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General: José Martí predestinado a la grandeza
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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: matilda  (Mensaje original) Enviado: 27/01/2005 15:39
Subject: [ALTERCOM] 152 años del natalicio de José Martí. Artículo del Prof.
Gómez B. Autorizamos reproducción.



28 de Enero se celebra el 152 aniversario de su Natalicio

JOSÉ MARTÍ PREDESTINADO A LA GRANDEZA

ALTERCOM
JORGE GÓMEZ BARATA*
De no haber sido el héroe nacional cubano, de todas maneras, José Martí
hubiera sido una celebridad.
La figura más alta de las letras hispanas del siglo XIX, fue también la
cabeza política más universal de su tiempo, un brillante periodista,
ensayista de primera línea, poeta excelso, diplomático al servicio de varios
países, catedrático de lengua inglesa, literatura francesa, italiana y
alemana y de Historia de la Filosofía, políglota, crítico de arte y
literatura, traductor y renovador de la lengua. El intelectual que en un
siglo dominado por lo europeo, confirió universalidad a las letras
hispanoamericanas. Escribió para los niños y organizó un partido, un
ejército y una guerra. Fue un jefe excepcional que puso bajo su mando a una
pléyade de curtidos generales.
La Habana (Cuba) - 27 de enero de 2005

El más precoz de todos los líderes cubanos, nació el 28 de enero de 1853, en
La Habana. A los diez años escribía correctamente y a los trece ingresó en
la segunda enseñanza. Adolescente dirigía publicaciones estudiantiles. Con
apenas 16 años se le condenó a seis de cárcel. Deportado a España, antes de
cumplir 20 años escribió dos extraordinarios ensayos: «El Presidio Político
en Cuba» y «La República Española ante la Revolución Cubana». En 1874, se
doctoró en Derecho y en Filosofía y Letras.
Como uno de los periodistas mejor cotizados de su tiempo, trabajó durante
largas temporadas para varios periódicos de Latinoamérica y los Estados
Unidos. Con finísima sensibilidad, y envidiable dominio de la lengua,
elaboraba los más románticos y atrevidos giros y lanzaba al viento las más
encendidas arengas. Humanista de infinito amor por la vida y sus cosas
bellas, no vaciló en predicar una guerra que concibió como necesaria,
generosa y breve. Expresando en versos su apuesta por los pobres. Gabriela
Mistral lo calificó como «el hombre más puro de la raza» y Rubén Darío lo
llamo Maestro.......
Martí fue el primero en incorporar la estética al discurso político,
describiendo las monstruosidades de la esclavitud con una belleza que
reforzaba la repulsa. Denunció el colonialismo español sin ofender a España
y describió las malezas de la sociedad norteamericana, sin deponer su
admiración por las realizaciones de sus sabios y de su pueblo.
Exiliado por más veinte años viajó incasablemente: España, Francia, México,
Guatemala, Honduras, Estados Unidos, Venezuela, Haití, República Dominicana,
Jamaica, Costa Rica y Panamá lo acogieron. Estados Unidos lo puso en
contacto con el capitalismo industrial, así como México y Guatemala con los
pueblos indígenas. La opulencia de América y la pobreza del indio, lo
admiraron, conmovieron e indignaron. Radicalizó su pensamiento, sin
renunciar a la ternura ni incubar odios.
El hombre que nació para poeta y para maestro y al que la vida convirtió en
político y en soldado, dio a la guerra de liberación y al nacionalismo, el
humanismo que necesitaba y concibió una republica que estaría más allá de
las clases, de los partidos y de sus conflictos. La máxima: «Con todos y
para el bien de todos» es una profesión de fe.

