Si fuera necesario demostrar el carácter vengativo de Fidel Castro y la mezquindad de su dictadura, el caso de la doctora Hilda Molina bastaría para probarlo.
La reconocida neurocirujana espera en La Habana, desde hace diez años, viajar a Argentina para reunirse con su hijo, el también neurocirujano Roberto Quiñones Molina y conocer a su nuera y sus dos nietos.
La autorización para esa salida del país depende directamente de Castro. De él provienen las reiteradas negativas que el régimen cubano le ha dado a numerosas figuras políticas, que han intervenido en favor de la doctora Molina a lo largo de una década.
El pasado viernes se conmemoró un nuevo aniversario de la proclamación por Naciones Unidas de la Declaración Universal de Derechos Humanos. A propósito de la fecha vale la pena recordar el caso de la doctora Molina.
Por eso y porque hace unos días el presidente argentino Nestor Kirchner, envío una carta a Castro pidiendo que deje viajar a Molina a Buenos Aires. No es la primera vez que lo hace. En diciembre del 2003, Kirchner pidió también lo mismo, sin resultados.
¿Quién es la doctora Molina? ¿Por qué la dictadura cubana no la deja salir del país? ¿Posee acaso secretos inconfesables de la dictadura castrista? ¿Tienen algo que ver con los criterios de Molina sobre las incursiones del narcotraficante norteamericano, Robert Lee Vezco -ahora encarcelado en la isla-, en la industria biomédica cubana? ¿O se trata, simplemente, de una mezquina venganza de Castro?
Molina, de 61 años, fundó y dirigió desde 1989 el Centro Internacional de Restauración Neurológica hasta que renunció y rompió con el régimen en 1994 ''respondiendo a los dictados de mi conciencia y mi corazón'', según explicó entonces en una carta abierta. Renunció también como diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular cargo para el cual había sido electa, ''en reconocimiento a mi labor científica'', como indicó en la misma misiva.
Como científica Molina es una reconocida pionera internacional de implantes en el cerebro para combatir el mal de Parkinson. Se ha expresado contraria al uso en Cuba de tejidos de fetos humanos para los extranjeros que pagan el injerto en moneda dura.
En su condición de directora del Centro, Molina trabajó en un programa de atención integral al envejecimiento, concebido y diseñado por ella, en particular en la obtención de una crema estimulante para masajes destinados a la restauración biológica geriátrica.
Como otros cubanos de su generación Molina fue en su juventud una firme defensora de la revolución cubana. En los años 60 formó parte de las fuerzas armadas por cuatro años y después de graduarse de la escuela de Medicina, en 1974, estuvo más de dos años en Argelia como parte de un contigente médico que Cuba envió a esa nación norafricana.
Mucha agua ha pasado por debajo del puente desde entonces. Tanta, que el argumento esgrimido por la dictadura en casos semejantes, es rídiculo. ¿Qué secretos puede poseer Hilda Molina? ¿Cuáles serían los trastornos que esta científica pudiera ocasionarle al país en razón de las responsabilidades científicas que ejerció?
''Considero extraordinariamente ilógica esa posición del Gobierno cubano, pues soy una persona que lo único que he hecho en este país es trabajar'', declaró esta semana Molina a la agencia EFE en La Habana. ``No soy, ni nunca me sentí, política, di lo mejor que pude hasta un momento en que sentí que discrepaba con cuestiones básicas relacionadas con mi profesión y específicamente con mi Centro''.
Castro ha ejercido su poder dictatorial en Cuba como un sistema de premios y castigos. Trata a los a los cubanos -sobre todo a quienes se le oponen-, como siervos de un desaparecido sistema feudal.
De ahí que cuando quiere obtener alguna ventaja ofrece a cambio la libertad de algunos presos políticos o permisos de salida del país a sus rehenes favoritos.
Esperemos que en esta ocasión, cuando la dictadura trata de recomponer sus deterioradas relaciones exteriores, el pedido del presidente Kirchner no caiga en saco roto.