LA RED AVISPA EN ESTADOS UNIDOS
La extensión del espionaje cubano contra Estados Unidos fue puesta en la arena pública cuando el FBI desmanteló una red de inteligencia cubana cuyas ramificaciones y consecuencias en las instituciones oficiales de Washington aún continúan infiriéndose. A pesar de la actitud ambivalente de la administración de Bill Clinton hacia Fidel Castro, para Cuba la Guerra Fría no se âdescongelóâ y sus operativos de inteligencia continuaron laborando en el objetivo de penetrar profundamente las estructuras estadounidenses, como si nada hubiese pasado en el planeta. Los siguientes detalles de las operaciones cubanas descubiertas por los oficiales de contra-inteligencia del FBI a fines de la década 1990 actualizan y desenmascaran la intensidad de esta Guerra Fría regional y muestran la determinación de Fidel Castro de continuarla.
A juzgar por el analista cubano Ernesto F. Betancourt, “el 14 de septiembre de 1998, el agente especial del FBI, Raúl Fernández, se personó en las cortes de Miami para presentar ante la jueza distrital Joan Lenard una acusación que dio como resultado uno de los casos más originales de espionaje1. El FBI, tras una prolongada investigación, arrestó a diez individuos en Florida por llevar a cabo labores de espionaje contra los Estados Unidos a nombre de Cuba. El servicio de investigación criminal de la marina de Estados Unidos (NCIS) formó parte a su vez de las pesquisas. El descubrimiento de la Red Avispa ayudó a enfocar la atención en lo extenso del espionaje cubano contra Estados Unidos.
La Red Avispa, integrada por 16 agentes cubanos, tenía como cometido espiar a agencias oficiales norteamericanas e infiltrar importantes instalaciones militares de los Estados Unidos, como el Comando Sur (SOUTHCOM) y el Comando Central (CENTCOM) en Tampa, responsable de las actividades militares en el Cercano Oriente y en el sur y dentro de Asia. (El jefe del CENTCOM, general Tommy Franks, encabeza las operaciones militares contra los terroristas en Afganistán y en las áreas vecinas.) Asimismo, debían introducirse en los grupos anti-castristas en el sur de la Florida, y manipular sus actividades. Al desarticularse la red por el FBI, sus miembros fueron acusados de actuar conscientemente como agentes de Cuba, y de conspirar para apropiarse de información de la defensa y seguridad nacional. De los 16 miembros de la Red Avispa identificados, ocho han sido condenados o se declararon culpables, cuatro escaparon hacia Cuba y el resto comenzó a ser juzgado2.
La escuadra de contra-inteligencia externa del FBI, que investiga las operaciones de inteligencia foráneas, llevó a cabo desde 1995 la vigilia y el escrutinio directo de los movimientos, teléfonos y residencias de los espías cubanos mediante el uso de la âtécnicaâ. Asimismo registraron de forma secreta sus viviendas, monitoreando sus teléfonos de manera permanente3. Como resultado de toda esta actividad de control se descubrió una vasta red que operaba en concierto con otros agentes clandestinos del gobierno de Cuba.
Se detectó que estos agentes ilegales se comunicaban directamente con el gobierno de Cuba notificándole sus actividades, y recibiendo instrucciones para cumplir misiones especiales que luego el âcentroâ en Florida las asignaba a otros sub-agentes. El FBI descubrió amplias evidencias de ilegalidad en el contenido de tales despachos desde, y hacia, Cuba incluyendo datos almacenados en disquetes de computadoras que se preservaban en las viviendas de los tres dirigentes superiores de la red4.
En su acusación criminal contra la Red Avispa, el FBI acotaba que âel grupo compilaba y reportaba información de inteligencia concerniente, entre otras cosas, a las actividades políticas de las organizaciones anti-castristas, instalaciones de defensa, funciones del gobierno -incluyendo intentos de penetración a bases militares norteamericanas-; participación encubierta en organizaciones anti-castristas, e intentos de manipulación de instituciones políticas y entidades gubernamentales de Estados Unidos a través de la desinformación y la supuesta colaboraciónâ5.