El Héroe y María Montilla

Lo tardío de la independencia cubana, permitió a Martí aprovechar la
experiencia latinoamericana. Para evadir los riesgos del caudillismo, puso
la revolución en manos de un partido. Para él el gobierno en la república
debía establecerse sobre bases éticas y conforme a derecho, procurando el
equilibrio social. Su idea de la justicia era incompatible con la
explotación de clases, con el racismo y con la desigualdad y nunca cedió un
ápice en materia de soberanía nacional.
Entre las grandes preocupaciones sociales de Martí, se destacan la
prominencia de la cultura, en su credo, «...único modo de ser libre» y la
educación a la que calificaba como «...forma futura de los pueblos». En
pocos temas ahondó tanto como en el de la mujer que, junto con la niñez,
concitó sus reflexiones más profundas y bellas.
A pesar de su vasta cultura y sus casi infinitas dotes, en ningún campo
brilló tanto ni fue tan grande su capacidad de intuir y prever, como intensa
su angustia por lo que podía ocurrir, ni tan enérgica su advertencia como en
la apreciación del significado que para América Latina y el mundo tendrían
los Estados Unidos.
Fue el primero en advertir que Norteamérica, empujada por su vocación
imperial, extendería sus dominios por América y, sin dejarse tentar por las
ventajas de uniones e integraciones, a simple vista gananciosas, advirtió
que: «Los pueblos menores..., no pueden unirse sin peligro con los que
buscan un remedio al exceso de productos de una población compacta y
agresiva».
Comido por la impaciencia, Martí no se dio respiro en el cometido por aunar
voluntades, allegar recursos y legitimar con nobles ideas y sólidos
principios la causa de la independencia de Cuba.
El 25 de marzo de 1895, lanzó en Santo Domingo el memorable Manifiesto de
Montecristi, el 11 de abril desembarcó en Cuba y el 19 de mayo de 1895, en
magnífica ofrenda a sus ideas, cayó en combate.
Altercom
Jorge Gómez Barata
Profesor universitario, investigador y periodista cubano, autor de numerosos
estudios sobre EEUU.


