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General: La ciudad Perdida (definitivamente)
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De: matilda (Mensaje original) |
Enviado: 17/06/2006 06:36 |
La Ciudad Perdida: El mensaje comercial de Andy García a Cuba Saul Landau Durante décadas, los exiliados residentes en la Florida han asegurado que su modelo es mejor que el de los revolucionarios de la isla. Gracias a Andy García, esa alternativa ha quedado clara: libertad para hacer negocios über alles. García “soñó” con hacer este filme mientras, simultáneamente, millones de inmigrantes latinoamericanos “soñaban” con llegar a Estados Unidos para encontrarse con empleos de salario por debajo del mínimo. Sin embargo, los cubanos pueden reclamar la residencia legal colocando un dedo del pie reconocidamente anti-Castro en suelo norteamericano. Al aprobar la Ley de Ajuste Cubano el Congreso ofreció a los cubanos que pretenden que “escapan de la tiranía de Castro” una vía exclusiva hacia la tarjeta verde. Otros escaparon de un sistema político que consideraban repugnante. El Congreso reaccionó ante Fidel Castro (“El Recordista Guinness de la Desobediencia”), que de alguna manera inoculó un virus invisible en el hígado punitivo de la élite norteamericana, un virus que induce el flujo de bilis a su cerebro que no perdona. Durante 47 años el desafío de Castro ha provocado un comportamiento irracional por parte de EEUU. Esta irracionalidad tiene ahora un lado estético. El anti-castrismo hace ahora otro debut cinematográfico con La ciudad perdida, en la que las “ensoñaciones” vacuas de García toman la forma de personajes de un filme. García produjo el filme, lo dirigió, lo co-escribió y coincidentalmente fue la estrella como Fico, uno de los tres hermanos Fellove de clase media alta. Él es el propietario de un cabaré en La Habana de 1958, pero no permite el juego, un hecho singular –aunque increíble– en esa época. El filme muestra a la policía de Batista matando, torturando e intimidando. No muestra el continuo apoyo del gobierno de EEUU al dictador –subrepticio después de que su historial de violaciones a los derechos humanos fuera noticia de primera plana en The New York Times. El guión presenta a la familia Fellove con Papá presidiendo la tradicional cena del domingo. Él exige puntualidad, una metáfora para subrayar las buenas costumbres de los viejos tiempos. Los padres, tres hermanos, una de las esposas y un tío gordo, una figura cómica para suavizar la tensión, disfrutan del ritual. Después de la cena los hombres discuten de la revolución con parlamentos brillantes. “Yo creo en la evolución, no en la revolución”, Nadie menciona que Estados Unidos había colonizado económicamente a Cuba, que la lucha de los cubanos por la independencia desde los años de 1860 quedó sin culminación. En su lugar, el guión presenta incidentes y nombres famosos. Los revolucionarios secuestran al piloto de carreras argentino Fangio âno nos enteramos por quéâ y Meyer Lansky, personificado por Dustin Hoffman como un gángster rabínico, trata de atraer al virtuoso Fico a su negocio del juego. Más tarde alguien hace estallar una bomba en el cabaré de Fico, lo que nos lleva a sospechar de Lansky. En 1960, Fico se encuentra con Lansky de nuevo en Nueva York. El paternal gángster judío asegura a Fico: âNo fui yo, boichik.” [*] ¿Entonces quién lo hizo? El filme no lo dice. Pero sí enseña una lección acerca de Cuba y la libertad. La moraleja del filme: un honesto propietario de un cabaré no podía hacer negocios en la Cuba revolucionaria porque los arrogantes castristas objetaban el saxofón como “un instrumento de los imperialistas”. (¿No de la corrupción burguesa?) En la libre Nueva York Fico cumple su sueño fílmico: es propietario de un cabaré y supuestamente vive muy feliz para siempre. Sin embargo, Fico se enamora. Después de que su hermano propenso al asesinato muere a manos de la policía de Batista, Fico consuela a la hermosa viuda y se convierte en su amante. Durante la transición Aurora, la triste belleza (Inés Sastre, una modelo española cuyos cambios de humor van de lucir melancólica a lucir menos melancólica), demuestra su talento como modelo. Ella y Fico posan en varios vestuarios, sombreros de paja, ropa informal de playa, trajes