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De: OmarComas1  (Mensaje original) Enviado: 14/06/2004 20:26






La sangre de Santa Águeda: Angiolillo,
Betances y Cánovas

Frank Fernández

Fernández,
Frank: La sangre de Santa Águeda: Angiolillo, Betances y Cánovas, Miami,
Universal, 1994 (Cuba y sus Jueces), XXXII + 186 págs.


El autor nos
sitúa en la última década del siglo xix, cuando tres biografías se cruzan en el
destino: la de un anarquista italiano, la de un independentista portorriqueño y
la de un conservador y presidente del gobierno español de la época. Son también
tres intereses diferentes que a veces coinciden. El imperio español todavía
conserva, con una política represiva, sus últimas colonias: Cuba, Puerto Rico y
Filipinas (no son en realidad las últimas, España mantiene todavía algunas en
África, que ha ido perdiendo a lo largo del siglo xx). La situación en el
interior de la Península es de gran tensión. El movimiento obrero es perseguido
y reprimido, especialmente el anarquista. El Castillo de Montjuich es el
escenario donde cientos de hombres y mujeres son torturados, acusados de
crímenes que nunca cometieron. Cánovas del Castillo gobierna con puño de hierro
para tratar de dominar la situación.

Angiolillo, un anarquista de origen
italiano exiliado a Francia y a Inglaterra, escucha de boca de los anarquistas
españoles deportados las torturas y mutilaciones que sufrieron los compañeros en
Montjuich por las autoridades españolas, y toma la decisión de dar respuesta a
tamañas barbaridades. Después de estudiar la situación, decide ejecutar al
máximo responsable, el por entonces presidente del gobierno Antonio Cánovas del
Castillo. Aunque hay dudas y lagunas en la historia, parece que el
independentista portorriqueño, el doctor Betances, que por entonces residía en
su exilio francés, tuvo algunas entrevistas con Angiolillo. Con la muerte de
Cánovas se daba respuesta a las atrocidades cometidas con los anarquistas, y los
independentistas podían, con más posibilidades, conseguir emanciparse del
dominio imperial.

Algunos españoles eran partidarios de la independencia
de las colonias. El federalista Pi y Margall fue un destacado defensor de esta
postura y los periódicos del entorno libertario de la época defendían la justa
causa de los oprimidos. El gobierno, por el contrario, estaba dispuesto para la
guerra y envió a la isla de Cuba un contingente de militares españoles hasta
entonces desconocido. Los anarquistas que vivían en las colonias tenían sus
dudas y diferencias con los independentistas porque veían en su intenso
nacionalismo la posibilidad de que estos suplantaran la tiranía que gobernaba
desde la Península; además de que en el mundo libertario, si bien se ha luchado
siempre contra las injusticias, vengan de donde vengan, o sean del signo que
sean, nunca se vieron bien las fronteras (mi patria, el mundo; mi familia, la
humanidad). También eran conscientes, por otra parte, del interés de Estados
Unidos por suplantar a España en sus funciones. Cuba y Puerto Rico, al fin y al
cabo, están a pocas millas de sus costas. Frank Fernández también perfila las
relaciones entre un imperio en decadencia (el español) con otro en expansión, el
americano (Estados Unidos).

El día 8 de agosto de 1897, en el balneario
de Santa Águeda (Guipúzcoa), durante su descanso veraniego, Cánovas del Castillo
es abatido por tres tiros que le dispara Michele Angiolillo. Durante días, el
anarquista italiano, que se hizo pasar por periodista para no levantar
sospechas, se cruza con Cánovas, a quien saluda cortésmente en la dependencias
del balneario. El día de los disparos, el político y gobernante español se
encontraba solo. Su mujer, al oír las detonaciones, acudió en su socorro e
increpó a Angiolillo, que le contestó: «A usted la respeto porque es una señora
honrada; pero he cumplido con mi deber y estoy tranquilo. He vengado a mis
hermanos de Montjuich.» Acto seguido, y con su pistola aún cargada, se entregó a
las autoridades. Unos días después del magnicidio, el día 20 de agosto, tras un
proceso militar sumarísimo, era ejecutado a garrote vil.

«Para acabar con
la insurrección en Cuba sólo hacen falta tres balas, una para Martí, otra para
Maceo y otra para Gómez», sentenciaba Cánovas. El destino hizo que esas tres
balas las recibiera en sus propias carnes. Aunque no siempre quien a hierro mata
a hierro termina, el político español murió de tres balazos directos, cercanos y
certeros. Muchas fueron las víctimas de la política imperialista, sanguinaria y
autoritaria de Cánovas del Castillo, pero esto no ha impedido (¿quizás sea la
razón?) que muchas calles y una fundación lleven su nombre, que en las plazas se
coloquen estatuas con sus efigies... Para hombres como Michele Angiolillo, pocas
páginas de la Historia, pocos estudios biográficos que analicen las razones por
las que un hombre se ofrece a entregar la vida al realizar un
magnicidio...


Por el texto y las explicaciones que se van dando a lo
largo del libro, se ve
que Angiolillo es un hombre que actúa por una idea y
sabe que su acción le va a costar la vida. ¿Qué actitud, salvo el fanatismo, que
no sea por el ideal, podría conducir a un hombre a entregar su vida? Sin
embargo, en la página 41 hay una errata que viene a decir lo contrario: «Debemos
hacer constar que la retribución es su motivación básica y primaria», cuando en
realidad debiera decir: «Debemos hacer constar que la retribución no es su
motivación básica y primaria.» Las erratas son como los duendes, se cuelan donde
menos te lo esperas. Hay otra en la página 158 que indica que la Segunda
República española se proclama el 14 de abril de 1933. Se refiere a
1931.

En opinión de Fernández: «El acto de Angiolillo sólo es comparable
con el atentado producido en Sarajevo contra el archiduque y heredero de la
corona, Francisco Fernando, a manos de Gavrilo Princip, que provocó en 1914 la
Primera Guerra Mundial.» ¿Puede un magnicidio cambiar el destino de la Historia?
¿Es ético? ¿Es eficaz para la libertad y la justicia de los pueblos ejecutar a
los tiranos? El anarquismo se ha dividido en algunos momentos en torno al uso de
la violencia, pese a su lema: «Paz a los hombres, guerra a las instituciones»,
las energías ácratas se destinan a la destrucción de las estructuras de Poder
para emancipar al hombre, pero también ha habido atentados. La interpretación
del compañero Frank Fernández, después de una exposición de los hechos, de un
análisis de la realidad y de un estudio realizado a conciencia, concluye con que
actos como el de Angiolillo cambiaron el destino de la Historia.

Bien
estructurado, el libro nos da a conocer unos hechos históricos, analizando el
uso de la violencia, el amor por la libertad y el deseo de justicia social de
los pueblos oprimidos. Nuestro compañero alcanza su pretensión al convertir un
tema tan árido como es el de la Historia, en algo ameno, sencillo, directo..,
lejos de lo que algunos, irónicamente, llaman ladrillos, obras monumentales
accesibles tan solo para una élite que ya conoce los entresijo y que desea
profundizar en ella. Este libro es un buen ejemplo para popularizar la
Historia.

Amador



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