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General: *El marxismo como teoría científica 1/3
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De: ATTACmx (Mensaje original) |
Enviado: 02/04/2004 00:08 |
http://groups.msn.com/ATTACPRAXISMEXICO/© El marxismo como teoría científica de la emancipación social I. Inicios del pensamiento emancipador Desde que la sociedad humana se dividió en clases antagónicas; y surgió así la explotación del hombre por el hombre, emergieron también los pensadores que se propusieron contribuir a la creación de un modelo de sociedad en el que desapareciesen la injusticia social, la opresión y la explotación del hombre por el hombre. Ni las luchas de los esclavos contra los esclavistas, ni la de los siervos de la gleba contra los señores feudales, propiciaron que en el seno de las clases explotadas surgiese un pensamiento emancipador. Hubo que esperar hasta el Renacimiento -en el que se manifestaba ya claramente la crisis de la sociedad feudal- para que surgiesen comunistas y socialistas utópicos de la talla de Tomás Moro y Tomás Campanella, que fueron seguidos por Meslier, Morelly, Mably, Esteban Cabet, Godwin, hasta culminar en los grandes socialistas utópicos del siglo XIX: Saint Simon, Charles Fourier y Robert Owen. II. Valoración por Marx y Engels del socialismo utópico Marx y Engels, no obstante la crítica científica que realizaron del socialismo utópico, siempre valoraron positivamente las aportaciones geniales de tales socialistas utópicos a la doctrina de la emancipación social, pero dejando también constancia de que el socialismo utópico era incapaz de aglutinar una fuerza social revolucionaria o de transformación social. Realmente, ni siquiera lo pretendían los socialistas utópicos, ya que basándose en grandes ideas abstractas, expresadas siempre con mayúsculas (Justicia, Libertad, Igualdad, Fraternidad, &c.) no se dirigían a una clase social concreta sino al conjunto de la sociedad. Para los elaboradores del socialismo utópico, el problema social no radicaba en una contradicción o contraposición de intereses sociales, que por su antagonismo revestía la forma de lucha de clases, sino que su origen se debía a la ignorancia -tanto por parte de los explotadores como de los explotados-, de una concepción justa de la sociedad. Según los socialistas utópicos del siglo XIX, para disipar esa ignorancia bastaría con la realización del ideal colectivista, a través de la implantación de un modelo de comuna, falansterio, comunidad colectiva, &c. III. La perspectiva de Marx y Engels La perspectiva de Marx y Engels fue diametralmente opuesta a la de los socialistas utópicos. Compartiendo con los grandes socialistas utópicos la indignación moral contra la explotación, la opresión y el dominio de clase, no basaron su teoría emancipatoria en los grandes ideales éticos expresados con letras mayúsculas, sino en el estudio científico de la sociedad real a transformar. En una carta que Carlos Marx dirigió a su amigo Wedemeyer, le explicó que él no había descubierto la existencia de las diferentes clases sociales, ni elaborado la teoría que explicaba su lucha. Según Marx, su aportación a la teoría social se centraba en la culminación de la lucha de clases en la dictadura del proletariado o dominación económica, política y social de la clase obrera sobre el conjunto de la sociedad. Sobre la base del estudio de la realidad social a transformar, Marx y Engels aportaron a la teoría del proceso emancipatorio del proletariado los siguientes puntos nodales: 1. Una concepción del mundo racional: el materialismo filosófico no mecanicista 2. Un método de análisis de la realidad: la dialéctica materialista revolucionaria. 3. Una teoría del desarrollo social: la concepción materialista de la historia y la función de la lucha de clases como motor de la historia. 4. La especificidad de la función del proletariado en la lucha de clases. Su misión como clase universal. 5. El descubrimiento de las leyes que rigen el origen y desarrollo del Capitalismo, así como las leyes de la acumulación y concentración del capital. 6. La teoría de la plusvalía como fundamento del desenmascaramiento de la explotación capitalista. 