NUESTRA AMÉRICA
Por José Martí
Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él
quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le
crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin
saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner
la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el cielo, que van por el
aire dormido engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de
despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza,
sino con las armas de almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las
armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que
trincheras de piedra.
No hay proa que taje una nube de ideas. Una idea enérgica, flameada a tiempo
ante el mundo, para, como la bandera mística del juicio final, a un
escuadrón de acorazados. Los pueblos que no se conocen han de darse prisa
para conocerse, como quienes van a pelear juntos. Los que se enseñan los
puños, como hermanos celosos, que quieren los dos la misma tierra, o el de
casa chica, que le tiene envidia al de casa mejor, han de encajar, de modo
que sean una, las dos manos. Los que, al amparo de una tradición criminal,
cercenaron, con el sable tinto en la sangre de sus mismas venas, la tierra
del hermano vencido, del hermano castigado más allá de sus culpas, si no
quieren que les llame el pueblo ladrones, devuélvanle sus tierras al
hermano. Las deudas del honor no las cobra el honrado en dinero, a tanto por
la bofetada. Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con
la copa cargada de flor, restallando o zumbando, según la acaricie el
capricho de la lu z, o la tundan y talen las tempestades; ¡los árboles se
han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la
hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro
apretado, como la plata en las raíces de los Andes.
A los sietemesinos sólo les faltará el valor. Los que no tienen fe en su
tierra son hombres de siete meses. Porque les falta el valor a ellos, se lo
niegan a los demás. No les alcanza al árbol difícil el brazo canijo, el
brazo de uñas pintadas y pulsera, el brazo de Madrid o de París, y dicen que
no se puede alcanzar el árbol. Hay que cargar los barcos de esos insectos
dañinos, que le roen el hueso a la patria que los nutre. Si son parisienses
o madrileños, vayan al Prado, de faroles, o vayan a Tortoni, de sorbetes.
¡Estos hijos de carpintero, que se avergüenzan de que su padre sea
carpintero! ¡Estos nacidos en América, que se avergüenzan, porque llevan
delantal indio, de la madre que los crió, y reniegan, ¡bribones!, de la
madre enferma, y la dejan sola en el lecho de las enfermedades! Pues, ¿quién
es el hombre?, ¿el que se queda con la madre, a curarle la enfermedad, o el
que la pone a trabajar donde no la vean, y vive de su sustento en las
tierras podridas, con el gusano de corbata, maldiciendo del seno que lo
cargó, paseando el letrero de traidor en la espalda de la casaca de papel?
¡Estos hijos de nuestra América, que ha de salvarse con sus indios, y va de
menos a más; estos desertores que piden fusil en los ejércitos de la América
del Norte, que ahoga en sangre a sus indios, y va de más a menos! ¡Estos
delicados, que son hombres y no quieren hacer el trabajo de hombres! Pues el
Washington que les hizo esta tierra ¿se fue a vivir con los ingleses, a
vivir con los ingleses en los años en que los veía venir contra su tierra
propia? ¡Estos increíbles del honor, que lo arrastran por el suelo
extranjero, como los increíbles de la Revolución francesa, danzando y
relamiéndose, arrastraban las erres!
Ni ¿en qué patria puede tener un hombre más orgullo que en nuestras
Repúblicas dolorosas de América, levantadas entre las masas mudas de indios,
al ruido de pelea del libro con el cirial, sobre los brazos sangrientos de
un centenar de apóstoles? De factores tan descompuestos, jamás, en menos
tiempo histórico, se han creado naciones tan adelantadas y compactas. Cree
el soberbio que la tierra fue hecha para servirle de pedestal, porque tiene
la pluma fácil o la palabra de colores, y acusa de incapaz e irremediable a
su República nativa, porque no le dan sus selvas nuevas modo continuo de ir
por el mundo de gamonal famoso, guiando jacas de Persia y derramando
champaña. La incapacidad no está en el país naciente, que pide formas que se
le acomoden y grandeza útil, sino en los que quieren regir pueblos
originales, de composición singular y violenta, con leyes heredadas de
cuatro siglos de práctica libre en los Estados Unidos, de diecinueve siglos
de monarquía en Fr ancia. Con un decreto de Hamilton no se le para la
pechada al potro del llanero. Con una frase de Sieyés no se desestanca la
sangre cuajada de la raza india. A lo que es, allí donde se gobierna, hay
que atender para gobernar bien; y el buen gobernante en América no es el que
sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué
elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en junto, para
llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado
apetecible donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la
abundancia que la Naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con
su trabajo y defienden con sus vidas. El gobierno ha de nacer del país. El
espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma del gobierno ha de
avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el
equilibrio de los elementos naturales del país.
Por eso el libro importado ha sido vencido en América por el hombre natural.
Los hombres naturales han vencido a los letrados artificiales. El mestizo
autóctono ha vencido al criollo exótico. No hay batalla entre la
civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza.
El hombre natural es bueno, y acata y premia la inteligencia superior,
mientras ésta no se vale de su sumisión para dañarle, o le ofende
prescindiendo de él, que es cosa que no perdona el hombre natural, dispuesto
a recobrar por la fuerza el respeto de quien le hiere la susceptibilidad o
le perjudica el interés. Por esta conformidad con los elementos naturales
desdeñados han subido los tiranos de América al poder; y han caído en cuanto
les hicieron traición. Las Repúblicas han purgado en las tiranías su
incapacidad para conocer los elementos verdaderos del país, derivar de ellos
la forma de gobierno y gobernar con ellos. Gobernante, en un pueblo nuevo,
quiere decir creador.< /p>
En pueblos compuestos de elementos cultos e incultos, los incultos
gobernarán, por su hábito de agredir y resolver las dudas con la mano, allí
donde los cultos no aprendan el arte del gobierno. La masa inculta es
perezosa, y tímida en las cosas de la inteligencia, y quiere que la
gobiernen bien; pero si el gobierno le lastima, se lo sacude y gobierna
ella. ¿Cómo han de salir de las Universidades los gobernantes, si no hay
Universidad en América donde se enseñe lo rudimentario del arte del
gobierno, que es el análisis de los elementos peculiares de los pueblos de
América? A adivinar salen los jóvenes al mundo, con antiparras yanquis o
francesas, y aspiran a dirigir un pueblo que no conocen. En la carrera de la
política habría de negarse la entrada a los que desconocen los rudimentos de
la política. El premio de los certámenes no ha de ser para la mejor oda,
sino para el mejor estudio de los factores del país en que se vive. En el
periódico, en la cátedra, en la academia, debe llevarse adelante el estudio
de los factores reales del país. Conocerlos basta, sin vendas ni ambages:
porque el que pone de lado, por voluntad u olvido, una parte de la verdad,
cae a la larga por la verdad que le faltó, que crece en la negligencia, y
derriba lo que se levanta sin ella. Resolver el problema después de conocer
sus elementos, es más fácil que resolver el problema sin conocerlos. Viene
el hombre natural, indignado y fuerte, y derriba la justicia acumulada de
los libros, porque no se la administra en acuerdo con las necesidades
patentes del país. Conocer es resolver. Conocer el país, y gobernarlo
conforme al conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías. La
universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de
América, de los incas a acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe
la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que
no es nuestra. Nos es más necesaria. Los políticos naciona les han de
reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en nuestras Repúblicas el
mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras Repúblicas. Y calle el
pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo
que en nuestras dolorosas Repúblicas americanas.
Con los pies en el rosario, la cabeza blanca y el cuerpo pinto de indio y
criollo, venimos, denodados, al mundo de las naciones. Con el estandarte de
la Virgen salimos a la conquista de la libertad. Un cura, unos cuantos
tenientes y una mujer alzan en México la República en hombros de los indios.
Un canónigo español, a la sombra de su capa, instruye en la libertad
francesa a unos cuantos bachilleres magníficos, que ponen de jefe de Centro
América contra España al general de España. Con los hábitos monárquicos, y
el Sol por pecho, se echaron a levantar pueblos los venezolanos por el Norte
y los argentinos por el Sur. Cuando los dos héroes chocaron, y el continente
iba a temblar, uno, que no fue el menos grande, volvió riendas. Y como el
heroísmo en la paz es más escaso, porque es menos glorioso que el de la
guerra; como al hombre le es más fácil morir con honra que pensar con orden;
como gobernar con los sentimientos exaltados y unánimes es más hacedero que
dir igir, después de la pelea, los pensamientos diversos, arrogantes,
exóticos o ambiciosos; como los poderes arrollados en la arremetida épica
zapaban, con la cautela felina de la especie y el peso de lo real, el
edificio que había izado, en las comarcas burdas y singulares de nuestra
América mestiza, en los pueblos de pierna desnuda y casaca de París, la
bandera de los pueblos nutridos de savia gobernante en la práctica continua
de la razón y de la libertad; como la constitución jerárquica de las
colonias resistía la organización democrática de la República, o las
capitales de corbatín dejaban en el zaguán al campo de bota-de-potro, o los
redentores bibliógenos no entendieron que la revolución que triunfó con el
alma de la tierra, desatada a la voz del salvador, con el alma de la tierra
había de gobernar, y no contra ella ni sin ella, entró a padecer América, y
