El pasado 28 de octubre la Asamblea General de Naciones Unidas condenó, por décimotercera vez, el bloqueo estadounidense contra Cuba (reforzado por las disposiciones de Torricelli y Helms-Burton) (1) por 179 votos contra cuatro: los de Estados Unidos, Israel, las Islas Marshall (un paraíso fiscal) y Micronesia (19.000 habitantes).
En Cuba, Beatriz Roque, miembro de la "sociedad civil", se congratula de que continúe el embargo, "único medio de obtener uan transición a la democracia". ¡Y esta personas se extrañan de que no se las reciba triunfalmente por las calles de La Habana!
El voto de Naciones Unidas apenas fue mencionado en la prensa, que dedicó sus titulares a la liberación de varios opositores. Estos declararon que no habían sufrido ningún tipo de mal trato. Ese mismo día la Cruz Roja constataba "formas de tortura" en Guantánamo. Y si Raúl Rivero y sus amigos fueron tratados correctamente, ése no fue el caso de los cinco cubanos que están encarcelados en Miami. ¿Su crimen? Haberse infiltrado en las organizaciones terroristas que se entrenan con armamento pesado en Florida y planifican atentados. Sus actividades no tienen nada de folklórico: en 1992 los atentados de La Habana mataron a varias personas, cubanos y turistas.
Fue en medio de este clima de atentados y de renovada agresividad por parte del vecino del norte cuando fueron juzgados y encarcelados los opositores que conspiraban con la sección de los intereses estadounidenses. Un contexto que fue silenciado.
Tratándose de Cuba, la norma es la desproporción de la información. Se lleva el registro de los encarcelados, se da a conocer su estado de salud, noticias todas ellas que ocultan lo esencial: bajo las narices del Imperio, 11 millones de personas inmersas en las dificultades cotidianas eligen resistir. Desde 1686 en que Carlos Manuel de Céspedes proclamó la libertad de los esclavos, pasando por 1898, fecha de una independencia ganada a un alto precio pero frustrada, y por 1959, lo que està en juego es efectivamente la soberanía de un pueblo, su voluntad de ser un país y no una colonia.
"Esto acabarà en un baño de sangre", se decìa en Paris en 1990. El campo socialista se desmoronaba y para Cuba era sólo cuestión de tiempo. A finales de los años ochenta lo ordinario de los cubanos ya no se resumía en los productos de la Libreta. Y de nuevo volvió a la faltar de todo: comida, petróleo, trabajo, transporte. [Se produjo] La pérdida del 35% del PIB, del 80% de los intercambios comerciales y el hundimiernto de la economìa.
Y para colmo, el aislamiento. Los Sandinistas habìan perdido las elecciones. Este país en guerra contra los mercenarios de EEUU había dando cada vez màs pruebas de democracia: economía mixta, libertad de prensa y de los partidos de la oposición, elecciones libres. Pero la agresión persistía y los nicaraguenses acabaron por comprar la paz con una papeleta de voto.
¡Tantos observadores, tantas exigencias democráticas cuando el país de Sandino se soñaba soberano! Hoy ha caído en el olvido. Ahí sólo ocurren cosas banales: corrupción, desnutrición, analfabetismo y los niños vuelven a pelearse en los basureros por la comida, el cartón y las latas.Y desde entonces se ha derramado mucha sangre. Pero en Cuba, no. En una América Latina que está volviendo a cambiar -ved cómo crepitan los aparatos de calcular la democracia colocados en Venezuela, Brasil, Urugay, Ecuador, Argentina...-, Cuba continúa ahí.
Los millones de turistas que se pesean libremente por la isla charlan en cada esquina, constatan que ahí se vive, se pinta, se escribe, se baila y también de va de juerga.
Desde luego, ahí la vida es dura y no porque sepan que la vida es mucho peor en 87 países y tan cerca de ellos los cubanos la soportan. Quejándose, criticando: los especialistas del micro en la calle y de las encuentas en el café del comercio se llevan la gran alegrìa. Cada día suena el final del régimen, eso es lo que se os dice. Y esto dura desde hace cuarenta y cinco años...
Esto dura porque tres generaciones defienden la Revolución: la que conoció la época de Batista, la de sus hijos que vieron como las condiciones de vida mejoraban y después empeoraban, la de los nietos para quienes son normales la sanidad, la educación gratuita, los libros, el cine, los conciertos a precio irrisorio.
Estos cubanos sufren la penuria y también los tanteos, los reajustes del gobierno forzado a actuar ante cada golpe de la agresividad de EEUU. A pesar de las incomprensiones o de los desacuerdos, nunca han cuestionado su adhesión a la Revolución. Si resiste este pueblo rebelde, al que nunca nadie ha logrado callar -ni siquiera Batista-, es en el movimiento de su propia sociedad donde encuentra razones para hacerlo.
Cuba no es un laboratorio en el que se experimente una sociedad perfecta en unas condiciones ideales. Es una obra humana, llena de errores, es cierto, pero que lleva lejos este viejo sueño de la Humanidad: construir un mundo en el que la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad ya no sean palabras vacías. Hoy más que nunca, cuando en todo el mundo triunfa el poder del dinero.