7. El principio universal del internacionalismo proletario. 8. La formulación de las premisas generales para lograr el tránsito del Capitalismo al Socialismo. IV . Valoración de Marx La mayoría de los filósofos e historiadores contemporáneos, coinciden en considerar que junto con Newton, Darwin, Einstein y Freud, Marx ha contribuido decisivamente a configurar nuestra época. A partir de Marx ha cambiado nuestra concepción de la filosofía, de la Historia, de la economía, la sociología y la política e incluso, de la ética y de la estética. Los hombres actuales casi no somos capaces de concebir que, prácticamente cuando hablamos o pensamos, utilizamos conceptos y categorías marxistas. En esta situación están también incluidos algunos empresarios capitalistas. De hecho, el impacto de la obra de Marx sobre la sociedad ha sido tan considerable como notoria su influencia sobre el destino de los trabajadores y de los pueblos. En ese sentido, el haber dotado a la clase obrera, y a los pueblos en general, de los instrumentos teóricos necesarios para que éstos puedan abordar su proceso autoemancipatorio, ha constituido un verdadero hito de la historia universal. Las grandes revoluciones sociales de nuestra época se han desarrollado bajo la inspiración y la bandera del marxismo: Revolución Soviética de Octubre, Revolución China, Revolución Vietnamita, Revolución Cubana. También las luchas contra el colonialismo y por la emancipación de los pueblos dependientes, han tenido una fuerte impregnación de la teoría emancipatoria marxista. Los trabajadores que siguen sometidos al régimen de explotación capitalista también se han beneficiado del impacto del marxismo sobre la sociedad. Aunque, por una ironía de la historia, las teorías revolucionarias de Marx han tenido una mayor incidencia sobre los países subdesarrollados, no por ello tal incidencia es despreciable en Occidente. Si bien es cierto que la fuerte implantación de la clase dominante en los países occidentales ha impedido profundos procesos revolucionarios de transformación social en tales países, sin embargo el marxismo ha proporcionado a los trabajadores occidentales conciencia de su fuerza social y orientación de como aplicarla. Ello ha obligado a la clase dominante a hacer importantes concesiones en la lucha de clases, que no cambia la esencia del sistema capitalista, ya que subsiste la explotación de los trabajadores. El «Estado del Bienestar» (Welfare State), que ha sido una de las consecuencias de tales concesiones, no obstante sus limitaciones, que varían según los países, ha supuesto una cierta mejoría del nivel de vida de los trabajadores. De ahí que la actual ofensiva neoliberal contra tales conquistas sociales trata de retrotraer a los trabajadores al estado de indefensión en el que se encontraban a comienzos del siglo XIX. V. Causas de la permanente significación del marxismo Según el gran historiador marxista británico Eric Hobsbawm, las causas de la permanente significación del marxismo, son: 1. Su abierta crítica del sistema capitalista. Si el Capitalismo hubiese resuelto los problemas de muestra época, nadie se ocuparía ya de una teoría, como la marxista, cuya esencia sigue siendo la critica del Capitalismo. 2. La transformación del mundo que han emprendido personas inspiradas por Marx ha sido efectivamente colosal. Un tercio del mundo ha sido, de una u otra forma, transformado, y este es un elemento que hace mantener el interés por el marxismo. Por esa razón, el marxismo continúa siendo una alternativa de forma de vida. 3. El marxismo es una forma de pensar, la cual ha inspirado a diversas generaciones. Reviste una importancia particular la concepción materialista de la historia. VI. Crisis y vigencia del marxismo Los procesos de crisis del denominado modelo de socialismo real que culminaron con la desintegración del Bloque de Estados socialistas de Europa central y oriental, ha suscitado con fuerza la existencia de una crisis global del marxismo que conduciría a su obsolescencia definitiva como teoría del desarrollo social. En realidad, el tema de la eventual crisis del marxismo no es nuevo, ya que puede remontarse hasta los propios orígenes del marxismo como teoría revolucionaria. Ello suscitó