padece, de la fatiga de acomodación entre los elementos discordantes y
hostiles que heredó de un colonizador despótic o y avieso, y las ideas y
formas importadas que han venido retardando, por su falta de realidad local,
el gobierno lógico. El continente descoyuntado durante tres siglos por un
mando que negaba el derecho del hombre al ejercicio de su razón, entró,
desatendiendo o desoyendo a los ignorantes que lo habían ayudado a
redimirse, en un gobierno que tenía por base la razón; la razón de todos en
las cosas de todos, y no la razón universitaria de uno sobre la razón
campestre de otros. El problema de la independencia no era el cambio de
formas, sino el cambio de espíritu.
Con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema
opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores. El tigre,
espantado del fogonazo, vuelve de noche al lugar de la presa. Muere echando
llamas por los ojos y con las zarpas al aire. No se le oye venir, sino que
viene con zarpas de terciopelo. Cuando la presa despierta, tiene al tigre
encima. La colonia continuó viviendo en la República; y nuestra América se
está salvando de sus grandes yerros de la soberbia de las ciudades
capitales, del triunfo ciego de los campesinos desdeñados, de la importación
excesiva de las ideas y fórmulas ajenas, del desdén inicuo e impolítico de
la raza aborigen, por la virtud superior, abonada con sangre necesaria, de
la República que lucha contra la colonia. El tigre espera, detrás de cada
árbol, acurrucado en cada esquina. Morirá, con las zarpas al aire, echando
llamas por los ojos.
Pero estos países se salvarán, como anunció Rivadavia el argentino, el que
pecó de finura en tiempos crudos; al machete no le va vaina de seda, ni en
el país que se ganó con lanzón se puede echar el lanzón atrás, porque se
enoja, y se pone en la puerta del Congreso de Iturbide a que le hagan
emperador al rubio. Estos países se salvarán, porque, con el genio de la
moderación que parece imperar, por la armonía serena de la Naturaleza, en el
continente de la luz, y por el influjo de la lectura crítica que ha sucedido
en Europa a la lectura de tanteo y falansterio en que se empapó la
generación anterior, le está naciendo a América, en estos tiempos reales, el
hombre real.
Éramos una visión, con el pecho de atleta, las manos de petimetre y la
frente de niño. Éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el
chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España. El
indio, mudo, nos daba vueltas alrededor, y se iba al monte, a la cumbre del
monte, a bautizar sus hijos. El negro, oteado, cantaba en la noche la música
de su corazón, solo y desconocido, entre las olas y las fieras. El
campesino, el creador, se revolvía, ciego de indignación, contra la ciudad
desdeñosa, contra su criatura. Éramos charreteras y togas, en países que
venían al mundo con la alpargata en los pies y la vincha en la cabeza. El
genio hubiera estado en hermanar, con la caridad del corazón y con el
atrevimiento de los fundadores, la vincha y la toga; en desestancar al
indio; en ir haciendo lado al negro suficiente; en ajustar la libertad al
cuerpo de los que se alzaron y vencieron por ella. Nos quedó el oidor, y el
general, y el letrado, y el prebendado. La juventud angélica, como de los
brazos de un pulpo, echaba al Cielo, para caer con gloria estéril, la cabeza
coronada de nubes. El pueblo natural, con el empuje del instinto, arrollaba,
ciego del triunfo, los bastones de oro. Ni el libro europeo, ni el libro
yanqui, daban la clave del enigma hispanoamericano. Se probó el odio, y los
países venían cada año a menos. Cansados del odio inútil, de la resistencia
del libro contra la lanza, de la razón contra el cirial, de la ciudad contra
el campo, del imperio imposible de las castas urbanas divididas sobre la
nación natural, tempestuosa o inerte, se empieza, como sin saberlo, a probar
el amor. Se ponen en pie los pueblos, y se saludan. ¿Cómo somos? se
preguntan; y unos a otros se van diciendo cómo son. Cuando aparece en
Cojímar un problema, no va a buscar la solución a Danzig. Las levitas son
todavía de Francia, pero el pensamiento empieza a ser de América. Los
jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hun den las manos en la masa
y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado,
y que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta
generación. El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino! Se
entiende que las formas de gobierno de un país han de acomodarse a sus
elementos naturales; que las ideas absolutas, para no caer por un yerro de
forma, han de ponerse en formas relativas; que la libertad, para ser viable,
tiene que ser sincera y plena; que si la República no abre los brazos a
todos y adelanta con todos, muere la República. El tigre de adentro se entra
por la hendija, y el tigre de afuera. El general sujeta en la marcha la
caballería al paso de los infantes. O si deja a la zaga a los infantes, le
envuelve el enemigo la caballería. Estrategia es política. Los pueblos han
de vivir criticándose, porque la crítica es la salud; pero con un solo pecho
y una sola mente. ¡Bajarse hasta los infelices y alzarlos en los brazos! ¡C