Será el propio Castro quien en una entrevista pública, tratando de negar el envolvimiento directo de Cuba en el espionaje contra las bases militares norteamericanas, de forma oblicua confirmó los planes operativos de la Red Avispa: “Si acaso pudiera interesarnos algo con relación a algunas instalaciones de Estados Unidos próximas a Cuba, serían los movimientos de tropas...” “los movimientos de tropas y unidades importantes se pueden obtener perfectamente por medios radio-electrónicos”. “Sí nos podía interesar cuántas tropas se acumulaban en la Florida para la invasión y cuántos barcos, y dónde podían estar las unidades fundamentales que se emplearían contra nuestro país por mar, por aire”6.
La Red Avispa recibía el sostén financiero de Cuba y trabajaba directamente para la Dirección General de Inteligencia del Ministerio del Interior, aunque a todas luces era una operación compartida con la inteligencia militar de las Fuerzas Armadas de Cuba. Las comunicaciones entre los miembros del grupo hacían referencia al Departamento de Información de Inteligencia, citaban como Centro Principal al Ministerio del Interior, y aludían a la DAAFAR a la Dirección de las Fuerzas Aéreas cubana. Por su parte, a la CIA y al FBI los identificaban como Servicios Especiales Enemigos7.
LOS OPERATIVOS
El FBI concluyó, sobre las bases de los datos incautados, que el espía directivo de la Red Avispa era Gerardo Hernández Nordelo (alias Giro o Giraldo), quien utilizaba la identidad falsa de Manuel Viramontes. Hernández inspeccionaba la infiltración de sus sub-agentes en los grupos domésticos anti-Castro en la zona de Miami (con el objetivo de entorpecer y crear animosidad entre específicas asociaciones y desacreditar a ciertos líderes de la comunidad cubana). Los componentes del círculo prestaban atención especial para mantener en secreto sus identidades y las misiones que realizaban como agentes, estableciendo una táctica muy elaborada para evadir la detección8.
Cuando Hernández, el cabeza de la cofradía, fue arrestado en Miami Beach, se identificó como capitán del ejército cubano, que había estado en este país desde 1992. La observación electrónica sobre Hernández arrojó numerosas conversaciones referente a las operaciones de inteligencia, y en su apartamento se encontró un radio de onda corta, computadoras y numerosos disquetes con información comprometedora, grabadoras y equipos fotográficos de alta sensibilidad. En los disquetes había literalmente miles de páginas detallando las conversaciones entre Hernández y el gobierno de Cuba, así como Hernández y el resto de los oficiales de la Red Avispa.
El segundo en rango era el mayor de la inteligencia cubana, Ramón Labañino Salazar, nacido en 1963, que utilizaba la identidad falsa de Luis Medina (alias Alán) obtenida con una licencia de conducción a ese nombre. Labañino asumía la función de fiscalizar los planes de penetración y la obtención de información clasificada de las instalaciones militares de Estados Unidos activas en el sur de la Florida. Entre ellas figuraban el Comando Sur (caracterizada por la DGI como uno de los objetivos a priorizar en el área de Miami), la base aeronaval de Boca Chica, en Cayo Hueso, cuya actividad fue reconocida por la inteligencia cubana como de sumo interés para el mando de la fuerza aérea cubana. Gerardo Hernández y Labañino recogían los informes de sus respectivos sub-agentes y les pagaban, y también les instruían sobre las misiones que demandaba Cuba. Hernández recibía órdenes de La Habana que luego adjudicaba como planes a los agentes individuales dentro del teatro de operaciones. Era su responsabilidad asegurar que las misiones y tareas fuesen cumplidas y reportar el resultado a La Habana.
Labañino ya había operado en Tampa, en la costa oeste de la Florida, desde 1992, surtiendo de información a Cuba de todo lo correspondiente a los movimientos de la base de la fuerza aérea McDill. Labañino fue destinado a Miami en 1996, con la encomienda de introducirse en el Comando Sur. Su domicilio contenía material similar al de Gerardo Hernández. En una comunicación procedente de la DGI, a fines de 1996, Gerardo Hernández fue instruido para organizar en Miami, bajo la dirección de Labañino, un grupo de sus agentes con vistas a la operación contra el Comando Sur, sugiriendo a los “camaradas Mario (Joseph Santos), Julia (Amarilis Silverio), Gabriel y Antonio Guerrero (alias Lorient)”9. En la información recuperada de la computadora de Labañino, este se refería a sí mismo como un “agente ilegal”, que es el sinónimo utilizado en inteligencia para un espía que utiliza una cobertura no oficial. Aunque Labañino se ausentaba con frecuencia del área de Miami, para consumar otras labores de espionaje, el FBI lo mantuvo bajo vigilancia durante dos años, en el curso de los cuales fue filmado en un restaurante de Nueva York, cuando intercambiaba información con un diplomático cubano destacado en la ONU.
