Echemos un vistazo a la predicación reciente del nuevo director del Fondo Monetario Internacional, el español Rodrigo Rato. Don Rodrigo visitó Ecuador y âaconsejóâ al presidente Lucio Gutiérrez que âreformeâ el sector petrolero. En realidad le pedía que traspase a manos privadas el control (y beneficio) de la empresa pública Petroecuador.Lo llama hacer âreformasâ. El FMI y sus voceros suelen denominarlo asimismo âcambios estructuralesâ. Lo que Rato dijo fue que había que privar a la totalidad de la ciudadanía ecuatoriana de patrimonio colectivo (como Petroecuador y otras empresas públicas) en aras de una confusa, dudosa y sospechosa âcompetitividadâ. También le pidió âmodernizaciónâ del mercado laboral. Esa âmodernizaciónâ es reducir las garantías sociales que protegen a los trabajadores e implantar en la relación entre empresas y asalariados la ley pura y dura del mercado, lo más parecido a la ley de la selva. Esas medidas de retroceso para los ciudadanos las propone el FMI aunque Ecuador lleva cinco años seguidos de crecimiento económico y superávit fiscal. Otra cosa es que ese crecimiento no repercuta en los ecuatorianos. Los consejos-mandatos envenenados del FMI recuerdan la lógica de las grandes corporaciones que cuando ganan dinero, por temor a ganar menos (que no perder), despiden a miles de empleados, al tiempo que sus directivos se reparten jugosísimas primas.
Tras visitar Ecuador, Rodrigo Rato se fue a Perú, dio una palmadita en la espalda al presidente Toledo y le comunicó que Perú ha mejorado su calificación de riesgo de inversión.
La calificación de mayor o menor riesgo de inversión en un país la otorga la empresa Standard & Poooâs y Fichy y en América Latina sólo la tienen buena México y Chile. Otra empresa, Moodyâs Investors Service, ha otorgado a Chile una buena nota porque ha mejorado su capacidad para pagar deudas internacionales. Chile, el discípulo bien amado del FMI, el aplicado seguidor de la política neoliberal impuesta desde las entidades económicas internacionales. Pero, según el centro investigador de desarrollo CENDA, Chile tiene uno de los índice de desigualdad más elevados de América Latina. En 1981, ese índice, en una escala de 0 a 100, era de 56.4 y hoy es de 57.6. La desigualdad crece. A día de hoy, en el modélico Chile neoliberal, hay gente que pasa hambre. Y Chile no consigue pagar su deuda. La dichosa deuda externa, auténtica usura. Si el Norte quiere ayudar de verdad al desarrollo del Sur, que olvide la deuda que, además, está más que pagada. Pero eso no entra en las recomendaciones del FMI, uno de los más feroces e implacables acreedores, por cierto.
El presidente Toledo, tras el elogio de Rodrigo Rato a la economía peruana, reconoció que “tenemos el reto de encontrar la manera de convertir los logros macroeconómicos en beneficios para el ciudadano común y corriente”. O sea, que se trata de crecer y crecer, después de “reformar”, que dicen ellos. También mejorar la opinión que los poderosos sátrapas económicos del mundo desarrollado tengan de nosotros... y luego ya veremos si conseguimos que la ciudadanía obtenga algún beneficio del crecimiento según la ortodoxia neoliberal.
En realidad, las recomendaciones del FMI a Ecuador y Perú son un explosivo de acción retardada. Si se aplican, serán problemas graves para la mayoría (o gran parte) de los ciudadanos ecuatorianos y peruanos. ¿O no hay suficientes datos de cómo va el mundo en los últimos quince años, los del totalitarismo neoliberal? Esos datos están en el PNUD, en la ONU, en los estudios de ONG de cooperación y ayuda al desarrollo.
La solución no son “reformas” que hunden a los pueblos y los empobrecen. El camino está en reducir la deuda externa (o suprimirla para los más pobres de los empobrecidos), gravar los movimientos financieros internacionales (y especialmente los especulativos) y destinar lo obtenido al desarrollo; cambiar las reglas de juego de la Organización Mundial del Comercio, dedicar el 0,7 de los presupuestos de los países ricos a ayuda efectiva al desarrollo y, en tanto este mundo sea ferozmente injusto, reforzar la protección social para paliar el desafuero.
¿Utópico? Justo y humano. Lo contrario es suicidio.