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General: El cuarto Reich:Caballejo de Troya....
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De: matilda (Mensaje original) |
Enviado: 25/05/2006 18:26 |
Fragmento del capítulo 19 del libro «El Estado agresor. La guerra de Washington contra el mundo» Caballo de Troya: La Fundación Nacional para la Democracia William Blum Traducido para Rebelión y Tlaxcala por Chelo Ramos | -
¿Cuántos estadounidenses saben qué es la Fundación Nacional para la Democracia? Una organización que por lo general hace exactamente lo contrario de lo que implica su nombre. La NED fue establecida por el Presidente Reagan a principios de los años ochenta, a raíz de las revelaciones negativas sobre la CIA que se hicieron en la segunda mitad de los años setenta, un período extraordinario. Como consecuencia de Watergate, el Comité Church de la Cámara del Senado, el Comité Pike de la Cámara de Diputados y la Comisión Rockefeller, creada por el Presidente, se dedicaron a investigar a la CIA. Casi todos los días aparecía un nuevo titular sobre el descubrimiento de algo terrible, e incluso algún acto criminal, en el que la CIA había estado involucrada por años. La “Agencia” estaba adquiriendo muy mala reputación y poniendo en una situación difícil a los poderes existentes. -
Había que hacer algo. Pero lo que se hizo no fue detener esas cosas terribles. Claro que no. Lo que se hizo fue transferir muchas de ellas a una nueva organización, con un nombre que sonaba bien: La Fundación Nacional para la Democracia. La idea era que la NED hiciese de manera abierta lo que la CIA había estado haciendo por décadas de manera encubierta, esperando así eliminar el estigma asociado con las actividades encubiertas de la CIA. -
Se trataba de una obra maestra de la política, de las relaciones públicas y del cinismo. - Fue así como en 1983 se creó la Fundación Nacional para la Democracia para “apoyar las instituciones democráticas en todo el mundo a través de iniciativas privadas no gubernamentales”. Tomen nota de la parte “no gubernamental” de la imagen, parte del mito. En realidad, cada céntimo de sus fondos proviene del gobierno federal, como se indica claramente en los estados financieros incluidos en cada emisión de su informe anual. A la NED le gusta referirse a sí misma como una ONG (organización no gubernamental), porque esto contribuye a mantener en el exterior un grado de credibilidad que probablemente no se otorgaría a un organismo del gobierno de Estados Unidos. Pero catalogarla como una ONG es incorrecto. La NED es una OG.
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“No deberíamos tener que hacer este tipo de trabajo de manera encubierta”, dijo Carl Gershman en 1986, cuando era presidente de la NED. “Sería terrible que se considere que los grupos democráticos del mundo están subsidiados por la CIA. Esto ocurrió en la década de 1960, pero dejó de hacerse. Por eso se creo la Fundación.” - Allen Weinstein, quien colaboró en la redacción de la ley que establece la NED, declaró en 1991: “Una gran parte de lo que hacemos actualmente lo hacía la CIA hace 25 años de manera encubierta”.
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En efecto, la CIA lava dinero a través de la NED. La Fundación tiene cuatro receptores principales de dinero: El Instituto Republicano Internacional, el Instituto Nacional Demócrata para Asuntos Internacionales, una filial de la AFL-CIO (como el Centro Americano para la Solidaridad Internacional del Trabajo), y una filial de la Cámara de Comercio (como el Centro Internacional para la Empresa Privada). Estas instituciones entregan fondos a otras instituciones en los Estados Unidos y en todo el mundo, las cuales, a su vez, entregan fondos a otras instituciones. - La NED se entromete de muchas maneras en los asuntos internos de numerosos países, mediante el aporte de fondos, conocimientos técnicos, capacitación, materiales educacionales, computadoras, faxes, copiadoras, automóviles, etc., a grupos políticos, organizaciones cívicas, sindicatos, movimientos disidentes, grupos estudiantiles, editores de libros, periódicos y otros grupos seleccionados. Usualmente, la NED se refiere a los medios que apoya como “independientes”, a pesar de que estos medios están en la nómina de los Estados Unidos…
- Fragmento del Capítulo 19 de Rogue State. A Guide to the World’s Only Superpower, de William Blum. Third edition, third printing. Common Courage Press, 2005.