Cuba resiste y marca constatemente la diferencia. En nuestros países la reestructuración de la industria de azúcar (cierre de 70 de las 150 centrales) habría provocado un cataclismo social. En vez de despedir brutalmente a cien mil trabajadores –según los muy democráticos métodos de nuestras tan ejemplares democracias- el gobierno se tomó la molestia de reunirlos, de consultarles, de modificar sus planes, de volverles a consultar. Miles de reuniones con Fidel Castro y sus ministros, y hoy se mantienen los salarios, se producen reconversiones en las fàbricas y miles de obreros han vuelto a la escuela A finales de los ochenta una parte de la juventud no escolarizada y sin oficio buscaba su lugar. En los conciertos, en la plaza de la Revolución y en otros lugares, miles de ellos cantaban "Guillermo Tell, ha llegado el momento de que me cedas la ballesta". Con ellos es con quienes Cuba se ha dotado de una "fuerza de solidaridad social" presente en todos los barrios. Más de 21. 000 trabajadores socailes se han diplomado ya. Cada año se forman otros siete mil. Esta fuerza de solidaridad ataca desde la base el problema de las desigualdades que perduran en la población negra.
Ciento cincuenta mil jóvenes adultos de diecisiete a treinta años han vuelto a las clases de "perfeccionamiento integral". Esta segunda oportunidad ya ha permitido a otros 48.446 acceder a la universidad. Como la informática se enseña desde primaria, se ha formado a 13.000 profesores y a 3.000 animadores culturales. Aquellos que retoman los estudios gracias a estos programas pueden entrar en uno de los 938 centros universitarios repartidos por 169 ciudades.
Por supuesto, algunos se exilian. Pero se olvida a estos miles de profesores y de médicos que desde que existe la Revolución ayudan a los pueblos pobres a aprender a leer, a curarse. En el suburbio de Soweto el médico es cubano. En Venezuela, donde la elite médica opuesta al presidente Chávez permite que su gente se muera, quienes curan y vacunan son los cubanos.
En los países más desheredados del mundo hay 25.000 médicos [cubanos] trabajando, ni por dinero ni por gloria. Sólo en Haiti hay 450. Exiliados libremente y siempre de vuelta. A causa de la pequeña diferencia de su isla: "En este momento gano dos piñas al mes. Sí, a veces sueño con marcharme. Pero cuando veo a los niños de mi calle, me siento orgulloso de ser cubano". Esto es lo que decía Pedro Albalate, "cirujano internacionalista", muerto en Quito en 1982 (2).
Los hospitales en plena renovación acogieron a 17.000 niños de Chernobil. En Francia nosotros curamos a algunas decenas. Esto no se dice, esto no se escribe, pero los pobres lo saben. Esta es una de las razones por las que Aleida Guevara, que fue mèdico en Nicaragua, ve en las manifestaciones del mundo entero el retrato de su padre, el de una revoluciòn siempre joven (3).
El que ha logrado todo esto es un país en dificultades, siempre denigrado y tan amenazado como si representara una amenaza mundial. Es necesario que esto no se sepa. Podría molestar al pensamiento único en marcha que para debilitarnos quiere hacernos creer que Cuba es una tiranía y Fidel Castro un dictador.
Porque es de nosotros de lo que se trata (4). Defender Cuba no es sólo defender la sanidad y la educación gratuitas, la medicina solidaria, la cultura generalizada, la investigación pionera, deplorando al mismo tiempo la escasez de gasolina, los apagones, la ejecución de un delincuente, el encarcelamiento de Rivero.
Defender Cuba es reconocer a esta sociedad diferente que, a pesar de lo que no aprobamos, se niega a venderse y a renunciar a los valores que siempre hemos defendido.
Es por esta pequeña diferencia por lo que 11 millones de cubanos resisten. Es su elección y su derecho absoluto. Ignorarlo es negarse a reconocer su conciencia política, su supremacía moral. Nosotros nos apoyamos en ellos mucho màs de lo que ellos en nosotros, porque lo que alli està en juego, lo que allí se está escribiendo -sea cual sea el final de la historia- es muestra de la dignidad, de la gran esperanza y del honor de la Humanidad.Notas:
(1) La isla tiene prohibido el acceso a los mercados internacionales, a los créditos, y paga entre un 30% y un 50% más caros los productos importados, sobrecoste debido al hecho de que los barcos que atracan en Cuba tenen prohibido el acceso a los puertos estadounidenses durante seis meses. El banco suizo UBS vio como se le imponía una multa de cien millones de dólares por haber aceptado transferencias de fondos cubanos.
(2) Cube est une 챤le, por Danielle Bleitrach y Victor Dedaj, editorial Le Temps des cerises.
(3) Félicitations, Commandant, c'est une fille!, por Alessandra Riccio, editorial Desmaret.
(4) "Cuba vive, Cuba mide", por Santiago Alba, Rebelión.