formales y tiras de noche sin vestidos –mientras beben mojitos junto al océano. ¿Es esto lo que acompaña a la libertad comercial, ropas caras en un país donde dos tercios de la población eran analfabetos? Fico ofrece salvar a la “viuda de la revolución” sacándola de la excitación y la fama de su trabajo para que se convierta en su esposa en Estados Unidos. Oportunistamente ella se decide por su vida profesional en Cuba, en vez de por la oportunidad de pasar su vida como la esposa del dueño de cabaré. No hay que decir que Fico el Machista nunca piensa en cambiar sus planes comerciales por la carrera de ella. En la primavera de 1960 conocí a Guillermo Cabrera Infante, co-autor del guión. García, quien era un niño pequeño, no recordará aquellos días poco después de que los revolucionarios cambiaran su política de prohibición del saxofón, porque Cabrera Infante y yo fuimos juntos a Tropicana (¿el modelo para “El Trópico” de García?). Cerca de Tropicana unos carteles se referían a la cancelación en julio de 1960 de la cuota anual de azúcar por parte de Eisenhower (“sin cuota, pero sin amo”). Guillermo comentó agriamente: “Sin cuota, pero sin ano”. Cuando el Congreso de EEUU aprobó la cuota garantizó la compra del azúcar cubano a un precio fijo –una especie de póliza de seguros que también mantenía a Cuba en una prisión económica. Ese día, Cabrera Infante y yo escuchamos a grupos cubanos de jazz –cada uno de ellos con un saxofonista. Guillermo era el editor de Lunes de Revolución, el suplemente literario de Revolución, órgano oficial del Movimiento 26 de Julio. Lunes publicaba a los existencialistas, a los poetas beatniks, a Trotsky y a Brecht En la época también se publicaban otros periódicos no gubernamentales, aunque al ver uno La ciudad perdida no se entera de esta temprana excitación revolucionaria. A principios de 1961, después de miles de ataques terroristas por parte de Estados Unidos, la revolución endureció su actitud y comenzó a prepararse para la inevitable invasión (que finalmente llegó por Bahía de Cochinos en Abril de 1961). La irrestricta escena cultural fue controlada. Lunes desapareció y con él la diversidad que el público literario cubano disfrutó durante los dos primeros años revolucionarios. Guillermo se fue a Bruselas como attaché cultural, desertó en 1964 y murió como un hombre amargado en 2005. A Cabrera Infante le encantaba el cine negro, no el cine en bruto. No me lo imagino escribiendo escenas aburridas acerca de la insurrección contra Batista. En 1958, cuando comienza el filme, Fidel Castro y sus guerrilleros ya habían tomado la iniciativa militar. La resistencia urbana había convertido en caos el “orden” de Fulgencio Batista. Sin embargo, el filme se concentra en aburridas escenas de la familia Fellove. El “sueño” de García pronto se vuelve insípido, desintegrándose en cambios de vestuario e inclusiones al azar de música caliente y números de baile –un alivio cuando los diálogos y el argumento se vuelven demasiado pesados. La crueldad de Batista se presenta en una violenta escena predecible al estilo de Hollywood con villanos estereotipados; la malvada revolución emerge como un cruel Che Guevara (Jsu García). Pero La ciudad perdida (“El Guión Perdido”) no sitúa a sus personajes en contextos por los cuales el público pueda comprender los hechos independientemente de ellos o la razón para su comportamiento. Por ejemplo, Fico proclama: “Todo lo que hado, lo hago por la familia”. Tony Soprano podía haber dicho ese bocadillo. “No existe la felicidad fuera de la revolución”, dice un hermano revolucionario. Suena como una parodia universitaria del realismo socialista. La familia de ficción de García carece de las intrincadas sutilezas que poseen las verdaderas relaciones fraternales. Uno de los hermanos (Néstor Carbonell) opta por asesinar a Batista (Juan Fernández); otro (Enrique Murciano) se une a los guerrilleros en la Sierra Maestra. Fico administra su cabaré e interviene en discusiones familiares. “Es una falta de respeto estar en desacuerdo con Papá”, el cual dice creer en la libertad de palabra. El malvado Batista, un villano de estereotipo, escapa al intento de asesinato. El hermano Fellove muere. Batista huye con su riqueza mal habida y los nuevos villanos llegan a La Habana. El traicionero