Texto relacionado: El libro que Bin Laden convirtió en un éxito Algunos extractos de «El Estado agresor. La guerra de Washington contra el mundo» 24-04-2006 Chelo Ramos es miembro de Tlaxcala (www.tlaxcala.es), la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción es copyleft. |
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De: matilda |
Enviado: 25/05/2006 20:20 |
Perspectivas en movimiento Una pregunta para Rafael Rojas, codirector de la revista ‘Encuentro’ Por J. Vallés (Perspectivas en movimiento) En Diario de traduccioneZ, Matías Escalera lanza una pregunta a Rafael Rojas, codirector de la revista Encuentro, sitio digital de la Asociación Encuentro de la Cultura Cubana. Rafael Rojas ha sido el ganador de este año del (otrora respetable) Premio Anagrama de Ensayo con el libro "Tumbas sin sosiego. Revolución, disidencia y exilio del intelectual cubano". Esta es la pregunta: "En la página Web de la de la National Endowment for Democracy -un organismo que el diario The New York Times, del 31 de marzo de 1997, declara como una de las pantallas de la CIA para financiar acciones de desestabilización contra naciones enemigas-, se puede leer que la revista Encuentro que usted dirige recibe anualmente de ese organismo unos ochenta y tres mil dólares (hay fuentes que hablan de más de doscientos mil, en el año 2005) Usted ha dicho que Encuentro es un proyecto autónomo. ¿Quién miente, entonces, Rafael Rojas, la National Endowment for Democracy, o el diario The New York Times?" La única excepción honrosa del tribunal fue Vicente Verdú. Qué lástima que un editor tan brillante como Herralde haya tenido que editarlo y que un autor de la trayectoria de Román Gubern no se haya sumado a Verdú. Efectivamente, Encuentro recibe dinero de la NED (200 mil dólares en 2005) y no sólo porque lo diga la propia agencia estadounidense, sino también porque así lo reconoce la propia revista en un larguísimo editorial. Pese a lo cual declaran que lo suyo es "un ejercicio de libertad", puesto que "ninguna de estas instituciones [entre las que están, además, la Fundación Ford, AECI y la Fundación Caja Madrid] jamás se habría atrevido a insinuar siquiera la menor sugerencia sobre nuestra línea editorial, hecho inconcebible en el mundo democrático". Sin entrar a evaluar -por razones obvias- esta última afirmación, tan rematadamente falsa como ostentosamente ridícula, basta recordar el papel desestabilizador de la NED para comprender porqué Encuentro recibe su ayuda. Entre sus democráticas tareas, la agencia estadounidense se jacta de financiar las 'revoluciones' neoliberales en las antiguas repúblicas soviéticas, apoyar los golpes de Estado en Haití y Venezuela, y promover, por cualquier medio, el fin de la Revolución cubana. No es necesario que la NED imponga la línea editorial de Encuentro (probablemente ni siquiera lo haga). Es la fecunda comunión de ideales entre ambas, la que hace que una ponga el dinero y otra la cara. Un modelo de propaganda, según la definición de Noam Chomsky, que concentra capital sobre medios de comunicación afines para la mejor defensa del sistema neoliberal y cuya ideología “anticomunista” resulta un mecanismo de control seguro y fiable para el Imperio. ¿De qué puede hablar Rafael Rojas que incomode a la NED, si él mismo ha reconocido en un ejercicio de libertad que la Cuba de Batista era un “país próspero con una cultura floreciente”? [Ver también Caballo de Troya: La Fundación Nacional para la Democracia] |
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De: mfelix28 |
Enviado: 25/05/2006 22:10 |
Miedo al debate en el acto de presentación del libro de Rafael Rojas
José Sanz La Jiribilla El viernes 19 de mayo tuvo lugar la presentación del libro de Rafael Rojas, último premio Anagrama de Ensayo. La presentación empezó tarde y terminó a las 20.45 en el círculo de Bellas Artes. Con extraña prisa desde la mesa dieron por terminado el acto con estas palabras: “A las nueve nos echan” y “muchas gracias por asistir”. Cualquier persona que haya ido a un debate en ese local y, desde luego, los cuatro miembros de la mesa, Jorge Herralde, Salvador Clotas, Antonio Elorza y Rafael Rojas, sabe que a menudo los actos se alargan hasta casi las diez. Pero ni siquiera ese cuarto de hora del que en teoría se disponía, se quiso utilizar para dar la voz al público.