la afirmación irónica de Lenin, de que la vitalidad y vigencia del marxismo encontraba su mejor confirmación en el hecho de que sucesivas generaciones de profesores se habían dedicado a refutar el marxismo, o a darlo por fracasado, muerto u obsoleto. Así se produjeron diversas batallas ideológicas contra la denominada «hidra marxista». Esta lucha ideológica no obtuvo nunca resultados definitivos. Este fenómeno ha quedado muy bien caracterizado por el sociólogo Ramesh Mishra en su obra El Estado de Bienestar en crisis. Pensamiento y cambio social, cuando dice: «El marxismo quizás sea la aventura política e intelectual más fascinante de muestro tiempo. Política revolucionaria, religión secular, fantasía utópica, teoría social, análisis duro y teórico del capitalismo, filosofía de la historia, socialismo científico, y muchas cosas más a la vez, ha estado amenazando al capitalismo por más de un siglo. En más de una ocasión, sus contrincantes burgueses han estado convencidos de que al fin descansaba en el cementerio de la historia de las ideas. En todas las ocasiones, ha regresado de la muerte para burlarse de la ciencia social «burguesa» y para cuestionar sus vanas pretensiones. La buena suerte ha sonreído al marxismo, cuando la buena fortuna del capitalismo palidecía. No es de extrañar, por lo tanto, que en la década del 70, cuando la economía capitalista se enfrentaba a graves problemas, la sombra del marxismo volvía a ocupar un puesto importante.» En ese sentido, el fenómeno que se había denominando, durante muchas décadas, la «crisis del marxismo» -también en algunos casos, «crisis y obsolescencia del marxismo»- había constituido, fundamentalmente, una batalla ideológica promovida por los enemigos del marxismo para neutralizar su operatividad revolucionaria. De ahí su rechazo académico, durante más de un siglo, y las numerosas obras publicadas con la finalidad de refutar al marxismo o considerarlo obsoleto. VII. La operatividad del marxismo A pesar de la presunta obsolescencia del marxismo, no obstante, a todo lo largo de los siglos XIX y XX, el marxismo siguió demostrando su operatividad tanto en el plano de la metodología de la investigación científica como en el de la elaboración y aplicación del marxismo al análisis de la situación de diversos países. Para confirmar esta opinión, bastaría con citar el reconocimiento que muy diversos científicos -de distintos campos de la investigación científica- han realizado de la ayuda que la metodología marxista les proporcionó en sus tareas de investigación y en sus trabajos científicos. A su vez, en el plano de la praxis política, el marxismo demostró una fecundidad sin precedentes en la historia de las ideas y de las teorías políticas. Los mayores movimientos de masas de nuestro tiempo, fueron suscitados e impulsados por el marxismo. Bajo la inspiración del marxismo surgieron, se desarrollaron y adquirieron operatividad suficiente para cambiar la historia de diversos países. Aunque no en las condiciones previstas inicialmente por Marx y Engels, como consecuencia de la directa aplicación de las estrategias marxistas, se realizaron revoluciones sociales como las que tuvieron lugar en naciones como Rusia, China, Vietnam, &c. La estrategia revolucionaria de Lenin, tan didácticamente expuesta en obras como ¿Qué hacer?, Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática y en Las tesis de Abril, no constituía una desviación de los principios revolucionarios del marxismo, sino de su aplicación creadora a unas condiciones políticas concretas. La tesis de Lenin sobre la posibilidad de la ruptura del eslabón más débil de la cadena imperialista -basada en la profundización que Lenin realizó de los análisis marxistas del capitalismo monopolista- se confirmó plenamente con el desarrollo de la Revolución Soviética de Octubre de 1917. Contrariamente al proceso de «exportación de la Revolución» que se realizó en la década del 40, en los países de Europa oriental y central ocupados por el Ejército soviético, al liberarlos de los nazis, en los territorios dominados secularmente por el Imperio Zarista tuvieron lugar auténticos procesos revolucionarios que no contradecían las premisas objetivas y subjetivas