El tercer hombre a bordo era Fernando González, que actuaba bajo la adulterada identidad de Rubén Campa (alias Vicky), y era el responsable de fiscalizar y dirigir en la práctica a todos los sub-agentes. Otro de los proyectos de la Red era la manipulación de los medios masivos y electrónicos de comunicación y la opinión pública con llamadas telefónicas anónimas y cartas a los periódicos y a las figuras políticas. Fernando González fue detectado en julio de 1998 despachando el cumplimiento de las tareas de espionaje con Gerardo Hernández, entre otras cuestiones el caso de un agente cubano que había confrontado problemas en Moscú. Los agentes especiales del FBI relataron la manera en que Fernando González describía al “grupo ISRI, dentro de la escuela de inteligencia cubana, y el uso de la sigla M-2 con la cual se identificaba a un país específico.
Antonio Guerrero, ciudadano norteamericano cuya familia regresó a Cuba cuando éste era niño, era un empleado civil en la base naval y aérea de Boca Chica, que estaba bajo las órdenes de Labañino, pero que a la vez reportaba directamente a Gerardo Hernández. El encargo de este emisario era de tal importancia que el cabecilla de la red, Hernández,, fue designado por al DGI de ir a Cayo Hueso de ser necesario cada dos semanas para recoger cualquier pormenor que Guerrero hubiese detectado. Guerrero debía reportar todo movimiento fuera de lo común conectadas con la capacidad combativa de esta base militar, como ejercicios, maniobras y otras actividades.
Guerrero obtuvo referencias pormenorizadas de la actividad diaria de la base aérea, incluyendo los tipos de aviones de guerra allí emplazados, su lugar exacto, descripción especificada del interior y exterior de las edificaciones de la estación aérea que se sospechaba estaban preparadas para admitir actividades muy secretas. La detección de los aviones especializados en guerra electrónica que allí se encontraban para realizar misiones de exploración. Asimismo, la dirección de altos oficiales militares asignados a la base. En un mensaje de Cuba a Gerardo Hernández, se le manda a que Antonio Guerrero continuase reuniendo información militar, y al mismo tiempo fomentara nuevas relaciones personales con militares y fortaleciera las que ya había cultivado, con el objeto de lograr una mayor penetración de la base aeronaval10.
Uno de los elementos más intrigantes mencionados por el agente del FBI Raúl Fernández es precisamente el caso de este espía, Antonio Guerrero, que le proveyó a Cuba con las direcciones de cientos de personal militar estacionado en la estación naval y aérea de Boca Chica, indagaciones que podrían parecer de poco uso para los planes de defensa de Cuba, pero muy útiles para un ataque comando contra esa instalación”11. Betancourt cita al reputado semanario militar Jane's Defense, en su número de 6 de marzo de 1996, donde reporta que desde principios de la década 1990 Cuba entrenaba comandos en Vietnam, precisamente para este tipo de plan. Según la publicación: “La estrategia de La Habana tras tales entrenamientos es atacar las bases de logística de las fuerzas de EEUU. Que se preparan para invadir a Cuba. El objetivo político es llevar la realidad de la guerra al pueblo americano”12.
Uno de estos oficiales cubanos de inteligencia detenido, René González Sehwerert (alias Castor), era un ciudadano norteamericano que se especializaba en compilar datos que se enviaban inmediatamente a Cuba sobre las particularidades y las actividades de los grupos políticos y humanitarios anti-Castro, así como las de personalidades de la comunidad cubana exiliada. René González se ocupaba de reportar todo lo que pudiese sobre Hermanos al Rescate, Movimiento Democracia, Militares y Profesionales por la Democracia, Comando Unidos para la Liberación, Partido Unido Nacional Democrático (PUND), Comisión Nacional Cubana y la Asociación de Pilotos Cubano Americana.