Pese a las continuas apelaciones a palabras como tolerancia y libertad formuladas por Herralde, Clotas, Elorza y Rojas, no sólo hubo miedo al coloquio, a las preguntas, a los argumentos, sino que cuando alguien se levantó y dijo que quería hacer una pregunta, el público trató de impedirle terminar haciendo gala de su mala educación. No obstante, la persona que se había levantado terminó su pregunta, si bien Rafael Rojas no quiso contestarla y los miembros de la mesa se levantaron.
Del acto cabe reseñar, primero, algunos comentarios curiosos. Clotas y Elorza coincidieron en señalar el carácter “un poco enciclopédico y un poco laberíntico” del libro de Rojas. “La estructura permite presentarlo de una manera desordenada, como lo estoy haciendo yo”, dijo Clotas. Y Elorza señaló las muchas dificultades propias del libro: “Todos estos extraños personajes que toman posiciones a veces incomprensibles para un lector español”, y dijo que las dificultades sólo se solventarían incluyendo en el libro el artículo del autor titulado El regreso a las fuentes.
Sorprendentes resultaron las palabras de Elorza sobre los archivos en Cuba. Como es sabido en una columna publicada en El País, en abril de 2005, Elorza denunció: "la destrucción sistemática y la reclusión del material superviviente en infiernos" del material anterior a 1959 que había hecho la Biblioteca Nacional cubana José Martí. El año siguiente, en una breve carta al director sobre un asunto que nada tenía que ver, la traducción de un libro, Elorza "aprovechó" (así decía) para desmentir aquella columna, afirmando que había podido consultar sin dificultad los materiales que por lo visto nadie había destruido ni quemado en el infierno, y agradeciendo lo bien que le habían atendido siempre en la Biblioteca José Martí. Varios lectores de Elorza quedaron consternados en aquella ocasión por lo que tenía todo el aspecto de ser una práctica intelectual deshonesta: utilizar un artículo de opinión para dar un dato que se revelaba falso y mucho tiempo después desmentirlo en una carta al director que ni siquiera estaba dedicada a ese asunto, por lo que difícilmente los lectores que leyeron el artículo podrían llegar a leer la rectificación. Pues bien, ésta fue la versión que Elorza dio del asunto durante su intervención: “Cuando yo he protestado por esto –la destrucción de materiales por la biblioteca José Martí— lo que hizo Rosa Regás fue mandar una misiva a Eliades (Acosta, director de la biblioteca citada) para que cuando yo llegara a la Biblioteca José Martí a trabajar me echase una bronca”. ¿Es la verdad lo que le preocupa a Elorza, o son las “broncas”?
También se refirió Elorza a la “actitud de extremada nobleza que une a Rafael con los mejores representantes del pensamiento democrático cubano de hoy, pienso por ejemplo en Raúl Rivero” y aludió a un diagnóstico que Rojas había hecho de la revolución hace una década y que a juicio de Elorza “sigue siendo válido”, el diagnóstico era: “la revolución ha muerto”.
En cuanto a Rafael Rojas, comenzó su intervención agradeciendo un premio que “seguramente no merezco” y se refirió a su libro como “este ensayo, demasiado extenso y a ratos farragoso como se ha dicho aquí”. Insistió, con Elorza, en su “certidumbre de que la revolución ha concluido” y dijo: “el problema de Cuba no tiene que ver con la revolución que, a mi entender, culminó hace décadas ni con el comunismo que acabó en 1992; tiene que ver con el castrismo, un viejo artefacto de la guerra fría que ha desperdiciado lo mejor de la cultura revolucionaria y socialista”. Por último habló de la revista Encuentro, a la que describió como “el proyecto intelectual más autónomo”, y comentó: ”no exagero si digo que en buena medida es también un premio a Encuentro, a su apuesta por un exilio crítico y a la vez tolerante”.