que los clásicos del marxismo habían considerados indispensables para su éxito inicial y consolidación posterior. No obstante, tanto los clásicos del marxismo como el propio Lenin habían considerado siempre que esa consolidación, y la ulterior construcción del socialismo, sólo se podría realizar satisfactoriamente si el proceso tenía carácter universal y se desarrollaban revoluciones socialistas en diversos países europeos. Precisamente, fue el fracaso de tales procesos revolucionarios -especialmente los de Alemania-, en gran parte consecuencia del respaldo de los dirigentes socialdemócratas a sus respectivas burguesías, y la necesidad de que, por eso, se tuviese que intentar la edificación del socialismo en un sólo país aislado y atrasado, uno de los factores más relevantes que determinaron la ulterior deformación del régimen soviético que hizo crisis en el proceso de la «perestroika». VIII. Las estrategias revolucionarias Las estrategias revolucionarias, aplicables a los países occidentales del capitalismo avanzado, también se inspiran en el marxismo. Tanto en las tesis originales de Marx y Engels, como en la posterior concepción de Gramsci, expuesta en su trabajo Guerra de movimientos y guerra de posiciones -utilizando una metáfora bélica, basada en los conceptos de bloque histórico, hegemonía, &c.- las estrategias revolucionarias del marxismo suscitan la posibilidad de que el marxismo, como método de análisis de la realidad social a transformar, y como proyecto emancipador de clase, haya quedado gravemente afectado por el fracaso, al menos temporal, de la experiencia socialista que de 1917 a 1991 se realizó en la URSS. Tal tesis podría encontrar un fundamento en quienes sostienen la tesis de que, sin las consecuencias que se derivaron de la Revolución Soviética de 1917, concretadas en la posterior creación de un sistema de Estados socialistas -cualquiera que fuese el grado de su deformación burocrática- Marx no habría pasado de ser uno de tantos reformadores sociales que se han dado a lo largo de la historia del género humano. De ahí que no obstante haber sido la tesis de la crisis del marxismo un tema recurrente - desde que Marx y Engels desarrollaron la tesis del socialismo científico, o marxismo-, es también cierto que la crisis y hundimiento posterior de los regímenes sociales que habían adoptado el modelo del denominado socialismo real constituye un viraje histórico suficiente para considerar la existencia real de una crisis global del marxismo. IX . El marxismo y las consecuencias históricas de la Revolución soviética En la más de una década transcurrida desde la desintegración de la URSS, y del sistema de Estados socialistas que en Europa central y oriental se habían nucleado en torno a su hegemonía, se han publicado diversos trabajos, del más diversificado significado político, tratando de explicar la causa de tal proceso de crisis, y las consecuencias teóricas que de ellas podrían derivarse, respecto a la vigencia del marxismo. En ese sentido ha sido quizás el filósofo y sociólogo polaco Adam Schaff quien más ha profundizado en el análisis de dicha temática. En una síntesis periodística de su posición, publicada con el titulo de «La venganza póstuma de Marx», en el diario español El País, Schaff sostenía que la causa fundamental del hundimiento del sistema de Estados socialistas de los países de Europa central y oriental había sido que en su implantación y desarrollo no se habían respetado las condiciones objetivas y subjetivas que Marx había considerado indispensables para la edificación de la sociedad socialista. De ahí el titulo de su artículo, ya que Marx, en cierto modo, se había vengado póstumamente de esa falta de respeto. Tal metáfora suponía sostener, de hecho, que el hundimiento del modelo de «socialismo real», lejos de refutar las tesis del marxismo, constituía la más plena verificación en una práctica histórica determinada. Debe precisarse que Adam Schaff, al analizar esa falta de condiciones objetivas y subjetivas, no se refiere a la iniciación de la Revolución Soviética de Octubre, donde sí considera que se daban tales condiciones, sino al intento posterior de edificar el socialismo, donde tales condiciones