René González era también informante del FBI, con la supuesta misión de suministrar detalles del narcotráfico, aunque en realidad constituía un medio de desviar la atención de la contra-inteligencia norteamericana sobre sus verdaderas operaciones, obtener información de las actividades del FBI, sus agentes y el progreso de ciertas investigaciones de interés para Cuba. Mensajes decodificados enviados por la Red Avispa a La Habana, se refieren a las actividades de los grupos cubanos exiliados, que luego La Habana los transfería al FBI sin aparentes resultados. En un mensaje de Cuba a Hernández, descubierto por el FBI, la inteligencia cubana sugería que una de las miras de la supuesta cooperación con el FBI era mantener un canal para utilizarlo “en caso de interés para nosotros en una emergencia, para precipitar una acción del gobierno norteamericano contra los grupos cubanos exiliados”13.
En 1997, el jefe de la red, Gerardo Hernández notificó a Cuba que Jorge Más Canosa, presidente de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA) tenía un cáncer terminal. La información le fue proporcionada a Hernández por René González, quien a la sazón estaba infiltrado en el Movimiento Democracia después de haberlo hecho en Hermanos al Rescate. Según revelaciones de El Nuevo Herald, tras la muerte de Más Canosa, la DGI desarrolló un operativo de desinformación para desacreditar esta organización y profundizar las divisiones entre sus figuras principales, mediante la distribución de un volante confeccionado por uno de los espías de la Red Avispa. En un informe recibido por Hernández del “Centro Principal” de La Habana se lee lo siguiente: “como sigue, estoy enviando un nuevo pedido del Departamento M-IX. Esta actividad corresponde a una operación, “Finado”, y en ella se incluye una tarea llamada “correo”14.
El suelto, supuestamente enviado por uno de sus directores, proponía que no se votase por Jorge Más Santos puesto que “a él no le interesa la política, su madre no quiere que asuma el liderazgo de la Fundación, no tiene el carisma de su padre, o no habla bien el español”. El volante atacaba a los directores Alberto Hernández, Francisco “Pepe” Hernández, Diego Suárez y Domingo Moreira. El impreso terminaba con la siguiente arenga: Vota por el Finado. Esta “operación finado” comenzó a ejecutarse alrededor del 30 de junio de 1998, precisamente para influir en el próximo congreso de la FNCA, y se envió a un grupo de directores, como Clara María del Valle, Feliciano Foyo, Roberto Martín Pérez, Emilio Vázquez y Mel R. Martínez15.
Las investigaciones del FBI concluyeron que Nicolo Hernández (alias Manolo) y Linda Hernández (alias Judith) eran sub-agentes que reportaban también a Gerardo Hernández y disfrutaban de alta confianza y responsabilidad. Este matrimonio que vivía en New York, fue reubicado en Miami a principios de los 1990, operando bajo la cobertura de un pequeño negocio, propiedad de Nicolo Hernández, de exportación y venta de periféricos de computadoras e instrumental médico. Uno de los mensajes de la DGI, se refiere a este matrimonio como âtenientesâ que habían trabajado para el gobierno cubano por ânumerosos añosâ, ostentando cargos en la reserva militar. También se les conocía por los âjuniorâ y gozaban de un estatus elevado dentro de la Red Avispa, al punto de saber las identidades de otros operativos de inteligencia en Estados Unidos.
Al matrimonio Hernández les fueron asignados proyectos especiales por la inteligencia cubana, incluyendo la vigilancia de dos agentes cubanos ante la sospecha de que podían desertar. Entre otras funciones, a Nicolo Hernández se le situó la tarea de infiltrarse en la Cámara de Comercio Latinoamericana (CAMACOL), mientras que Linda Hernández fue encargada de lo mismo en la organización anti-castrista Alpha-66. Ambos fueron responsabilizados también con investigar las compañías locales de tele-comunicaciones, y entablar relaciones estrechas con ex empleados de la marina de guerra norteamericana, y considerar la posibilidad de reclutar alguno.