Tras la intervención de Rojas, Herralde dio por concluido el acto. Sin embargo hubo alguien que expresó su deseo de hacer una pregunta, y se escuchó un “sí” por parte del editor de Anagrama. La pregunta tal vez parezca pertinente pues empezó refiriéndose a la declaración pública que había hecho Vicente Verdú, miembro del jurado que premió el libro de Rojas, acerca de que este le parecía “un tocho, una guía telefónica mala”. El individuo que preguntaba dijo haber la entendido mejor después de las apreciaciones de los presentadores: “laberíntico, farragoso, desordenado, tramos que merecen un desarrollo importante pero no tan extenso” etcétera. Y a continuación, puesto que el propio Rojas había comentado que el premio lo era también a la revista Encuentro y la había calificado de proyecto autónomo, el individuo inquirió por los fondos que la revista recibe de la National Endowment for Democracy, según datos que aparecen en la página web de esta organización. Quiso saber si esos datos eran ciertos y si lo era la vinculación que el New York Times había establecido entre la NED y la CIA. Salvador Clotas respondió que eso no era, al parecer, una pregunta, y los componentes se levantaron de sus asientos mientras el público abandonaba la sala.
Resulta inevitable traer a colación la presentación del libro de Ignacio Ramonet, Fidel Castro, Biografía a dos voces, que tuvo lugar en la Casa de América días atrás. En ella, precedida por numerosos ataques al libro y a su autor, no hubo miedo a entregar la palabra al público, siendo éste, por cierto, bastante más abundante (un anfiteatro con capacidad para trescientas cincuenta personas lleno y con gente de pie frente a una sala con capacidad para cien personas que al final del acto llegó a tener unas setenta).
El acto de presentación de un libro es sobre todo un acto simbólico, pero si de símbolos se trata, parece que el símbolo del unas decenas de personas que eluden el debate es un tanto más moribundo que el símbolo vivo de un anfiteatro lleno y un moderador y un autor que no temen afrontar ningún debate.
Seguiremos informando
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De: mfelix28 |
Enviado: 25/05/2006 22:10 |
Esto no son tumbas, es un cementerio entero
Matías Escalera Cordero Rebelión
Hacía mucho que no acudía a un velatorio “cultural”. El viernes 19 de mayo, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, durante la presentación del libro de Rafael Rojas, Tumbas sin sosiego, el último premio de ensayo de Anagrama, recordé por qué dejé de ir a este tipo de simulacros y de velorios de la inteligencia.
Los detalles nos conducen a la realidad
Tal vez fue por el tiempo pasado desde la última vez, por lo que me entretuve en observar tan atentamente todo el ritual preambular del acto, la paulatina llegada de los concurrentes, sus gestos, sus miradas, los rostros de los que se reconocían y se saludaban, detalles en los que habitualmente no reparamos (que casi los había olvidado). Y cuánto, sin embargo, podemos deducir -si miramos con atención- de ellos; de ese ruidoso turno previo de compadreo entre los invitados, con los consabidos saludos, aspavientos, protestas por el tiempo transcurrido desde la última vez, besos a las señoras, abrazos entre los señores, y campechanos palmetazos de gente confianzuda y encantada de haberse conocido; en fin, de toda esa etiqueta tan castiza -que apesta a clase media con traje de domingo-, tan característica de este tipo de reuniones sociales, en las que nunca falta -claro está- un inmodesto y gesticulador maestro de ceremonias -que pocas veces es el autor premiado o persona principal, sino algún espontáneo segundón-, y cuyo papel, en este caso, correspondió a Salvador Clotas, miembro del jurado concesor. Él fue quien entretuvo la espera -pavoneándose entre conocidos y desconocidos, como diciendo: aquí estoy yo, y este, mi palmito-; y quien disimuló, con su desparpajo, el despiste y la falta de puntualidad de ese otro invitado -pues siempre hay alguno- que no aparece a la hora convenida -en este caso, Antonio Elorza-. Mientras Jorge Herralde, el editor -en un escogido segundo plano-, no dejaba de sonreír y de asentir a todo amablemente, pero con un no disimulado envaramiento -como si quisiese estar en otra parte-, que no abandonó durante su breve introducción al acto… Tumbas sin sosiego es, para él, una “reflexión historiográfica sobre Cuba, en la que se aboga por una tercera vía centrista [¿global?, ¿única posible?, ¿única aceptable?], al margen [¿fuera del tiempo y del espacio concretos?] del castrismo y del exilio, para construir el país [¿es necesario construirlo?, ¿no está acaso construido ya?, ¿alguien lo ha destruido?, ¿quién lo ha destruido?, ¿por qué?], una vez desaparezca el régimen de Fidel Castro”…
En fin, ni carne ni pescado, ni frío ni caliente, nada de comprometerse con una idea concreta, con un hecho concreto; lo de tomar partido, ni hablar; dicho de otro modo, paz, amor y concordia para todos, siempre que el hijo -el pueblo- pródigo regrese al redil, a la casa del padre -del orden- común [¿Es eso lo que piensa de verdad Jorge Herralde?]
