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General: PASAJES DE LA COLABORACION CUBANA EN SALUD
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De: matilda  (Mensaje original) Enviado: 06/11/2005 18:18
Pasajes de la colaboración cubana en salud
               
Cuando los cubanos partan (IX)

inSurGente. (Eduardo Montes de Oca).- La construcción civil es formidable; sólo que el centro apenas respiraba. Su equipamiento permanecía almacenado desde la inauguración, hacía 17 años. Pero la situación comenzó a variar el 16 de diciembre de 1998, poco después de que el huracán Mitch hiciera mutis de Guatemala, con su secuela de estropicio y destrucción.  Primero llegaron cinco. Luego se incrementaron las filas. Hoy por hoy, la “ínfima cobertura de asistencia” reportada otrora significa desvaído recuerdo —huella de cifras archivadas— para quienes disfrutan de servicio eficiente todos los días. A cualquier hora. Por su condición de coprotagonista, la doctora Odalys Aranguren Garriga conoce al dedillo el tesón vertido por los 16 especialistas cubanos que insuflan vida al hospital rural del municipio de Fray Bartolomé de las Casas —uno de los dos de que dispone el norteño departamento de Alta Verapaz...


—Cuando arribamos, el impacto fue tremendo. Gente acostumbrada no más que a las consultas de emergencia se vio de pronto atendida por cuatro titulados en medicina general integral, un gineco-obstetra, un pediatra, un cirujano, un anestesista y un licenciado en enfermería.
Charlar con la jefa del grupo, mujer de acerada convicción, traducida en ademanes sobrios y seguros, equivale a recorrer una historia que, sin duda alguna, contribuirá a sellar la amistad entre dos pueblos.
—... A eso, súmele el hecho de que  no tienen que desplazarse a la cabecera departamental, Cobán, para análisis de laboratorio. Porque trajimos un técnico en esa área. Y uno en rayos equis.
Odalys no intenta ocultar el orgullo que la embarga al extenderse en el porqué del “tremendo impacto”.
—Hasta ese instante, se trataban únicamente los casos de urgencia y algunos encamamientos. En los seis meses iniciales de estancia aquí hemos reconocido a más de 11 mil 500 pacientes. Si no récord, buen average.
—¿Cómo pusieron en funcionamiento la maquinaria, que, a ojos vista, se halla en perfecto estado de mantenimiento?
—¡Ah!, sucede que nos acompaña un ingeniero tan bueno, que fue seleccionado para asesorar al Ministerio de Salud Pública de Guatemala. El reparó refrigeradores, equipos del comedor, medios básicos en largo desuso... Al matancero Gilberto Rodríguez habría que levantarle un monumento.
Mas si a monumentos se alude, se deberían erigir unos cuantos, ya que las consultas semanales aumentaron de treinta o cuarenta a doscientas o trescientas.
—Aunque no todo es color de rosa. Pasamos muchos sofocones. Recuerdo ahora la tensión que padecimos por una joven con rotura uterina, a la que una partera aplicó un medicamento contraindicado. Afrontamos una difícil disyuntiva: lavarnos las manos y enviarla a Cobán, en un viaje de cuatro horas por camino montañoso, donde probablemente moriría, u operar aquí, sin trasfundir, porque no hay presupuesto para sangre. Suerte que, como son vírgenes en tratamientos, responden fácilmente al elegido.
No fue ésa la única vez que el estrés cundió entre los cooperantes. La doctora Odalys evoca el crítico estado de una niña de ocho años baleada por un hermanito, que jugaba con un arma guardada en la casa. 
—Llegó con el plomo dentro. El cirujano, Luis César Parra, la estabilizó, y se llamó una avioneta, que la transportaría hasta Cobán en 15 minutos. Pero cayó en shock y la introdujimos en el salón. Presentaba perforación del diafragma, estómago e hígado. Otro ser humano salvado.
La interpelada calla. Y habla después con reticencia. El recuerdo se hace punzante. Nadie sabe cabalmente lo que sufre un profesional con sensibilidad y ética cuando alguna vida se le escurre de las manos. Incluso si la muerte no responde a negligencia alguna.
   