Che de García desmiente al santificado símbolo que cuelga en los dormitorios universitarios. Obsedido por el poder, el Che mata sin vacilar y se regodea en la crueldad psicológica. El grueso tío del ritual de la cena es propietario de una plantación de tabaco. El barbudo médico argentino envía el Fellove fidelista a expropiar la plantación de su tío. El obeso familiar sufre un ataque al corazón, lo cual avergüenza al desviado revolucionario, así que se suicida. Para balancear la tragedia, Bill Murray se desliza en el guión como un ocurrente coro griego –bueno, tiene un par de bocadillos algo simpáticos. Quizás representaba los últimos juegos de palabras de Cabrera Infante. Sin embargo, no tiene mucho éxito en salvar La ciudad perdida. La lección del filme es banal por excelencia: la libertad comercial es buena; la revolución cubana destruyó la propiedad privada, por lo tanto es mala. Después que los revolucionarios odiadores de saxofones cerraran el cabaré de Fico en La Habana, Estados Unidos le permite abrir uno en Nueva York –a continuación de una breve temporada como lavaplatos. En última instancia, eso es lo que la virtud significa para García y su personaje. “La ciudad perdida se presenta como un tótem de la riqueza perdida", escribió Ed González (Slant 2006). “Un manifiesto que probablemente agrade solo a aquellos cubanos cuyas cuentas bancarias fueron destruidas después de la revolución, o por aquellos que lograron su fortuna en Estados Unidos”. El filme muestra el reclamo de Fico al idealismo como una antipatía hacia los policías de Batista. Pero no se rebela contra la tortura ni las tácticas de muerte. Él demuestra su desprecio por Che lanzándole un vaso en una fiesta. En última instancia a Fico le interesa su propiedad y el privilegio que proviene de ella. Su visión altiva –es más, engreída– es la fachada de un hombre sin valores. “Al ver el filme”, concluye González, “uno pensaría que toda Cuba vivía en el lujo antes de la llegada de Castro”. “Imaginen a los cubanos negros pobres tratando de pasar por las perladas puertas de esta Ciudad Perdida, que tiene el brillo de un sello conmemorativo no incluido”. El héroe cinematográfico de García no piensa en la “libertad” para los pobres cubanos. Para Fico, la libertad tiene un significado estrecho. Significa un gobierno que le permita dirigir su propio cabaré. ¡Adelante, Fulanito! [*] En yiddish, jovencito. |
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De: maribea05 |
Enviado: 17/06/2006 09:34 |
Este señor, Landau. demuestra ser, con su escrito plagado de inexactitudes acerca de la historia de Cuba, de posibles lagunas que critica en el filme (que es un filme con sus características y limitaciones sobre todo de tiempo) y que sin embargo tampoco llena (eso es común de "algunos", críticas van y críticas vienen de lo que hacen los demás, y no tienen sonrojo ninguno en verse sus propias emanaciones pestilentas), con su desparpajo (no, no es mala palabra y no es mía, casualmente era la palabra característica de José Pardo Llada, un periodista de aquella época que personifica Andy en su filme, y que apoyó a Fidel Castro anes y después del destriunfo hasta que un día vió la luz y decidió tomar las de Villadiego), demuestra ser, repito, el tal Landau, un perfecto ignorante y un digno ejemplar de la era del Mono (mononeurótico y mononeurónico)!
En fin... qué decir que cualquier cuerdo no sepa.
PRIMERO (empiezo por donde me dé la gana): ES MENTIRA QUE EN CUBA LAS DOS TERCERAS PARTES DE LA POBLACION ERAN ANALFABETAS!!!!! Es un perfecto y tremendo analfabeto (y analfacebollón, diríamos en Centro Habana, esa Centro Habana mía destruida ¿por el imperialismo y el bloqueo? con el paso sostenido de 47 años del Huracán Fidel por Cuba, acabando con ella, con sus inventos macarrónicos, su continuo implementar de ideas "geniales" y cretinas, nacidas de su afán de creerse saberlo todo con sólo leer tres líneas de cualquier escrito científico-técnico-económico-político-lamadredelostomates. Las estadísticas del porciento de analfabetismo de la ONU en el 1959 andan por ahí, además de las páginas de Granma y de la absurda y mentirosa propaganda castrista. Búsquela el señor Landau, antes de seguir repitiendo disparates, si le queda algo de respeto, al menos para sí mismo.