on el fuego del corazón deshelar la América coagulada! ¡Echar, bullendo y
rebotando por las venas, la sangre natural del país! En pie, con los ojos
alegres de los trabajadores, se saludan, de un pueblo a otro, los hombres
nuevos americanos. Surgen los estadistas naturales del estudio directo de la
Naturaleza. Leen para aplicar, pero no para copiar. Los economistas estudian
la dificultad en sus orígenes. Los oradores empiezan a ser sobrios. Los
dramaturgos traen los caracteres nativos a la escena. Las academias discuten
temas viables. La poesía se corta la melena zorrillesca y cuelga del árbol
glorioso el chaleco colorado. La prosa, centelleante y cernida, va cargada
de idea. Los gobernadores, en las Repúblicas de indios, aprenden indio.
De todos sus peligros se va salvando América. Sobre algunas Repúblicas está
durmiendo el pulpo. Otras, por la ley del equilibrio, se echan a pie a la
mar, a recobrar, con prisa loca y sublime, los siglos perdidos. Otras,
olvidando que Juárez paseaba en un coche de mulas, ponen coche de viento y
de cochero a una bomba de jabón; el lujo venenoso, enemigo de la libertad,
pudre al hombre liviano y abre la puerta al extranjero. Otras acendran, con
el espíritu épico de la independencia amenazada, el carácter viril. Otras
crían, en la guerra rapaz contra el vecino, la soldadesca que puede
devorarlas. Pero otro peligro corre, acaso, nuestra América, que no le viene
de sí, sino de la diferencia de orígenes, métodos e intereses entre los dos
factores continentales, y es la hora próxima en que se le acerque demandando
relaciones íntimas, un pueblo emprendedor y pujante que la desconoce y la
desdeña. Y como los pueblos viriles, que se han hecho de sí propios, con la
escop eta y la ley, aman, y sólo aman, a los pueblos viriles; como la hora
del desenfreno y la ambición, de que acaso se libre, por el predominio de lo
más puro de su sangre, la América del Norte, o el que pudieran lanzarla sus
masas vengativas y sórdidas, la tradición de conquista y el interés de un
caudillo hábil, no está tan cercana aún a los ojos del más espantadizo, que
no dé tiempo a la prueba de altivez, continua y discreta, con que se la
pudiera encarar y desviarla; como su decoro de República pone a la América
del Norte, ante los pueblos atentos del Universo, un freno que no le ha de
quitar la provocación pueril o la arrogancia ostentosa, o la discordia
parricida de nuestra América, el deber urgente de nuestra América es
enseñarse como es, una en alma e intento, vencedora veloz de un pasado
sofocante, manchada sólo con sangre de abono que arranca a las manos la
pelea con las ruinas, y la de las venas que nos dejaron picadas nuestros
dueños. El desdén del vecino formidable , que no la conoce, es el peligro
mayor de nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo,
que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe. Por
ignorancia llegaría, tal vez, a poner en ella la codicia. Por el respeto,
luego que la conociese, sacaría de ella las manos. Se ha de tener fe en lo
mejor del hombre y desconfiar de lo peor de él. Hay que dar ocasión a lo
mejor para que se revele y prevalezca sobre lo peor. Si no, lo peor
prevalece. Los pueblos han de tener una picota para quien les azuza a odios
inútiles; y otra para quien no les dice a tiempo la verdad.
No hay odio de razas, porque no hay razas. Los pensadores canijos, los
pensadores de lámparas, enhebran y recalientan las razas de librería, que el
viajero justo y el observador cordial buscan en vano en la justicia de la
naturaleza, donde resalta, en el amor victorioso y el apetito turbulento, la
identidad universal del hombre. El alma emana, igual y eterna, de los
cuerpos diversos en forma y en color. Peca contra la humanidad el que
fomente y propague la oposición y el odio de las razas. Pero en el amasijo
de los pueblos se condensan, en la cercanía de otros pueblos diversos,
caracteres peculiares y activos, de ideas y de hábitos, de ensanche y
adquisición, de vanidad y de avaricia, que del estado latente de
preocupaciones nacionales pudieran, en un período de desorden interno o de
precipitación del carácter acumulado del país, trocarse en amenaza grave
para las tierras vecinas, aisladas y débiles, que el país fuerte declara
perecederas e inferiores. Pensar es servir. Ni ha de suponerse, por
antipatía de aldea, una maldad ingénita y fatal al pueblo rubio del
continente, porque no habla nuestro idioma, ni ve la casa como nosotros la
vemos, ni se nos parece en sus lacras políticas, que son diferentes de las
nuestras; ni tiene en mucho a los hombres biliosos y trigueños, ni mira
caritativo, desde su eminencia aún mal segura, a los que, con menos favor de
la historia, suben a tramos heroicos la vía de las Repúblicas; ni se han de
esconder los datos patentes del problema que puede resolverse, para la paz
de los siglos, con el estudio oportuno y la unión tácita y urgente del alma
continental. ¡Porque ya suena el himno unánime; la generación actual lleva a
cuestas, por el camino abonado por los padres sublimes, la América
trabajadora; del Bravo a Magallanes, sentado en el lomo del cóndor, regó el
Gran Semí, por las naciones románticas del continente y por las islas
dolorosas del mar, la semilla de la América nueva!