evidentemente faltaban. Empero Adam Schaff no limitaba a Marx la necesaria referencia teórica acerca de las condiciones necesarias para la eficiente edificación de una sociedad socialista. Precisando el problema, a juicio de Adam Schaff, la constitución del proletariado como una clase dominante significa la fundación de un nuevo tipo de Estado basado en unos principios político-jurídicos nuevos y específicos suyos, lo que no está en contradicción con que este Estado nuevo pueda, si es necesario, utilizar la violencia para aplastar la resistencia de las viejas clases dominantes. Precisamente en esto era en lo que pensaba Engels cuando sostenía que la República Democrática es una forma específica de dictadura del proletariado; en esto pensaba también Gramsci, alguien de quien no se ha valorado suficientemente su calidad de teórico marxista, cuando subrayaba la contraposición entre el concepto de hegemonía político-moral del proletariado y el concepto de hegemonía administrativa. Es decir, realizada através de la pura violencia, no apoyada en ningún consenso social. X. Las dos hegemonías Es obvio, sin más, que una «dictadura sin proletariado» así concebida no excluye la posibilidad del pluralismo, tanto en el terreno político (partidos), como en el ideológico, y esto es lo que tenía Engels presente cuando sostenía que la República Democrática sería la forma especifica de dictadura del proletariado en la etapa de transición del capitalismo al socialismo. Por su parte, la dictadura de la burguesía, en el marco del Estado burgués, no excluye, cuando adopta la forma de una República así, el pluralismo político interclasista. La fórmula de Lenin, según la cual la dictadura del proletariado suponía un ejercicio del poder no limitado por ningún principio jurídico, respondía a las condiciones de la sangrienta lucha contra la contrarrevolución, que se dio en Rusia durante la guerra civil entre blancos y rojos, y era la expresión del «terror rojo» surgido como respuesta al «terror blanco». Es decir, era la expresión de una fórmula acuñada in extremis. Lenin era, sobre todo, un teórico y un práctico de la revolución, y ésta no fue la única vez que dio una configuración de definición general a una formulación muy determinada, coherente con las necesidades inmediatas de la lucha y la situación relacionada con ella. Para conseguir precisar debidamente si el proceso de deformación sufrido por el desarrollo ulterior de la Revolución Soviética suscitaba, o no, una crisis del marxismo, Adam Schaff intenta resolver también algunas de las confusiones originadas por las distintas interpretaciones que se han realizado del concepto de dictadura del proletariado. Y así argumenta: «Como ya señalábamos en las consideraciones anteriores, no puede haber ninguna duda en lo relativo a que Marx y Engels defendían la necesidad de «una dictadura del proletariado» como período de transición, y que Marx consideraba esta tesis como su aportación fundamental y original a la teoría de la lucha de clases; pero también está fuera de toda duda que Marx y Engels le daban al concepto un carácter distinto al que posteriormente le dio Lenin, particularmente en algunas formulaciones extraordinariamente exageradas del periodo de la guerra civil, y, en particular, un contenido distinto al que adquirió el concepto de dictadura del proletariado en el periodo en que Stalin dirigió el PCUS y el Estado soviético. Por consiguiente, puesto que en ambos casos se entienden contenidos distintos, bajo los mismos términos. Pensemos en la definición engelsiana de la dictadura del proletariado como República Democrática, y en la formula leninista como un poder no limitado por ningún principio jurídico; pensemos también en la definición de Gramsci, y en su distinción entre la dictadura del proletariado como coerción administrativa, y como hegemonía política y moral. Existe el peligro de una equiparación, como fruto de un malentendido semántico. Por eso parece oportuno y justificado abandonar una designación actualmente equívoca y centrarse en la especificación de las nuevas intenciones.» XI. La Revolución Soviética cumplió las condiciones exigidas por Marx Estas precisiones de Adam Schaff acerca de la