Una anomalía lógica
Oído el discurso de Elorza, pues el de Clotas, del tipo yo y Cuba, yo y Lezama, yo y Jesús Díaz, yo y el hijo de Jesús Díaz -que al final resultó que no era el hijo de Jesús Díaz-, etcétera, etcétera, no tuvo ni pies ni cabeza, y vino -en última instancia- a confirmar la opinión de Vicente Verdú acerca del libro, como una larga y “pesada guía telefónica”; analizado el encomio del más listo de los dos (del que mejor se ganó el estipendio), Cuba es una anomalía cuasi metafísica, en medio de un Limbo histórico rodeado de vacío, e inconcreto; en el que ni la geopolítica existe, ni las pretensiones de dominación colonial norteamericana existen, ni han existido; ni el bloqueo económico, ni la coacción política, se han dado, ni -por supuesto- se dan ahora [tanto es así que el autor y su obra se quejan del deprimente “desinterés” (sic.) que las administraciones norteamericanas muestran por Cuba]; una especie de maligno tumor histórico, en el que las condiciones materiales de la historia misma, como la pobreza, los mecanismos de dominación, de producción y reparto de la riqueza, la injusticia, la manipulación o la financiación de golpes de mano desestabilizadores -y otras fruslerías por el estilo-, ni deben ser tenidas en cuenta, ni aportan nada al análisis del fenómeno, ni aun como hitos o postes informativos que nos ayuden a manejarnos en las encrucijadas, en las bifurcaciones y en los ramales de que toda discusión seria y con calado está inevitablemente compuesta.
Una anomalía lógica que no debiera existir -en un mundo global y democráticamente ordenado como el nuestro-, pero que existe. Y lo peor es que ha devenido, finalmente, una anomalía tumoral contagiosa, pues qué hacer, cómo comprender, si no, la revolución bolivariana de un tal Chávez; cómo entender, si no, a los indígenas bolivianos de Evo Morales… ¿Qué pasa con todos ellos? ¿Es que no son conscientes de su anómala metástasis? ¿Nadie, entre ellos, repara en el hecho tremendo de que, con sus rarezas, nos estropean las cuentas y los silogismos -tan perfectamente lógicos y razonables- a los “intelectuales demócratas” del mundo? [pues así se anunció a sí mismo Rafael Rojas: “soy un intelectual cubano -demócrata- en el exilio”] ¿Pero no eran nuestros el petróleo, el gas y las tierras? ¿Qué quieren esos ignorantes desarrapados ahora? ¿Qué pretenden hacer con nuestros intereses?
El Imperio no quiere; nosotros, los amantes de la lógica y de las revoluciones perdidas (¡qué poéticas y melancólicas resultan!), tampoco queremos. Entonces, ¿cómo puede resistirse a la lógica de las cosas, y a nuestros deseos (y ya va para casi cincuenta años), un puñetero pueblo caribeño encerrado en una isla -aislada (¿?), para más señas-, a unas pocas millas náuticas de la madre de las democracias, sede imperial y majestuoso faro de la razón universal? O ¿cómo pueden, unos pocos indígenenas vencidos por la Historia, plantar cara de esa manera a la lógica del capital y de los mercados internacionales?
