En la entrada del vivero de la cooperativa de créditos y servicios Ubaldo Díaz, en el municipio habanero Güira de Melena, un árbol de olivo abre los brazos a una tradición rescatada en el tiempo. Hace tres años aquello era matorral y escombros, algo así como un verdadero infierno, capaz de quitarle el sueño a cualquiera. Sin embargo, para Pedro y el resto de su gente, los hombres se miden siempre por la cantidad de obstáculos dejados en la guardarraya.

En las ramas del olivo encuentra Pedro Sánchez el secreto para dar la bienvenida

Con la experiencia anclada en las entrañas del suelo, el ingeniero Pedro Sánchez y cinco trabajadores más impulsaron este proyecto. En las dos hectáreas ociosas fue creciendo, esfuerzo tras esfuerzo, el vivero de frutales, a tono con los planes de reforestación convocados en 1996 por el Ministerio de la Agricultura. Las infatigables manos de seis trabajadores hicieron posible el salto. A la cabeza de ellos, el apasionado campesino sostiene la línea de la agroecología como premisa de integración del hombre a su hábitat.

Vestido de campesino, con la tierra calada hasta los tuétanos, Pedro afirma en tono entre jocoso y preocupado: "La agricultura tiene miles de enemigos". La frase no quedó en el aire. "Hace unos días tuvimos una verdadera invasión de iguanas. Ellas llegaron campeando de lo lindo a comerse las semillas de melocotón. La almendrita del centro resulta un manjar para esos depredadores y un dolor de cabeza para nosotros. En el combate de esta y otras plagas utilizamos el control biológico."

Los fertilizantes químicos no hallan adeptos en este lugar donde se apuesta por la materia orgánica y el riego se realiza por las noches para no afectar el consumo de energía eléctrica de la población. Por tuberías plásticas sale el agua directa al tronco de la planta. Este sistema de riego localizado, ahorra un porcentaje elevado de este preciado recurso.

Los obreros están vinculados salarialmente al área de germoplasma o banco de semilla. En el zeopónico crece hermosa la guayaba por esqueje. Ya suman 20 las variedades obtenidas por esta vía o por injerto. El pasado año cerraron con casi 70 mil posturas varias y aproximadamente 500 quintales de producción en policultivos. El destino de estas producciones no se pierde en ningún recoveco del camino. Ellas van para acopio, mercados en la provincia de La Habana, un círculo infantil y un hogar materno. De la tenacidad se recogen siempre los mejores frutos.

Nadando en un mar de posturas –mamey, anón, mango y noni– encontramos una pareja singular. Armando Martínez y su hijo Alexander forman un dúo envidiable. El padre llegó con los primeros aires, cuando aquello erizaba los pelos del brazo. Entonces el joven tenía 16 años, prácticamente un niño.

Todos los tropiezos del comienzo ayudaron a formar en el muchacho una disciplina de trabajo a prueba de madrugadas. Con la ayuda del ingeniero aprendió a injertar y en esa, su mejor escuela, busca exprimirle los secretos a la tierra. Alexander es de pocas palabras. En su rostro hermoso una pequeñita arruga aparece cuando afirma "a mí me engancharon el yunque, por eso le abro tremenda raya a mi papá". Y hay que verlos en el campo, ambos devoran los surcos como si fueran jardines.

Pedro no solo huele a campesino. Lo lleva en la sangre. Aunque estudió, la universidad no le infló su ego. De allí salió resuelto a aprender de todos y sacar experiencias provechosas de todas las cosas. En el Instituto de Investigaciones de Frutales echó raíces hasta un buen día. Después de casi 20 años decidió cambiar los guantes para otra pelea en la Cooperativa de Producción Agropecuaria habanera Héroe de Yaguajay; allí aplicó toda la sabiduría de los estudios y las investigaciones. Pegadito a la tierra, las cosas fueron diferentes.

Probó entonces la siembra por escalera del aguacate, desde la variedad Suardíaz hasta Los moros; logró multiplicar la productividad de la guayaba enana. Casi una década pasó Pedro levantando el vivero. Cuando se marchó, aquello estaba listo para declararlo de referencia nacional.

La guayaba enana por esqueje salió ganando…

En Güira las cosas no fueron un paseo de girasoles –aunque esta sea flor preferida de muchos allí–. Los hombres, piensa el ingeniero, miden su estatura por los obstáculos que vencen. Mientras más grandes estos, más crece el material humano.

La savia acumulada permitió a Pedro representar a Cuba en un evento internacional de agroecología.

Convencer a veces resulta más difícil... Así pasó con las ventajas del plátano extradenso, los rendimientos de la guayaba enana, la siembra de variedades en escalera. Resulta que cada campesino tiene su librito y atesora en él los callos de las manos, los duros latigazos del sol, de la inclemente lluvia, de las difíciles cosechas. Para extender los logros de las investigaciones, no bastan oídos receptivos, pues los campesinos "oyen con los ojos", es decir, viendo los resultados. Por eso Pedro y su gente se dieron a la tarea de hacer un área demostrativa. Los riesgos deben ser mínimos.

La práctica de campesino a campesino promovida por la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) permite generalizar el vasto universo de los aportes científicos tecnológicos. Al vivero llegan los campesinos para comprar la guayaba enana cubana o escoger entre las 20 variedades de aguacate obtenidas en el banco de semilla. Ambas partes salen gratificadas.

El vivero a la salida del pueblo refresca la vista. Detrás del hospitalario olivo, juguetean los tonos rosados del melocotón. Los suelos ferralíticos premian el esfuerzo colectivo en una gama del rojo al verde. El horizonte matiza un arco iris limpio, limpio como el oxígeno que irradia cada planta.