SEGUNDO (con la misma medalaganaria manera del primero): ES MENTIRA los niveles de corrupción a los niveles (valga la redundancia) que los pinta la propaganda castrista y los repiten los ejemplares monísticos (de la era del Mono, ya saben mono etc.), SUCIA Y MENTIROSA, que había en Cuba antes del 1959. HABIA MUCHA GENTE DECENTE!!! MUCHOS DUEÑOS DE NEGOCIO DECENTES... MUCHA CLASE MEDIA DECENTE Y PREPARADA. LA MAYORIA!!! Tanto fue así (lo de la decencia), que era fácilmente distinguible la corrupción, y el pueblo la condenaba. Tanto fue así, que la mayoría era decente y condenaba la corrupción, gubernamental y de algunos regados por ahí, que en el afán de la limpieza, hubo un apoyo masivo popular a un loco HIJOEPUTA que se aprovechó de estas circunstancias para decir que limpiaría aquello, que prepararía a Cuba en un proceso de transición para gobiernos democráticos decentes Y ASI FUE COMO OBTUVO EL APOYO POPULAR MASIVO que le permitió montar una aventura guerrillera sobre las bases de una resistencia QUE YA EXISTIA, PARA LUCHAR CONTRA LA CORRUPCION Y LA IGNOMINIA... y así logró ascender al poder, en el que se ha mantenido, más por la fuerza de la represión y por la razón de la fuerza, que por la justicia y la fuerza de la razón.
TERCERO: Fidel Castro pasará —no tengo dudas de ello, sólo seguir manteniéndome sana y en la pelea, mi pelea ideológica, mi pelea de la palabra, mi pelea para que prevalezca la verdad, para que salgan a las luz todas las mentiras a fin de que los cegatos buena fe puedan verlas— como el mayor mentiroso del Record Guinnes, igual que tristemente debe ostentar el record de MAS LONGEVO DICTADOR FASCISTA de la historia.
Si Landau quiere que en una película que no es histórica, se relate cada evento con pelos y señales (como el secuestro de Fangio) quizás pudiera cooperar con apoyo económico para aumentar el presupuesto de los filmes. ¿Es que, señor, su cabeza no le da para pensar que los demás, cuando tenemos dudas o queremos profundizar en algo, buscamos, más allá de lo que relate un filme? ¿O sencillamente su "monería" no le da para pensar que el resto de los seres humanos que ven películas o que leen libros, no se quedan al nivel de lo que leyeron, sino siguen buscando en los temas que de alguna manera hayan asomado en el proceso? Qué comentario tan estúpido, perdone usted!
Para terminar (noooo, no lancen suspiros los "monos", es sólo por ahora), conozco un montón de gente de mi edad (nacidos y criados en el desproceso, por tanto, encueros y con las manos en los bolsillos, o sea, sin un centavo antes y posiblemente sin un centavo ahora) a los que la película les gustó.
