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General: Dos comandantes de pueblo en la ONU
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De: Lealtad_siempre  (Mensaje original) Enviado: 27/09/2005 18:00

Lunes 26 de septiembre del 2005

Dos comandantes de pueblo en la ONU

Nayda Sanzo: Servicio Especial de la AIN

Faltaban unos minutos para las cuatro de la tarde del 26 de septiembre de 1960 cuando el irlandés Frederick H. Boland, presidente de la XV Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, anunció: "El próximo orador en mi lista es el Primer Ministro de Cuba".
Hacia el estrado avanzó el hombre alto, barbudo, cuyo uniforme verde olivo contrastaba con los convencionalismos de ese tipo de reuniones.. Muchos por simpatía, otros por curiosidad, unos pocos por recelosa animadversión, pero todos estaban pendientes de sus palabras, tanto los delegados de 98 Estados asistentes como los mil 200 periodistas que cubrían la sesión.
"Nosotros vamos a hablar claro", advirtió el Comandante en Jefe Fidel Castro. Y así fue hasta que concluyó, pasadas unas cuatro horas y media.
Y si poco usual resultó el traje de campaña del líder de una Revolución popular que había ascendido al poder apenas 20 meses atrás, menos lo eran las verdades que por primera vez resonaban con tanta energía en aquel augusto escenario.
"¿Seremos nosotros, los representantes de la delegación cubana, acreedores al maltrato que hemos recibido?", preguntó Fidel y enumeró: confinamiento a la isla de Manhattan, presiones para que no se les alquilasen habitaciones, intentos de extorsión, desalojo del hotel en que residían, interés en provocar más dificultades aun después de trasladarse al barrio de Harlem que con tanto amor los acogió...
Explicó cómo su pequeño país había sido una colonia donde mandaba el embajador de los Estados Unidos. "No nos da vergüenza tener que proclamarlo -aclaró-, porque frente a esa vergüenza está el orgullo de poder decir que ¡hoy ninguna embajada gobierna nuestro pueblo, que a nuestro pueblo lo gobierna el pueblo!"
A partir de entonces, Cuba pasó a ser un problema para su antigua metrópoli, cuyo primer acto inamistoso fue abrir de par en par las puertas de la gran potencia a los criminales que habían ensangrentado a la Isla durante la tiranía de Fulgencio Batista, gestada y sostenida por la Casa Blanca a lo largo de siete años.
"¿Cuál es el delito cometido por el Gobierno Revolucionario para que tengamos enemigos tan poderosos?", volvió a interrogarse el Premier cubano, y pasó a explicar las medidas de beneficio popular, el primer paso hacia el desarrollo con la Reforma Agraria.
"La Revolución Cubana tenía que ser castigada", resumió. Había que aplastarla por asfixia económica, por agresión militar, mediante el terror. O mejor aún, utilizando todas esas alternativas. El ametrallamiento aéreo de La Habana, la explosión de un barco cargado de armas provocaron decenas de muertos "y los autores de aquellas fechorías siguieron paseándose tranquilamente por los Estados Unidos", denunció.
Expuso cómo a los cubanos solo le quedaba "el recurso heroico de resistir, cuando su derecho no sea garantizado ni en la OEA ni en la ONU", porque "los países pequeños cuando queremos ser libres, sabemos que lo estamos siendo a nuestra cuenta y riesgo".Sin retóricas, Fidel dijo a las autoridades norteamericanas que "los problemas del mundo no se resuelven amenazando ni sembrando miedo", y desde la tribuna de la máxima organización internacional, subrayó que "nosotros, representativos de los distintos pueblos, tenemos el deber de condenar a todos los que juegan irresponsablemente con la suerte del mundo".
También condenó la forma en que se llevaba a cabo la intervención de las fuerzas de las Naciones Unidas en el Congo, favoreciendo los intereses colonialistas. Menos de cuatro meses después, al amparo de esas fuerzas, fue asesinado el primer ministro Patricio Lumumba.
Con visión internacionalista, el joven gobernante proclamó: "Con todo lo justo estamos y estaremos siempre: contra el coloniaje, contra la explotación, contra los monopolios, contra el militarismo, contra la carrera armamentista, contra el juego a la guerra".
Y propuso: "Luchemos por el desarme, que con la quinta parte de lo que el mundo se gasta en armamentos, se podía promover un desarrollo de todos los países subdesarrollados".

Lealtad



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