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General: Un Fantasma recorre Puerto Rico..........
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De: matilda  (Mensaje original) Enviado: 10/03/2006 01:53
Cuidado con el fantasma, un artículo de Rafael Rodríguez Cruz
                  
Argenpess/ inSurGente.- Un fantasma recorre Puerto Rico: el fantasma del nacionalismo revolucionario y bolivariano. Todas las fuerzas de la vieja colonia se han unido en santa cruzada para acosar al fantasma: la corte federal de Estados Unidos, los estadistas recalcitrantes, el liderato autonomista conservador y los polizontes del FBI. ¿Qué será lo que tiene ese fantasma? Un día lo declaran muerto, y al otro lo persiguen como si fuera el más terrible enemigo. (En la foto, Pedro Albizu Campos, líder histórico del independentismo boricua).


El operativo del FBI en Puerto Rico el 10 de febrero de 2006, allanando violentamente las residencias y lugares de trabajo de varias compañeras y compañeros independentistas, no debería de haber tomado a nadie por sorpresa. Los dirigentes de la Coordinadora Nacional Rompiendo el Perímetro lo venían anunciando desde hace rato. Además, la operación del FBI ocurre cuando hay todavía fuertes corrientes de división en el seno de las fuerzas revolucionarias puertorriqueñas. Interesante, ¿no? Hay polizontes dentro del movimiento y saben medir muy bien la temperatura de la desunión y la intolerancia. Al fin, es cosa de leer los correos electrónicos. Como decía Trotsky, no hay peor enemigo de la revolución que la soberbia y el orgullo. Apueste el lector o lectora a que la próxima vez que surjan desacuerdos agrios en el movimiento, viene otro operativo del FBI en Puerto Rico. El rayo ha caído ya dos veces en el mismo sitio, y los polizontes son animales de hábito y costumbre.

Precisamente el día antes de los allanamientos, el compañero líder revolucionario Juan Mari Bras publicó una columna en el semanario Claridad titulada Nuestro Socialismo del Siglo XXI. En ella hay un señalamiento sobre la coyuntura actual en Puerto Rico que merece discutirse: Ya no hay espacio -nos dice Juan Mari Bras- para nuevas lucubraciones autonomistas y muchísimo menos de carácter anexionista o de buscar integraciones con Estados Unidos. Esto lo comprobará la historia, que es implacable en sus enseñanzas [Claridad, edición digital, 9 de febrero de 2006]. Yo estoy completamente de acuerdo con el compañero y me atrevo, incluso, a añadir algo. Tanto los analistas más preclaros del imperialismo estadounidense, como los anexionistas del patio, están plenamente concientes de esto. De hecho, ése fue el mensaje inequívoco que recibieron los sectores burgueses anexionistas que fueron la segunda semana de febrero a Washington a buscar apoyo para una acción del Congreso federal sobre el status. Pueden lamer la bota todo lo que quieran -les dijeron, quizás en palabras más finas- pero igual se quedan de súbditos del imperio. El señalamiento de Juan Mari Bras resume fielmente lo que ya es, y va a continuar siendo, el factor clave de la política puertorriqueña a todos los niveles. Se acabaron los embelecos. Es la hora de la definición.

De la columna del compañero Juan Mari Bras se puede concluir, por lo tanto, que es al FBI y a los sectores anexionistas a quienes más les conviene en estos momentos una situación de violencia política desenfrenada en Puerto Rico. Eso por dos razones. En primer lugar, porque una situación de violencia generalizada atraería mayor atención del sector militarista recalcitrante de Estados Unidos sobre la isla. Incluso se podría tratar de vender la estadidad como un asunto de seguridad nacional en la llamada lucha en contra del terrorismo. No hay que olvidar la irracionalidad de alguna de esta gente. En segundo lugar, si bien es cierto que la coyuntura continental es favorable para un proyecto de independencia no reformista en Puerto Rico, la realidad de la división y fragmentación de las fuerzas antiimperialistas es innegable. Como cuestión de simple lógica, les conviene dar el golpe en estos momentos.

