04-Oct-05 Llegan desde varios países de Africa. Se arriesgan para hallar un mejor porvenir para sus familias. Lo hacen sin documentos y sin decir de dónde vienen. De ese modo, no pueden ser deportados por España. Por Juan Carlos Algañaraz - Clarín Tiene el cuerpo crucificado por heridas de alambre de púas y cuando saltó la valla, primero de tres metros de altura y después de seis, se dio un golpe terrible en el pecho que lo dejo sin respiración. Han pasado cinco días y todavía le duele. Llegó desde el corazón de Africa en un viaje interminable, un calvario que casi le cuesta la vida. Saltó la valla hacia la "fortaleza Europa" entre el 27 y el 29 de setiembre en Melilla, las dos grandes avalanchas de centenares de desesperados, donde ya se habían producido tres muertes y decenas de heridos en incidentes anteriores.
"En el viaje desde mi país, me robaron, me dieron una paliza feroz pero seguí y al final llegue a Marruecos. Estuve mirando Melilla de día y, sobre todo de noche, durante cinco meses. Para nosotros era y es el paraíso". Se llama Charles, un nombre cualquiera, y como todos jamás dirá cual es su país para evitar que lo expulsen.
Está separado de su familia, de sus padres y hermanos, de su mujer y una hijita que apenas conoce.
Y, sin embargo, una sonrisa amplia y simpática la enciende el rostro cuando habla con Clarín en las afueras del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI). Charles sabe que ya han salido dos aviones con inmigrantes clandestinos hacia Madrid y pronto viajarán otros doscientos quizás mañana mismo. "Dicen que vamos a ir a Barcelona, Málaga, Almería o Madrid. No importa. Lo fundamental es que allí vamos a poder encontrar trabajo y enviar dinero a nuestra familia que lo necesita desesperadamente", dice.
Los emigrantes, que carecen de documentación, tienen que evitar que se identifique su país de origen. Una vez en la España peninsular, serán ingresados en centros y a los cuarenta días podrán disfrutar de una libertad total, con una orden de expulsión que no se cumplirá porque no hay adónde expulsarlos.
En los primeros vuelos han salido con prioridad las mujeres con hijos y las embarazadas. Entre ellas una joven que saltó la valla con su hijo a atado a la espalda. "Cuando avanzamos de noche para saltar con las escaleras, venían grupos de mujeres. Les dijimos que se quedaran. Cruzar era muy difícil, para hombres. Pero no nos hicieron caso y fueron valientes. Algunas lo consiguieron. Ahora las mujeres africanas embarazadas y con hijos se quedan en España", cuenta.
"En el centro quedan 149 mujeres y 119 niños. Muchas fueron llegando antes de las avalanchas", explica Daniel Cordoncillo, vocero de Cruz Roja. Los voluntarios han llegado desde varias ciudades españolas y ya son 150 que atienden constantemente a los inmigrantes. "Para todos esta es una experiencia tremenda. A algunos de los chavales se les parte el corazón. Nos damos cuenta de todo lo que tenemos y la miseria en que esta hundida Africa", añade. "Hace una hora, una señora salió en ambulancia para tener su hijo en el hospital. Es increíble la valentía que tienen estas mujeres".
Charles está enfundado en un camisa verde del Ejército español, muestra sus heridas en las piernas, las peores, perfectamente vendadas. "Hemos comido como no lo hacíamos hace meses. Me han puesto una inyección contra el tétanos y si necesito algo no tengo nada más que pedirlo. Melilla, era el paraíso, no nos equivocamos".
¿Y que pasará con los compañeros que dejaron en Marruecos?. La referencia entristece a todos los que nos han ido rodeando. "Siempre los recordamos", dice Charles y los ojos se le llenan de lágrimas. "En este tiempo de penurias, lejos de nuestras familias, nos hemos hermanado. Y ahora sabemos que nuestros amigos están escondiéndose por ahí (señala los bosques) o están siendo expulsados hacia Argelia", explica un joven que se mueve con dificultad apoyado en dos bastones.
"Pero, van a volver. ¿Qué otra cosa podemos hacer los africanos para escapar del hambre y las guerras?".
La suerte o desgracia de estos grupos de amigos se observan a corta distancia. Los aviones que partan del aeropuerto de Melilla pasarán por el cielo del Centro. Cerca está la valla iluminada, y no muy lejos los camiones de la gendarmería y el Ejército marroquí en donde viajan los centenares de detenidos estos últimos días rumbo a la frontera con Argelia, a 160 kilómetros, donde serán dejados a su suerte.
El centro para inmigrantes tenía capacidad para 400 personas y ahora está completamente desbordado con más de dos mil clandestinos. En las dos últimas "avalanchas" entraron más de 350 desesperados que corrieron por el centro de la ciudad.
"Nos asustamos porque primero escuchamos las sirenas y vimos muchos vehículos de la Guardia Civil, ambulancias, policías y hasta bomberos que iban hacia la frontera vallada. Después aparecieron grupos de entre veinte y cuarenta personas que corrían y preguntaban por la comisaría para iniciar los trámites que les permiten tener un documento, tratamiento médico e ingreso al CETI. Muchos cojeaban, tenían heridas por todo el cuerpo y había algunos que los llevaban en andas sus compañeros. Era terrible", explica Pedro Costa que estaba en el centro de Melilla en la madrugada, las dos veces que decenas de clandestinos saltaron la valla que se extiende por más de ocho kilómetros.
Ahora, el sueño de todos es subir al próximo avión. La "fortaleza Europa" ha sido capturada.
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