No se han enterado, quizás, aún (al fin y al cabo, no son intelectuales, ni demócratas, ni están al tanto de las reglas que rigen el mundo) de que el socialismo ha muerto, que los sueños han muerto, que los deseos han muerto, que la Historia y la realidad entera han muerto, y que los pobres -y los soñadores, y los impacientes- deben dirigirse (“vencidos y desarmados”) con resignada aceptación a sus reservas, y permanecer confinados en ellas, hasta que alguna ONG se apiade de ellos, o se convoque algún premio a la fotografía o al documental humanitario del año.
Un cementerio entero
Y, con todo, no son los despropósitos, las medias verdades, las presunciones torticeras y la ocultación de información relevante, de que fuimos testigo, el viernes diecinueve, lo que verdaderamente ha motivado esta breve reflexión -airada, lo reconozco- sobre lo acaecido y lo dicho en la presentación del libro de Rafael Rojas [dejo a un lado la equiparación -sin mediar análisis concreto alguno- entre la dictadura franquista y la revolución cubana, o la burla paródica que Antonio Elorza hizo de la participación de los trabajadores cubanos en la fundación de la Unión de Escritores, olvidándose, sin ir más lejos, del ambiente vivido y la atmósfera de comunión habida entre los trabajadores y los escritores en su propio país, durante las misiones pedagógicas, por ejemplo, o durante los congresos de escritores y artistas antifascistas, en los ateneos libertarios y en las mismas trincheras] Lo que realmente ha causado este escrito es algo, desde mi punto de vista, aún más grave; la práctica constatación, una vez más, de la muerte del pensamiento.
Si la verdad, el debate democrático y el encuentro son -como repitió Jorge Herralde en su introducción- los fundamentos sobre los que el autor del ensayo premiado, Rafael Rojas, se propone construir el futuro de Cuba; y si, para América Latina, África o Asia, no hay más alternativa que nuestra democracia, la demostración práctica no pudo ser más fallida y tramposa… Aunque lo lamentable de verdad es que el acto del viernes diecinueve, no es más que la enésima edición -clónica- de los cientos, de los miles de simulaciones rituales, vacías de contenido, desalentadoras, aterradoras -para los que prevén sus consecuencias- que a lo largo y a lo ancho de este gran cementerio se repiten idénticas a sí mismas… Actos sin sentido, falsarios, en donde si alguien desconocido, que no está en el compadreo, como es mi caso, se levanta y hace una pregunta concreta sobre una realidad concreta, “intelectuales” y “demócratas” de la talla de los presentes se sienten acorralados, paralizados por una sola pregunta, incapaces de responder, de reaccionar siquiera con la elegancia y la educación propia de los que se creen elegidos y tocados por la razón; ni siquiera el más zorro y listo de ellos, Antonio Elorza, que sólo se limitó a indicarle a su amigo, el autor del ensayo premiado, que mi cuaderno de notas era la prueba irrefutable de que iba preparado, que no me contestase, que no entrase en la provocación; ni siquiera el más zorro de todos estuvo a la altura, tan desacostumbrado es que alguien se levante con un cuaderno de notas en un velatorio de ese tipo -en donde sólo reinan la tautología y el asentimiento: como el silencio reina en los cementerios- y, mostrando interés por lo que se acaba de decir, disienta, y se muestre dispuesto a debatir abiertamente, sin prejuicios, con las cartas boca arriba; tan raro es que alguien se levante en un velorio de esos y aporte datos concretos sobre realidades concretas, que ni siquiera el más zorro de ellos tiene entrenado ya los reflejos para responder.
Rafael Rojas, en la memoria cubana hay, quedan tumbas sin sosiego, no lo dudo; en la nuestra, todo es un enorme y desolado cementerio silencioso y apaciguado.
La pregunta sigue en pie
En la página Web de la de la National Endowment for Democracy -un organismo que el diario The New York Times, del 31 de marzo de 1997, declara como una de las pantallas de la CIA para financiar acciones de desestabilización contra naciones enemigas-, se puede leer que la revista Encuentro que usted dirige recibe anualmente de ese organismo unos ochenta y tres mil dólares (hay fuentes que hablan de más de doscientos mil, en el año 2005) Usted ha dicho que Encuentro es un proyecto autónomo. ¿Quién miente, entonces, Rafael Rojas, la National Endowment for Democracy, o el diario The New York Times?
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