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De: matilda  (Mensaje original) Enviado: 09/08/2004 14:24
De ciertos usos y costumbres
Juan Gelman
Pàgina/12 - Buenos Aires

La ayuda humanitaria es una de las víctimas de la
guerra que no cesa en Afganistán. La Oficina del Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados
interrumpió el jueves último “hasta nuevo aviso” las
actividades de capacitación y financiamiento de los
retornados que llevaba a cabo en el sudeste del país
por intermedio de Malteser Hilfsdienst. Dos miembros
de ese organismo alemán fueron asesinados, muy
probablemente por un grupo talibán, cuando su vehículo
se desplazaba por la carretera Zurmat-Gardez, al norte
de Kandahar.

Ocho días antes, Médicos Sin Fronteras (MSF) había
anunciado la suspensión de todos sus programas y su
retirada completa de Afganistán, luego de 24 años de
labor continua allí que ninguno de los variados
regímenes políticos y militares que se sucedieron en
tal período logró suprimir.

Dos razones precipitaron la decisión de MSF. La
primera: el 2 de junio, cinco de sus integrantes
fueron asesinados en una emboscada talibana en la
provincia noroccidental de Baghdis, pese a que las
siglas de la organización identificaban claramente al
vehículo que los transportaba. Las autoridades afganas
individualizaron a los autores del atentado, pero no
los detuvieron y ni siquiera emitieron las
correspondientes órdenes de captura.

“La falta de respuesta del gobierno a estos asesinatos
denota irresponsabilidad y falta de compromiso con la
seguridad del personal de atención médica que trabaja
sobre el terreno”, acusó MSF. Es verdad que el
“gobierno” de Karzai controla poco más que Kabul y sus
alrededores. No es menos cierto que, en última
instancia, resulta perjudicado un sector muy
vulnerable de los civiles afganos, siempre tomados
entre el fuego talibán y el de las tropas ocupantes.

La segunda razón es igualmente bárbara. “La violencia
contra los voluntarios de la asistencia humanitaria
–denuncia MSF– se produce en un contexto en que la
coalición dirigida por EE.UU. procura persistentemente
usar esa ayuda a fin de conseguir apoyo para sus
ambiciones militares y políticas”. En efecto: el
12-5-04, MSF condenó públicamente la distribución de
volantes en el sur de Afganistán que conminaban a la
población a proporcionar datos sobre los talibanes y
Al-Qaida; de lo contrario, toda ayuda acabaría. Esta
manera de “ganar mentes y corazones” no logra hasta el
momento suscitar mucha información. En cambio,
organismos como MSF aparecen ante los afganos como
carentes de la imparcialidad y la neutralidad
necesarias respecto de las partes en conflicto,
“poniendo en peligro la vida de los voluntarios y
socavando la asistencia a los necesitados”. Más de 30
de esos voluntarios fueron abatidos en Afganistán
desde comienzos del 2003. Los talibanes consideran que
son “agentes yanquis”.

Se comprende “el profundo sentimiento de tristeza y de
cólera” con el que MSF anunció su salida del país.
Hasta los asesinatos del 2 de junio, 80 especialistas
extranjeros y 1400 voluntarios locales prestaban
servicios básicos y hospitalarios de atención a la
salud en 13 provincias y llevaban adelante –entre
otros– programas destinados a reducir la tasa de
mortalidad materno-infantil y atemperar los estragos
de la tuberculosis. MSF está traspasando al Ministerio
de Salud afgano la ejecución de esos proyectos, con la
pérdida consiguiente de eficacia. La oferta de las
fuerzas invasoras –“ayuda por información” o “comida
por delación”– ha tornado muy borrosa la línea que
separa la asistencia humanitaria de los operativos
militares.

“Esa asistencia sólo es posible si las tropas respetan
la seguridad de los voluntarios empeñados en prestarla
–señaló Michael Neuman, encargado de programación de
MSF (IPS, 4-8-04)–. Por eso exigimos a la coalición
que se abstenga de toda actividad que pretende poner
la ayuda humanitaria al servicio de sus objetivos
políticos y militares”. Diderik van Halsema, miembro
de MSF que fue evacuado de Kabul, observó de camino al
aeropuerto que junto a su automóvil pasaban camionetas
de color blanco iguales a las que Médicos Sin
Fronteras utilizó durante los 24 años que permaneció
en Afganistán. Sólo que no portaban identificación
alguna y transportaban efectivos de la coalición
(boletín del MSF del 1-8-04).

Los volantes arrojados desde el aire que amenazaban
con cortar toda clase de ayuda si la población no
aportaba inteligencia incluían la imagen de una
muchacha afgana cargando un costal de trigo. Se trata
de “un intento transparente e inaceptable de
tergiversar los principios humanitarios”, calificó
Kenny Gluck, director de operaciones de MSF en los
Países Bajos.

El lunes pasado, W. Bush lamentó que Médicos Sin
Fronteras dejara Afganistán. No me diga.



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"Toda memoria es individual, no puede reproducirse,
y muere con cada persona. Lo que se denomina memoria
colectiva no es un recuerdo, sino una declaración;
que esto 'es' importante y que 'ésta' es la historia
de lo ocurrido" (Susan Sontag).

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