Las cosas en perspectiva... Señor... y demás miembros de la Era. |
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De: mfelix28 |
Enviado: 17/06/2006 12:27 |
En efecto... perdida Comentario sobre la película "The Lost City" y la repercusión de la película en Miami. Aramís Castañeda (para Kaosenlared)
Después de todo es comprensible. Para una ciudad donde el pintor más famoso repite hasta el cansancio una suerte de bandas rojas y amarillas sin gota de sentido, su producto musical más auténtico se llama Gloria Estefan, los ejemplos “latinos” a seguir Talhía y Paulina Rubio y los analistas políticos de avanzada Tomás García Fusté, Armando Pérez Roura, Agustín Tamargo y Ninioska Pérez, no extraña. De una comunidad como esta que, además, se opone al aborto, la eutanasia, la unión entre personas de un mismo sexo, la revisión de la iglesia católica y cualquier asunto que les suene a reinvindicación y avance, apoya cuanta causa injusta se le ponga a mano, y considera a esa masa de indigentes que son el pueblo de cualquier país latinoamericanos unos ignorantes incapaces de pensar por cabeza propia, no podría esperarse, cuando menos, algo diferente. Si, arriba, el sitio es la capital de la diversión y la ligereza, cuna de paparazzis, famosos venidos a menos y, como costumbre, refleja eso que llamamos tradiciones e idiosincrasia a punta de birriajos y caricaturas ¿habrá alguien que sueñe, todavía, con milagros?No, por supuesto que no. Entonces para nada es raro que una película, por llamarla de alguna forma, como The Lost City se convierta en un suceso aquí. Porque es justo el sitio en el cual algo por el estilo se encuentra dentro del sistema de normas de lo lógicamente posible. Porque es que, el filme, se concibió desde y para este tipo de gente. ¿A quién, con un mínimo de sentido común, se le ocurriría pensar, a estas alturas, en un análisis serio, profundo, desprejuiciado acerca de nada proveniente de un pensamiento anquilosado y arcaico, transido por el odio, la sed de venganza y el resentimiento, tal cual es el que prevalece por los años de los años en Miami? La algazara, pues, es la que correspondía.
No creo equivocarme si digo que The Lost City es la peor realización cinematográfica que vi en mi vida. Y mira que a fuerza de venir de vueltas de todo uno se las toma con calma, y hasta con gracia. Pero es que es demasiado. Más de lo que el sentido común pudiera concebir. Tan pero tan que debiéramos quedarnos callados porque ni para reírse es buena. El reglamento completo de aquello que, por nada de este mundo, puede permitirse una película está aquí: alteraciones históricas- ese José Antonio Echevarría disparándose luego de su alocución al pueblo desde Radio Reloj, supongo confundido con Chivás-; violación de las costumbres de época- el personaje que interpreta Andy García rechaza una copa porque después debe conducir-; escasa hondura sicológica en el trazado de los personajes- todos los ejemplos valen, pero más los que describen in-dividuos de existencia real, que redobla la falla-; representación maniquea y caricatu-resca de las situaciones- el asalto al Palacio Presidencial, la irrupción de la milicia en el cabaret de Andy y la despedida de este de su familia no tienen desperdicio-; poca o es-casa creatividad en la configuración de las escenas- por supuesto los interlocutores ha-blan paseándose por la oficina, sentándose en el buró, metiéndose las manos en el bol-sillo, mirando a través de una ventana, dando vueltas con el dedo al borde de un vaso y, faltaría más, de espaldas al otro lo cual, sino es muy típico de los cubanos, sí del modo hollywoodense de concebir los diálogos en sus dramas y comedias-; referencias sospe-chosamente cercanas a otros filmes- si algunos pasajes recuerdan al Padrino o a unos cuantos títulos sobre la mafia italiana de New York no es casual, como se verá más adelante-; desconocimiento y alteraciones de la cultura que se aborda- habría que detenerse en la andanada de música gratuita que desfila por los cientotreintaocho minutos de metraje, curiosamente uno de las “virtudes” que se le achaca a la realización, para comprender que, el director, nunca se enteró de qué va el asunto con la raza de sus ancestros-; trama amorosa archirepasada y sabida- sin comentarios-, pési-mas actuaciones- los guiños y muecas de Fico Fellove en uno de los callejones de la supuesta Habana mientras discute con el amor de su vida o ese recitado de versos mar-tianos hacia el final del largometraje, incluyendo los pasillos de guaguancó, muestran todo sobre el talento de García; de Inés Sastre me callo por pudor-; y, de esta manera, un cúmulo de clichés, estereotipos y tergiversaciones que no da para medirlos porque tomaría mucho tiempo y sería hacer el favor que un bodrio de tal magnitud no merece.
