estafilococos, que andan por todas partes y a veces se convierten en patógenos. Esa noche se me recomienda fomentos fríos de suero fisiológico y colocar la pierna de forma horizontal. No estar de pie. Se añaden unas pastillas para ayudar.
Cumplo con rigor las instrucciones los días 17 y 18. Me preocupaba especialmente una actividad comprometida para la noche de este último día con los representantes diplomáticos en nuestro país. No podía faltar, y decidí asistir. Por la madrugada del día 19, después de varias horas de intercambio de impresiones, conversación y atención a los invitados, al retirarme observé mayor inflamación y enrojecimiento en la pierna afectada. Las molestias se incrementaban. El problema inicialmente fue calificado como celulitis. Había que evitar su evolución hacia una linfangitis. Tenía por delante la conmemoración del 80o Aniversario de la fundación de la FEU al día siguiente, viernes 20, a las 6 de la tarde, y la última sesión de la Asamblea Nacional el sábado 21 a las 10 de la mañana, que eran para mí dos actividades extraordinarias de ineludible asistencia.
Fomentos fríos, antibióticos fuertes y pierna horizontal fueron las órdenes que recibí. Así vi pasar la conmemoración del 80o Aniversario, que seguí por la televisión. Tenía el gran dilema de la Asamblea, mi olímpico récord de asistencia, tal vez una marca mundial, estaba en riesgo de interrumpirse. ¿Rompía o no rompía otra vez la disciplina?
Lo peor de todo fue que supe que antes de los antibióticos y otros medicamentos modernos, el reposo era la única terapia, y que aun con esos medicamentos no hay solución para celulitis o linfangitis sin reposo. No tuve más remedio que resignarme. Era un deber proteger mi querida pierna izquierda. Con ella practiqué muchos deportes, jugué incluso fútbol, corrí en las pistas deportivas, salté, nadé, escalé montañas, recorrí miles de kilómetros en la Sierra Maestra; me moví con los soldados en el Escambray y en Girón, y participé en las Marchas del Pueblo Combatiente. Fue mi pierna guía en la política. Nunca me falló. No podía yo traicionarla ahora.
Los tres o cuatro días que me prometieron se elevaron a más de una semana. Convertida finalmente la lesión en un comienzo de linfangitis, el reposo y los medicamentos la han reducido a casi cero. Falta muy poco para disponer de nuevo totalmente de mi pierna izquierda.
No se sabe lo que he aprendido en estos días sobre celulítis, linfangitis, antibióticos, fomentos, etcétera, etcétera. Me he vuelto más enemigo de los mosquitos y otros insectos dañinos. He jurado que nunca más volveré a rascarme de una picada.
Nadie piense sin embargo que he perdido tiempo. Gracias a la televisión he seguido de cerca los más importantes acontecimientos dentro y fuera de nuestro país. Y gracias al teléfono he mantenido contacto permanente con todos los compañeros necesarios. Me he ocupado de más asuntos que los que atiendo normalmente. He dispuesto de más tiempo para leer, incluso para dormir una o dos horas más que lo habitual. Un promedio de 16 horas diarias de actividad neta.
¡No se sabe lo que vale un buen reposo! Lo habré de recordar con la misma gratitud que los 22 meses que estuve en prisión después del Moncada. Nunca en mi vida he leído tanto ni fui tan dueño de mi tiempo como en aquellos días. Después la Revolución y las tareas diarias nos transforman en esclavos. Si además se añade un período especial, se pierde la noción del tiempo, del sábado, el domingo o el lunes, de vacaciones o descanso. El agradable trabajo del revolucionario se convierte en una adicción y el tiempo nunca alcanza, aunque el esfuerzo se multiplique hasta lo infinito.
No deseo alargar esta crónica de un reposo. Estoy bien, queridos compatriotas, y me siento más optimista que nunca sobre el futuro de la Revolución.
Gracias por los sentimientos de solidaridad que por todas las vías me han transmitido.
Fraternalmente,
Fidel Castro
24 de diciembre del 2002
11:30 p.m.