Osmaira González Consuegra
ogconsuegra@yahoo.es
Hace cinco meses, la vida comenzó a sonar alrededor de Leslie Machado Hernández, hija de un matrimonio común en la Cuba de hoy. La niña nació con discapacidades visuales y auditivas severas, a causa de la rubéola atípica padecida por la madre durante el embarazo.
La mujer apenas posee un título de técnico medio en Economía y Finanzas. Mientras que su esposo labora como mecánico automotriz en un taller de la rama agropecuaria. Ni sumando el salario de ambos llegarían al costo total del tratamiento que la pequeña Leslie necesita para atenuar su sordoceguera.
Sin embargo, desde sus 15 días de nacida la menor cuenta con una asistencia médica semejante a la que pudiera recibir en cualquier país desarrollado. En el año 2000 la intervinieron quirúrgicamente en la Liga Contra la Ceguera para reducir al mínimo la opacidad en sus ojitos. Y en mayo último, con el concurso de los especialistas del Centro de Neurociencias de Cuba y por la dedicación de los otocirujanos del hospital Cira García, en la capital cubana, Leslie y otros 17 infantes cubanos se favorecieron con un implante coclear.
El dispositivo les permite descubrir, poco a poco, los sonidos de la vida.
El sonido más reciente, y el mayor agrado fue la melodía de ¡Felicidades Leslie en tu día! ¡Qué lo pases con sana alegría!...
Con la canción más tarareada en el mundo la despertaron el pasado 31 de octubre. Por primera vez en seis años sus padres tenían la certeza de que escuchaba el universal canto de un cumpleaños feliz.
Durante todo el día recibió el cariño de quienes comparten la satisfacción de saber que para ella y su familia los… ¡muchos años de paz y armonía!, comenzaron a contarse desde el pasado 27 de mayo, día en que se le realizó el implante coclear.
La operación —valorada en más de 15 mil dólares— consistió en la colocación de un chip receptor en el hueso mastoides. El conector funciona mediante la estimulación eléctrica del caracol u órgano de Corti, desde un analizador de sonidos programable. De ahí parten los estímulos codificados hacia electrodos situados dentro de la cóclea y de ésta al cerebro por el nervio auditivo.
El dispositivo forma parte del organismo de Leslie, y las primeras muestras de que lo acepta de forma positiva las manifestó al oír los ladridos de su mascota Aday, las voces de sus familiares más cercanos, la música de los dibujos animados, el timbre del teléfono y los toques en la puerta de cuantos amigos acuden a visitarla.
Nuevos caminos comienzan a abrirse para el conocimiento de Leslie. En estos momentos se encuentra en la etapa de detección y discriminación de sonidos para aprender a hablar. Responde muy bien al proceso de rehabilitación, ya repite con moderada claridad las palabras que contengan las consonantes m, p, t, l, además de las vocales a, e, o y la u.
La familia no encuentra frases para describir la alegría al escuchar que la niña puede decir mamá, papá o tata.
«Vivimos para ella», reitera el padre con frecuencia.
El hombre, un típico cubano entre los de más bajos ingresos económicos, reseña los avances en el aprendizaje de la hija y expone que por cada gasto invertido por el gobierno de Cuba, nunca le han cobrado un impuesto.
Por eso admira más a Carmen, su compañera de alegrías y dolores durante los últimos seis años. Y el orgullo le creció después que ella pudo hablar ante el mundo, este viernes desde la tribuna abierta efectuada en la Plaza de la Revolcuión de Villa Clara.
Carmen agradeció, en nombre de las madres con hijos urgidos de una enseñanza especial, la obra social de Cuba. Sumó su voto a los que confían en un país bloqueado, pero no cruzado de brazos. Apostó por el gobierno que hace cosas tremendas, como permitir que su hija Leslie, doliente de una hipoacusia bilateral severa, también pudiera escuchar las bonanzas que la vida le trae.