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General: Recuerdos de Guantánamo
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De: maribea05 (Mensagem original) |
Enviado: 08/09/2005 22:50 |
El drama de las prisiones en Cuba Jorge Olivera Castillo
LA HABANA, Cuba - Septiembre - Aún me duelen las heridas de la cárcel. Las tallaron en mi memoria guardias y oficiales de la prisión de Guantánamo. Sí, Guantánamo, donde se encuentran unos 300 hombres familiarizados con el terrorismo islámico que, gracias al escrutinio de la prensa libre y a las diligencias de funcionarios de las Naciones Unidas, podrían lograr una respuesta al limbo jurídico para el cual reclaman una solución. Nada tengo que ver con el fundamentalismo del Talibán, ni con las prácticas abominables de Al Qaeda todavía muy activas en el Irak post-Hussein.
Mis captores no eran anglosajones. Su cubanía estaba al margen de cualquier duda. Pensar en Bagdad o Kabul como posibles lugares de los hechos es una suposición incorrecta. El asalto tuvo lugar el 18 de marzo de 2003 en un viejo inmueble de Ciudad de La Habana. Una docena de agentes de la Seguridad del Estado mostraban con arrogancia una orden de registro y su determinación de poner fin a mis 10 años de disidencia.
La opinión pública mundial conoce muy bien la prisión situada en la Base militar estadounidense en territorio cubano. Los presuntos abusos de los carceleros han recibido una generosa cobertura mediática en la que periódicos como el emblemático New York Times, entre otros órganos, han reflejado su preocupación tanto por los detalles carcelarios de estos paladines de la violencia como por su incertidumbre legal. A causa de la observación de la prensa, intelectuales, políticos, organizaciones no gubernamentales y amplios sectores de la comunidad internacional han llegado a mostrar desde simpatías hasta un inequívoco respaldo a los recluidos en esta zona arrendada al gobierno de Cuba a principios del siglo XX.
Desde mi celda podía ver los potentes reflectores del Guantánamo estadounidense. Entonces, era huésped del Combinado Provincial. Allí me arrancaron 17 meses de mi existencia. Me acuerdo de los alimentos putrefactos, el agua contaminada con parásitos, las noches erizadas de mosquitos, las paredes con sus escorpiones y las hormigas saboreando a toda hora los abastecimientos que la familia me podía entregar cada tres meses.
Imposible olvidar los pasajes que son el denominador común en el sistema carcelario cubano consistente en más de 200 prisiones, campos de trabajo y centros de reeducación. No es por azar que se les llama el cementerio de hombres vivos. Allí las palizas son parte de lo cotidiano. Bastones de goma, manos, pies, maderos y en ocasiones hasta instrumentos metálicos son empleados para dejar a las víctimas en estado de inconsciencia. Los intentos de suicidios eufemísticamente bautizados como auto agresiones describen las escenas del desespero madurado bajo condiciones que vulneran indispensables requisitos de respeto a la dignidad humana.
En este centro penitenciario sobreviven cerca de dos mil reos. Muchos no morirán de una golpiza. La tuberculosis es una asesina eficiente. También el parkisonil y la carbamazepina, dos medicamentos utilizados como drogas para aliviar la desesperanza y el dolor de ser tratados como cerdos. Las riñas entre reclusos cobran anualmente un indeterminado número de vidas debido al tráfico de armas blancas fabricadas artesanalmente y utilizadas como moneda para comprar cigarrillos y alimentos, siempre deficitarios en este mundo del caos.
Es fácil encontrar testimonios de personas sancionadas por motivos sólo posibles bajo el reglamento de una dictadura donde las garantías procesales y la imparcialidad son parte de la ficción y del discurso oficial plagado de teorías abiertamente distorsionadas en la práctica.
Pude ver la enajenación en sus máximas expresiones, el hacinamiento, al hombre investido con el traje de la jungla, a la tristeza, que los barrotes y el recuerdo convierten en veneno para las neuronas.
Conocí el Combinado Provincial de Guantánamo y a Agüica, otro sitio donde el terror carcelario es como una hoguera que consume la racionalidad del ser humano.
Ahora viene a mi memoria Adolfo Fernández Sainz, un hombre que también rompió los esquemas dictatoriales honrando la ética y la profesionalidad del periodismo. A él le tocaron 15 años tras las rejas. Milagrosamente sobrevive en una prisión a 777 kilómetros de su residencia, acosado por la hostilidad de los carceleros y sus enfermedades.
Ricardo González Alfonso, Pedro Argüelles Morán, Víctor Rolando Arroyo Carmona, Héctor Maseda, Omar Ruiz Hernández, Julio César Gálvez, Fabio Prieto Llorente, Jorge Luis García Paneque son algunos de los candidatos a la muerte como rehenes de la desidia gubernamental. Ellos resisten su cautividad con la ilusión de que la justicia acabe por aparecer en la isla-prisión. Informar sin los aprisionamientos de la censura fue su pecado.
Yo dejé esos infiernos el 6 de diciembre de 2004, después de extinguir 21 meses de encierro, cuando en un dudoso gesto de magnanimidad se me concedió una licencia extrapenal por motivos de salud. Por hacer públicas mis discrepancias con el régimen un jurado me impuso 18 años de privación de libertad.
No exagero cuando afirmo que sentirse preso en Cuba es algo que sobrepasa la condición insular que la geografía impone. Esta etapa "revolucionaria" no sólo será recordada por el internacionalismo proletario y las concentraciones populares. Las cárceles se llevarán el protagonismo y la repulsa, si no de todos, sí de la mayoría.
---------- Fuente: Noticias de Ultimo Minuto 9/8/05 Actualización 5.30 pm |
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