Otro aspecto en que coincido con la columna del compañero dirigente Juan Mari Bras, es en la urgente necesidad de que los socialistas de Puerto Rico nos agrupemos políticamente en camino a lo que será la meta victoriosa de la América nuestra: el socialismo del siglo XIX. Dentro de ese socialismo creado por las grandes masas trabajadoras del Continente latinoamericano, caben muchas definiciones de transformación social, siempre y cuando se monten en los reclamos de justicia económica y participación verdadera de los oprimidos. Esto no es un postulado arbitrario, sino algo que brota de la dialéctica objetiva misma del desarrollo de las luchas sociales y emancipadoras de nuestros pueblos. En el contexto de Puerto Rico, lo anterior quiere decir superar organizativa y programáticamente la falsa antinomia de independencia revolucionaria y socialismo. Los socialistas puertorriqueños tenemos que ser los independentistas más consecuentes, reclamando no sólo la soberanía política sino la nacionalización de todos nuestros recursos fundamentales, junto al respeto de la cultura de nuestra gente y a nuestra bandera.

Es falso, mil veces falso, que a nombre del marxismo -de Lenin, Marx, Engels o Trotsky- se pueda justificar el no luchar por la independencia plena de Puerto Rico, particularmente en esta coyuntura. La soberanía política de Puerto Rico es un reclamo democrático de importancia cardinal no sólo para el Caribe y la América nuestra, sino incluso para las mismas fuerzas progresistas en Estados Unidos. Independientemente de eso, allí donde hay un reclamo democrático -incluso burgués- es deber fundamental de los socialistas el ser los demócratas más consecuentes. Es vital en este sentido, que los marxistas de la isla recordemos lo señalado por Lenin en las páginas de su obra El Estado y la Revolución, al respecto de la supuesta dicotomía entre democracia consecuente y socialismo: Engels, sin embargo, no cometió el error de algunos marxistas al tratar, por ejemplo, la cuestión del derecho de las naciones a la autodeterminación, cuando argumentaban que era imposible bajo el capitalismo y que sería superflua bajo el socialismo. Esta aseveración aparentemente brillante, pero en realidad incorrecta, podría decirse de cualquier institución democrática (...) Desarrollar la democracia al máximo, encontrar las formas de este desarrollo, probarlas en la práctica, y de ahí en adelante -todo esto es una de las tareas que componen la lucha por la revolución social. Tomada separadamente, ningún tipo de democracia traerá el socialismo. Pero en la vida real, la democracia nunca será tomada separadamente; será tomada en conjunto con otras cosas, ejercerá su influencia sobre la vida económica también, estimulará su transformación; y, a su vez, será influenciada por el desarrollo económico, y así en adelante. Esta es la dialéctica de la historia viva [Lenin, V.I. El Estado y la Revolución. Obras Completa, Tomo 25, Capítulo 4]. En términos todavía más intransigentes se expresó Trotsky al hablar del programa bolchevique y la lucha en contra del zarismo; la consigna clave fue de democracia consecuente. El problema del poder no se puede plantear en términos abstractos, especialmente en un país donde la clase obrera industrial constituye una minoría. Ese era el caso de Rusia en 1917, y ése es el caso actual de Puerto Rico. Sin una revolución popular, fundada obvia e incondicionalmente en la inmensa mayoría de la población oprimida-cualesquiera que sean sus rasgos sociológicos- no hay transición posible al socialismo. La teoría leninista de la toma del poder se basa, entre otros, en este postulado. El concepto de revolución popular es parte integral del pensamiento de Lenin en El Estado y la Revolución.

