No pasa el tiempo para los articulos del cineasta norteamericano Michael Moore
inSurGente (Inti Tumaini).- Aunque fue escrito en abril del año pasado, este articulo, del que entresacamos lo más significativo, sigue tan vigente como entonces. En el mismo, Michael Moore nos dibujó, con gran acierto, el verdadero perfil del âexilioâcubano. Nunca está de más recordarlo para que nadie se deje seducir por falsos cantos de sirena que intentan camuflar la catadura moral de esos elementos que enarbolan la bandera de la âdemocraciaâ desde Miami y sus sucursales europeas.
Decía Michael Moore: âUno de los premios mayores que recogimos de nuestra inversión en estos exiliados cubanos fue la ayuda que nos dieron introduciendo drogas ilegales en los Estados Unidos, destruyendo familias y barrios enteros de nuestras ciudades. A principios de los sesenta, una cantidad de cubanos (que también participaron en la invasión de Bahía de Cochinos) empezó a regentar los círculos mayores de los narcóticos en este país. La DEA (Agencia Anti Drogas de Estados Unidos) encontró poco apoyo dentro del gobierno federal para ir detrás de estos exilados cubanos, porque se habían organizado a sí mismos bajo la falsa bandera de grupos de la libertad. De hecho, muchos no eran más que frentes de operaciones masivas de contrabando de drogas.
Las organizaciones terroristas cubanas radicadas en los Estados Unidos han sido responsables de la colocación de más de 200 bombas y por lo menos un centenar de asesinatos desde el triunfo de la Revolución cubana.
El noventa por ciento de estos exilados son blancos, mientras la mayoría de los cubanos (62 por ciento) son negros o mestizos. Esos blancos sabían que no podían quedarse en Cuba porque no tenían apoyo del pueblo. Entonces vinieron aquí, esperando que nosotros peleáramos por ellos.
El de Bahía de Cochinos es su fiasco más conocido. Tenía todos los elementos de una gran comedia cómica: barcos equivocados, playa equivocada, no tenían municiones para sus armas, nadie los fue a esperar, y -finalmente- fueron dejados morir vagando por una parte de su isla completamente desconocida para ellos (los chóferes de sus limosinas -adivino- nunca los habían llevado allí en los viejos buenos tiempos).”