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Respuesta  Mensaje 2 de 4 en el tema 
De: Gran Papiyo Enviado: 27/01/2005 19:51
Para Matilda y para todos los que viven en Buenos Aires: 
 
LA   EMBAJADA   DE    CUBA

            Invita al acto que con motivo de la conmemoración del natalicio del héroe nacional  de Cuba  José Martí , se realizará el vienes 28 de enero a las 16 horas en el Jardín de  los Poetas.; en el Rosedal de Palermo.

                                                      SALUDOS REVOLUCIONARIOS

                                                                       (Gran Papiyo)


Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: mfelix28 Enviado: 27/01/2005 19:51
En esta web ( y pongo una del exilio para que no haya suspicacias con Martí) están todas las obras del Maestro

Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: Gran Papiyo Enviado: 29/01/2005 13:29
                                  Rinden tributo al Héroe Nacional Cubano 

Por Octavio Borges

La Habana, 28 ene (AIN) En todo el país hoy se recuerda a José Martí durante la celebración del aniversario 152 de su natalicio, con obras, actos, desfiles y otras actividades.

En Santiago de Cuba se depositaron ofrendas florales del Comandante en Jefe Fidel Castro, el General de Ejército Raúl Castro y el pueblo de Cuba en el mausoleo del Héroe Nacional cubano José Martí.

Dos Ríos, donde cayera en combate el prócer, fue escenario en el cual los granmense reiteraron el compromiso de seguir construyendo y defendiendo la patria anhelada por Martí.

Al filo del mediodía, en recordación de la hora en la que nació ese cubano universal desde la capitalina Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, oficiales y cadetes de la Escuela Interarmas de las FAR General Antonio Maceo dispararon 21 salvas de artillería.

En la finca El Abra, del municipio especial Isla de la Juventud, fue reabierto el museo, en la casona en la que José Martí recuperó su salud quebrantada por el trabajo forzado en las canteras de San Lázaro en La Habana.

La joven generación en Matanzas conmemoró el hecho histórico con un desfile que concluyó en el céntrico parque de La Libertad, donde niños y niñas depositaron una ofrenda floral ante la estatua del Apóstol.

Caimito de Hanábana, lugar donde Martí vivió con su padre a la edad de nueve años, reunió a los más pequeños, quienes declamaron versos sencillos y recordaron la denuncia que sobre los horrores de la esclavitud realizó el Héroe Nacional Cubano.

Un compacto desfile y numerosas ofrendas florales en el busto erigido a José Martì, en la principal plaza de Guantánamo centró las celebraciones en la más oriental de las provincias cubanas.

Delicada manifestación de cultura devino el homenaje que unos 12 mil niños de Las Tunas tributaron al Apóstol de la independencia de Cuba, con el lema "Con la guía del Maestro".

Con las primeras luces del alba acudieron varias generaciones de avileños ante los bustos martianos, para rendir tributo al héroe en plazas y parques de todos los municipios del territorio.

Por segundo año consecutivo, el homenaje al hombre de la Edad de Oro contó en Cienfuegos con el Portal Martiano, espacio de lectura de poemas y textos del Héroe Nacional, cuyos integrantes iniciaron un desfile con motivo de la efemeride.

Con masivos desfiles pioneriles en ciudades, o el sencillo gesto de una flor ante el busto del Apóstol en una lejana escuela rural, el pueblo holguinero celebró el aniversario 152 del insigne patriota.

Mientras en cada uno de los ocho municipios espirituanos se desarrollaron desfiles martianos, con la participación de pioneros de las enseñanzas primarias y secundarias básicas y bandas estudiantiles de música.

                                     SALUDOS REVOLUCIONARIOS

                                                    (Gran Papiyo)



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