deformación que sufrió el concepto de «dictadura del proletariado» -y sobre todo, su práctica aplicación- no pretenden rechazar la Revolución Soviética, ya desde su fase inicial. Se refieren a la etapa histórica que se inicia con la victoria de Stalin contra Trotsky y la vieja guardia bolchevique y, sobre todo, al intento de implantar el socialismo manu militari, a pesar de que entonces no se daban las condiciones objetivas que el marxismo consideraba indispensables para construir una sociedad socialista. Respecto a la Revolución Soviética de Octubre de 1917, la posición de Adam Schaff es rotunda: «La Revolución de Octubre fue una revolución socialista adecuada a las condiciones y circunstancias sociopolíticas de la Rusia zarista de 1917. Y, además, a una combinación muy particular de la misma, porque, como es sabido, Lenin no excluyó otro modelo posible de revolución socialista rusa: el de una evolución política hacia el socialismo sobre la base de un pluralismo político, al menos entre la izquierda.» Globalmente, Adam Schaff llega a la conclusión, a través del análisis concreto de los procesos de deformación que el socialismo sufrió en los países de Europa central y oriental, donde se impuso el modelo de socialismo real, que la práctica histórica había confirmado la certera visión de Gramsci sobre la imposibilidad de construir una sociedad socialista, sin haber logrado, previa o simultáneamente, el consenso ampliamente mayoritario de la población del país concernido. Consenso que sólo puede lograrse actuando en el campo de la cultura, para conseguir implantar la hegemonía cultural y moral del nuevo Bloque Histórico emergente. La aportación específica de Gramsci en el campo de la previsión científica para la transformación social, la sitúa muy bien Adam Schaff, al precisar: «Mientras que Marx subrayaba la importancia de las condiciones objetivas de la revolución, Gramsci desarrollo, en un periodo posterior, aprovechando la experiencia de la Revolución Soviética, la teoría del consenso como teoría subjetiva de la revolución socialista.» Este tema de las condiciones necesarias para la revolución socialista -tanto de las objetivas como de las subjetivas- Adam Schaff lo considera suficientemente relevante para dilucidar si el destino final de los Estados socialistas, surgidos como consecuencia de los efectos inmediatos o posteriores de la Revolución Soviética, confirman o ponen en cuestión la teoría marxista. Como consecuencia de su preocupación por esta problemática, Adam Schaff la plantea, tanto en forma general como en su especificidad concreta, en el proceso histórico que el denomina el caso polaco. En el plano general, precisa: «La realización del socialismo, como forma de sociedad superior no es, pues, cosa puramente dependiente de la voluntad. No puede reducirse simplemente a los píos deseos de los hombres. La esencia de la cosa debe cifrarse en la tesis marxista de que, para la victoria del socialismo, no sólo es de todo punto necesario que los hombres que llevan a cabo la revolución socialista quieran tal victoria, sino que puedan asimismo alcanzarla en las correspondientes condiciones concretas. La conciencia de que el triunfo de la Revolución (en el sentido más amplio de la realización de relaciones interpersonales cualitativamente nuevas en la sociedad, no en el restringido del derrocamiento de la burguesía) no depende exclusivamente de la voluntad de quienes luchan por él, sino también de los elementos necesarios para la configuración de una nueva sociedad, diferencia -entre otras cosas- la aproximación científica del marxismo, a los problemas del socialismo, de las ensoñaciones de los socialistas utópicos y de los anarquistas. La conclusión a deducir, de todo ello, será sin duda, en cuanto altamente sobria y racional, una ducha fría para la impetuosidad de determinados exaltados extremistas: el socialismo, en modo alguno, puede -ni debe- ser realizado ad libitum, sino allí donde se dan las condiciones necesarias. Allí, en fin, donde las condiciones económicas y sociales están maduras para ello. Sobre estas circunstancias y condiciones Marx se manifestó en muchas formas: en
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