Los Hernández se hallaban implicados en un plan que comprendía la expedición de miles de cartas anónimas, ficticiamente de cubanos exiliados, de intimidación contra figuras políticas dentro de los Estados Unidos, incluyendo una esquela supuestamente remitida por una figura anti-castrista que amenazaba con comprometer políticamente a un Senador. Al pormenorizar una de tales campañas, la DGI instruía que tenía que ser realizada por los Hernández debido a sus anteriores experiencias en este tipo de proyecto, donde habían demostrado que sabían cómo actuar. Asimismo sugerían que se velase por las medidas de seguridad, como el evitar dejar huellas digitales en la correspondencia, echarlas en diferentes buzones, usar los sellos apropiados, evadir ser vistos al depositar las cartas utilizando camuflajes para no ser reconocidos, y comportarse de manera habitual.
Joseph Santos (alias Mario) y Amarilis Silverio (alias Julia) fueron transferidos a Miami con la misión específica de ayudar a Labañino en la infiltración profunda del Comando Sur. La DGI instruyó a que Santos y a Amarilis comenzaran a trabajar de inmediato, a partir de las instrucciones cursadas. Ambos tenían como meta fundamental el espionaje sobre el Estado Mayor de tal comando. Santos era empleado de una compañía de alimentos en Miami, cercana al área militar, y ya había efectuado un estudio preliminar de la situación operativa en el área donde se llevaban a cabo los proyectos del Comando Sur. Otros documentos revelan que la inteligencia cubana realizaba un levantamiento cartográfico de las construcciones y geografía del Comando Sur y sus alrededores16.
El 20 de septiembre del 2001, el matrimonio de Gerardo Gari, de 41 años, y Marisol Gari, de 42 años, que operaba bajo los nombres postizos de Luis y Margot, se declaró culpable de ser parte de la “Red Avispa” de espionaje. Los Gari fueron acusados de trabajar estrechamente con el agente Fernando González Llort (alias Oscar). Según el agente del FBI Héctor M. Pesquera ellos “no fueron arrestados hace tres años porque tuvimos que ser selectivos. Esos arrestos fueron hechos con premura, porque sabíamos que algunos de ellos habían recibido la orden de regresar a la isla; en el caso de estos dos, teníamos la convicción de que no escaparían, como vino a suceder”17.
Gerardo Gari, nació en Brooklyn pero creció en Cuba. Gerardo Gari fue acusado de intentar infiltrarse en el Comando Sur en Miami, el cual supervisa las operaciones militares en América Latina y El Caribe, para recoger información y transmitirla a la inteligencia cubana. Según el fiscal federal Guy Lewis, Gerardo Gari “era un agente del gobierno cubano muy calificado que recibió entrenamiento en vigilancia y contra-vigilancia, fotografía de micro-punto, comunicaciones clandestinas y explosivos”18. La pareja se trasladó a Estados Unidos en 1990 donde inició sus actividades de espionaje entre 1991 y 1998. Ambos viajarían constantemente a Nueva York para entregar información a los jefes del espionaje cubano y recoger dinero.
Gerardo Gari hizo intentos por trabajar en la base de la fuerza aérea MacDill, en Tampa. A Marisol Gari, cubana de nacimiento, se le inculparía de aprovechar su empleo federal en el Servicio Postal de Estados Unidos en el aeropuerto internacional de Miami para interceptar las cartas recibidas o enviadas de aquellos cubano-americanos blanco del espionaje cubano en territorio norteamericano. Los Gari acopiaron información de miembros de la FNCA y estuvieron involucrados en una operación titulada “Neblina”, enfilada a reunir toda la información de inteligencia posible, que pudiese comprometer el prestigio del director de la FNCA Roberto Martín Pérez. A tales efectos, lograron introducirse en los mecanismos de seguridad en el domicilio y oficina de Martín Pérez.
Las autoridades advirtieron que después del arresto de los 10 integrantes de la red, Gerardo y Marisol Gari suspendieron de inmediato sus actividades de espionaje, y en el 2000 se trasladaron al área de Orlando. Allí Gerardo Gari trabajó durante un tiempo para la empresa aeronáutica Lockheed-Martin como probador de equipos19. La acusación principal contra ellos fue la de espiar en el Comando Sur por medio de un agente plantado, llamado “Gabriel”20.
continuara...