Los acontecimientos del pasado viernes 10 de febrero, en los que nuevamente efectivos del Buró Federal de Investigaciones (FBI) de Estados Unidos asaltaron hogares y centros de trabajo de puertorriqueños, aterrorizaron comunidades, manifestaron total desprecio y burla hacia instituciones oficiales como el Gobernador de Puerto Rico y el Superintendente de la Policía y no vacilaron en atropellar con la fuerza bruta a los periodistas que ejercían su labor en uno de los operativos, dejaron meridianamente claro que lo que se está planteando, sin lugar a dudas, es la suprema definición que expresó el Maestro Pedro Albizu Campos: yanquis o puertorriqueños.
Cuando las tropas de asalto fascistas del FBI decidieron lanzar estas nuevas acciones, a menos de cinco meses de su brutal operativo en Hormigueros en septiembre pasado donde asesinaron al dirigente independentista Filiberto Ojeda Ríos, comenzaron por no informar al Gobernador o al Superintendente, sino hasta dos horas más tarde de haberse iniciado. ¿Por qué? Porque el Gobernador y el Superintendente son puertorriqueños, y el FBI no confía en ellos.
Cuando el FBI decidió asaltar los hogares de hombres y mujeres humildes, trabajadores, queridos y respetados en sus respectivas comunidades y centros de trabajo, lo hizo porque son independentistas que privilegian el derecho de los puertorriqueños a su independencia.
Cuando el FBI no titubeó en convertir en daño colateral de su prepotencia imperial a los periodistas que cubrían el allanamiento de la residencia de una puertorriqueña en el Condominio De Diego 444 de Río Piedras, agrediéndolos y rociándoles con gas pimienta, dejó establecido que ve a la prensa puertorriqueña como enemiga de sus acciones y estrategias.
Y cuando el Director del FBI tiene la desfachatez de mentir públicamente al achacar a los periodistas la responsabilidad de los incidentes en ese condominio, es porque poco le importa al jefe policíaco del FBI lo que piense el pueblo puertorriqueño de sus acciones, consciente como está de que los puertorriqueños tienen claro la podredumbre de esa institución, como se manifestó claramente en los velorios y el sepelio con el Comandante Machetero asesinado.
Insistimos, no se trata de unos excesos inadvertidos de uno o dos agentes del FBI, no se trata de que se les fuera la mano. Los periodistas agredidos, reiteramos, fueron un daño colateral en la agenda del FBI.
Lo que el FBI se ha propuesto, como brazo policíaco ejecutor del gobierno de Estados Unidos, es destruir al movimiento independentista de Puerto Rico en territorio nacional y en las comunidades boricuas en Estados Unidos, particularmente sus cuadros más militantes, los más activos y eficientes en la educación, organización y movilización del pueblo para avanzar la lucha por la conquista de la independencia. Tiene el propósito de atacar aquellas organizaciones comunitarias, sindicales, estudiantiles, culturales, ambientales, que estén realizando trabajo efectivo y en cuyo seno se destaquen independentistas. Tiene en la agenda tratar de desprestigiar al independentismo asociándolo con el terrorismo, como parte del clima de miedo que se agita en Estados Unidos y que se pretende trasladar a Puerto Rico. Quiere asestar golpes a los independentistas, independientemente de si están relacionados o no al Ejército Popular Boricua Macheteros.
¿Por qué el gobierno de Estados Unidos se ha planteado esta agenda represiva contra el independentismo? Muchas son las teorías que se manejan para contestar esta interrogante. Lo que sí conocen los poderes imperialistas de Estados Unidos es que históricamente el independentismo ha sido la fuerza que ha motorizado grandes cambios en el país, indistintamente de su fuerza militar o política en un momento histórico dado. Así ocurrió en el siglo XIX cuando Ramón Emeterio Betances y los más preclaros dirigentes independentistas de entonces promovieron la abolición de la esclavitud así como otras reivindicaciones políticas y sociales. Así ocurrió también con el movimiento independentista y la férrea defensa del español y la nacionalidad puertorriqueña que presidió José De Diego a principios del siglo XX. También fue vital el movimiento nacionalista que encabezó Don Pedro Albizu Campos, cuyo verbo, acción y compromiso provocaron la cruenta represión que se desató sobre sus huestes para posibilitar y dar paso a los cambios políticos cosméticos que representaron el establecimiento del Estado Libre Asociado bajo la dirección de Luis Muñoz Marín, de acuerdo a los designios de Wáshington.
Ahora, Estados Unidos se siente amenazado por una América Latina en ebullición, donde los pueblos van depositando su confianza en gobiernos populares, democráticos, progresistas y revolucionarios, que le amenazan en su propio traspatio la hegemonía imperial que mantuvo en el siglo pasado, a costa de la sangre de millones y la explotación de las masas indígenas y trabajadoras por el gran capital estadounidense.
En el marco de esa realidad y de la seria crisis que va configurándose en su colonia, Estados Unidos quiere conjurar cualquier posibilidad de que se articule con movimiento popular independentista masivo, de profundos reclamos de justicia social, que sirva de alternativa al caduco sistema político y gubernamental actual y a la profunda desigualdad que se agigante cada día más en la otrora Isla del Encanto.
Después de las masivas manifestaciones de solidaridad e indignación del pueblo expresadas ante el asesinato de Filiberto Ojeda Ríos, Estados Unidos tiene claro que la amenaza principal que tiene la dominación colonial que ha ejercido sobre esta colonia es el independentismo, aunque en estos momentos luzca fraccionado y sin haber definido claramente su pertinencia y relevancia como alternativa de cambio revolucionario. Pero en Vieques tampoco se pensaba en 1999 que cuatro años más tarde, su poderosa Armada tendría que recoger sus bártulos y salir con el rabo entre las patas, sin que se haya disparado un tiro. Sin embargo, el pueblo supo identificar la forma y el camino para lograrlo.