Es imperativo, pienso yo, devolverle al pensamiento socialista en nuestra isla la vitalidad y riqueza que tuvo en otros tiempos. El marxismo, recordemos, no es una colección de enunciados abstractos que se aplican a la realidad de forma mecánica. Es, ante todo, una guía para la acción concreta sobre la realidad concreta, una doctrina para el análisis y la transformación revolucionaria del mundo. En particular, creo que tenemos que cuidarnos de no subestimar el problema nacional puertorriqueño en una etapa en la cual no existe aún un partido independiente de los trabajadores: En lo que concierne a las naciones oprimidas -nos dice Lenin-, la organización separada de los trabajadores como un partido independiente lleva a veces a una lucha tan agria en contra del nacionalismo local que se distorsiona la perspectiva y se pierde de vista el nacionalismo de la nación opresora. [V.I. Lenin, El derecho de las naciones a la autodeterminación. Obras Completas, Tomo 20, Capítulo 10]. Para ningún socialista puede dar lo mismo, pues, una colonia que una república independiente y soberana en Puerto Rico. Se puede argumentar el punto, si se quiere, pero no a nombre del marxismo, de Trotsky o de Lenin. Esto es el ABC. Los socialistas de Puerto Rico –incluyendo los realengos- tenemos un papel muy importante que jugar en la solución del problema nacional puertorriqueño y en el avance de todas las reivindicaciones sociales de nuestro pueblo. Pero no lo vamos a lograr si no abrazamos nuestra bandera. Esta cultura, la del pueblo, con toda su sencillez y humildad, es la cultura en que nos toca plantear y dar solución a las contradicciones en que vivimos. Ya lo decía muy bien César Andreu Iglesias: Nos encontramos en la hora undécima. Culpa de todos sería si el momento pasa y el día se inicia como una prolongación más del coloniaje (…) Esta hora undécima de la colonia es la hora de la unión [Andreu Iglesias, César. Periodismo vital. ASPRO. 2005, p. 130].

De todos modos, la propia dialéctica de la historia viva se está encargando de vincular objetivamente el problema nacional y la revolución social en Puerto Rico. Ese vínculo es cada vez más evidente al pueblo. La antinomia existe, pues, sólo imaginariamente. Y es que en eso, el curso real de los acontecimientos es siempre superior a los planteamientos teóricos, por más elaborados que parezcan. Estados Unidos representa hoy el pasado y la reacción, la violencia y la supresión de la democracia real y formal, el militarismo y el genocidio como políticas exteriores. Nada tiene que ganar la clase trabajadora boricua de la continuación del vínculo colonial con el Norte que nos abusa y desprecia. La integración imparable al proceso bolivariano -por el camino de la independencia revolucionaria- nos enlazará con las corrientes socialistas hoy más progresistas de todo el planeta. Es hacia el Sur que deben mirar hoy nuestros trabajadores, las masas más sufridas de Puerto Rico. Al final, como decía el Che, puede que nuestra independencia política sea el favor más grande que le hagamos a la clase trabajadora estadounidense, adormecida como se encuentra. No se trata, por supuesto, de suponer una maldad ingénita y fatal al pueblo rubio del continente, sino de entender que la dialéctica de lo real concreto ha puesto en la agenda inmediata la independencia de Puerto Rico. Los socialistas somos internacionalistas y, por ende, independentistas. Es precisamente la coyuntura internacional la que hace posible y necesaria nuestra liberación como pueblo. Parafraseando a Lenin, podemos decir que hay una línea fronteriza interesante en que la lucha consistente por la independencia, de un lado, se transforma en socialismo y, del otro, demanda el socialismo.

En fin, un fantasma recorre Puerto Rico. Hace poco lo vieron en Hormigueros. Poco antes lo habían visto en Vieques. El viernes 10 de febrero de 2006, dicen, estaba en las ciudades de Mayagüez, Río Piedras, San Juan, San Germán, Aguadilla e Isabela. Que se cuiden, digo yo, que el fantasma anda por todas partes y le ha dado con aparecerse...

Datos del autor: Rafael Rodríguez Cruz es abogado en Hartford, Connecticut, y miembro de la junta directiva de la Fundación Rosenberg que provee ayuda para los hijos e hijas de personas perseguidas por sus creencias políticas progresistas en Estados Unidos.


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