—Los indígenas no están habituados a la hospitalización. Muchos se fugan a los dos días, si ya se sostienen en pie. En marzo, la mamá de un pequeño desnutrido escapó con éste, cuando decidimos trasladarlo a la ciudad cabecera de Alta Verapaz... Tres meses después el padre vino a buscar el certificado de defunción.
NO SÓLO EN EL HOSPITAL
La sanidad se reparte de modo diverso en Fray Bartolomé. En coordinación con el hospital rural, cuatro especialistas en MGI “cubren” directamente las comunidades. Tarea que realizan en consonancia con la concepción guatemalteca de atención primaria.
Delbis Cruz y Alina Montalvo estaban decididas a luchar sin dilación contra las dolencias más frecuentes en los asentamientos que se les  asignaron. Ya se imaginaban  enfrentando enfermedades respiratorias, diarreicas, dermatológicas; parasitismo, desnutrición, paludismo, anemia... Mas hubieron de esperar.
—Al principio los indígenas desconfiaban —rememora la jefa del colectivo. Al decirles que iban médicos, tuvimos que enseñarles fotos de éstos. No lo creían. El Comité de Salud local acordó recoger por casa cinco quetzales (menos de un dólar) para la alimentación de los galenos, y se negaron. Pero todo se transformó cuando Delbis y Alina se personaron allí, expuestas a la falta de provisiones. Entonces, los pobladores cooperaron. Con sus pocos recursos, hicieron un hermoso recibimiento. Las muchachitas lloraban de emoción.
El agradecimiento se desborda también en relación con Luis Miguel Nardo, que “deambula” por 13 enclaves, y Roberto Polo, irreductible en el “periplo” por 43 aislados caseríos.   Ellos  se han erigido en eslabón de una cadena que no hemos mencionado en su totalidad. La satisfacción de la tarea ejecutada —eso que llaman conciencia— dará el espaldarazo final a los 16 colaboradores del archipiélago caribeño en Fray Bartolomé de las Casas, menudo territorio perdido entre altas montañas. Y a héroes aún anónimos como los de la brigada de mantenimiento de electromedicina destacada en los hospitales rurales del país centroamericano. Allí donde los internacionalistas “no dan turno, porque atienden a toda la población que accede, tras caminar hasta cuatro horas por veredas imposibles”.
Los periodistas son testigos. La población de Fray lo es en mayor medida, pues ha experimentado el gran cambio. Cambio que a muchos les provoca preguntarse: “¿Qué haremos cuando ustedes se marchen?” La respuesta bien podría ser la que ensaya la doctora Odalys Aranguren: “Se está capacitando al personal técnico guatemalteco, para cuando los cubanos partan.” 
Palabras de un entendido (X)
Carlos René Sierra Romero había escuchado, leído, sobre un lugar que crecía en la historia, a pocos kilómetros de su natal Guatemala. Pero Cuba era un tema al que acudía en voz baja, mirando con desconfianza en derredor, porque “quién quitaba que hasta las paredes hablaran”.
El director del Centro Universitario del Norte (CUNOR), radicado en el departamento de Alta Verapaz, se muestra propicio al diálogo, que se entabla con un leitmotiv manido en estos tiempos: la ayuda brindada a la nación centroamericana por médicos y paramédicos provenientes de la mayor de las Antillas.
—Los guatemaltecos fuimos criados en el temor de la Isla. Ahorita eso se ha transformado. La población más humilde se percata de que no hay tal enemigo, sino un benefactor. Ustedes deben sentirse satisfechos de estar cooperando.
Sierra nos ha abierto de par en par las puertas de esta filial de la Universidad de San Carlos (USAC), la más importante del país. “Ella sola congrega a alrededor de cien mil estudiantes, cuando las otras tres, privadas, juntas no alcanzan los 15 mil.”
—Aquí en Cobán, tenemos 365 alumnos, que cursan las carreras de zootecnia, agronomía, geología y trabajo social, así como cuatro de pregrado. Es decir: preparamos también técnicos de nivel medio, en producción pecuaria, por ejemplo.
“Y ésa no constituye la única línea. Nos encontramos llevando a efecto un proyecto de capacitación para líderes comunitarios, que son personas escogidas para colaborar, allá donde viven, en lo concerniente a las tareas de masas, gestionar médicos, etcétera. Todos poseen las lenguas kekchí, poconchí y española. Devienen el nexo entre el asentamiento indígena y el resto de la población.”
Con miras a que el progreso arribe a sitios del todo olvidados, el CUNOR los enseña a evaluar y planificar los procesos sociales de su medio. Lo cual incita a volver la vista hacia quienes en el área geográfica poseen sobrada experiencia en ese tipo de labor didáctica. Y entonces el Estado caribeño emerge una vez más en la conversación.
—Sobre la pedagogía cubana conozco lo elemental. Como cualquier persona que coteja estadísticas acerca del asunto. Sé que el status de esa ciencia y de la educación, en general, es el mejor en América Latina. Algo que se ha convertido en acicate para la búsqueda de información. Más si se toma en cuenta que la diferencia de enfoques y de programas que padecemos provoca desniveles entre nuestros graduados. Cosa que, por supuesto, no sucede en Cuba.
Aunque el licenciado en zootecnia Sierra Romero se duele de la precariedad de los nexos en la materia, se manifiesta optimista en otra esfera de las relaciones bilaterales.
—Desde que me puse en contacto con la contribución en salud pública, me siento en deuda con ustedes. Como guatemalteco, el agradecimiento es infinito. Sin el apoyo no llegaríamos a proveer la salubridad necesaria. En algunos sitios, sé de buena tinta, el trabajo de los brigadistas ha resultado tan bien hecho, que la gente no se trata si no es con ellos. En mi condición de profesor puedo juzgar; y juzgo: Han enviado un personal excelentemente preparado.
La  plática con el director del CUNOR no podía concluir sin un regreso en espiral al asunto que más le atañe, y que le fascina: la pedagogía. En ese contexto, sus frases brotan restallantes:
—A los universitarios cubanos les pido que se sigan preparando; el mundo los necesita. El patrimonio cultural y educativo de que gozan no les pertenece sólo a ellos, sino a la humanidad entera.


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