Es que a The Lost City no hay por dónde cogerla. Artesanal, rudimentaria, lenta, aburrida y simplona, para no hablar nuevamente de los descalabros etnosociológicos y la ofensa ideológica, dudo mucho que cuando salga de los predios miamenses, en donde desde ya se le venera cual pieza de culto, consiga mayor resonancia. Y no será, como se apresuran a opinar los “críticos” locales y algún que otro defensor, porque los americanos y el resto del mundo no puedan entender el verdadero sentido y tiempo que refleja o sean un bando de estúpidos; sino porque ella solita se encargará de destruirse, sus defectos están tan a la vista que hasta el menos sensato, en China o la Mesopotamia, se daría cuenta de su pobreza sin que hiciera falta aclararles. Y lo peor, al menos para ellos, que será el vehículo que desbarranque, si es que algo quedaba, la moral de un exilio que aún no entiende por qué, con tantas y tantas décadas de lucha, no se les toma en cuenta con la seriedad requerida. Con el hecho de los vítores dados por la comunidad a una porquería como esta en muchas partes del planeta bastantes confundidos, imagino, saldrán de dudas. Aunque, a lo sumo, importe poco. En Miami siempre se piensa que quien no esté con ellos o es comunista o se despreocupa o, como se dijo ante las críticas adversas a la película, no tienen noción de “ la verdadera tragedia del pueblo cubano”; que para no dar su brazo a torcer, en su terquedad, no faltarán las justificaciones.
Lo más asombroso del asunto es que, por ningún rincón, aparece una voz disonante. Y es que no concibo que nadie, por muchas razones que posea para mantener una posi.-ción política distinta a la del gobierno de su país, repare o se sienta timado. O tal vez sí y no emitan criterio que es otra posibilidad, perfectamente creíble, en este ambiente donde el miedo a desentonar se respira en cada partícula de aire. Los especialistas en cine, que después de esto es muy difícil que los siga considerandotal, se unen a la avalancha de elogios sin que les surque una vena por la frente o asome el sonrojo. Si acaso mencionan “... la débil trama, la pobreza dramatúrgica y un reparto de actuaciones inadecuadas...” - como reconoce Alejandro Armengol en El Nuevo Herald del 12 de mayo de 2006-, pronto se aclaran diciendo que cosas por el estilo “... carecen de importancia... que no vale la pena detenerse en la realidad histórica... porque la verdadera protagonista de The Lost City es la música”. Y ni siquiera porque si Armengol tuvieraun poquito de conocimientos sobre la dramaturgia de la que habla supiera que la música, dentro de ella, debe cumplir una función, no aparecer como una mezcolanza de géneros y ritmos puestos en retahíla injustificadamente sin otro propósito a la vista que el de recalcarnos, porque estábamos inseguros, que de lo que se trata es de Cuba; de la Cuba paradisíaca y floreciente con la que se sueña. Como aquel cuento del que se entera hoy que fuimos colonizados por los españoles y la emprende a golpes con el primer gallego que le quede cerca, Andy García recurre a todas las referencias musicales de las que supo y allá va a armar su recital para que los demás, al igual que él, descubran. Lo que pasa es que llega un tantico tarde. Pero ¡ojo! que según la filosofía del grupo al que pertenece Andy después de Benny Moré y Bola de Nieve, en “la patria”, no se ha conseguido nada en cuanto al desarrollo de esta manifestación artística porque, la música, como La Habana, como el país, como casi todo, también se perdió. Y todavía, de este Armengol, hay quien inquirió por sus credenciales como crí-tico para hablar como lo hizo- despectivamente y con veneno, dicen- de la película.
Ahora, ¿qué más comenta la prensa sobre The lost City? Según Charles Cotayo ( El Nuevo Herald, 28 de abril de 2006)“... técnicamente... no le tiene que envidiar nada a las mejores producciones desarrolladas, financiadas y distribuidas por los grandes estu-dios” puesto que “ es una producción sólida, con un fuerte elenco... con escenografía, fotografía, vestuario y coreografía formidables”, para agregar, aún, que “... ya era tiem-po que una figura de Hollywood intentara realizar un filme sobre Cuba de este calibre, con buen gusto, sensibilidad y sinceridad... porque nuestras pasiones, nuestros sabores, ritmos, dolores, en fin, nuestra existencia, merece ser contada con dignidad”. Para los que hayan visto la cinta huelgan los análisis. René Jordán, otro de los críticos oficiales de cine del mismo periódico( 3 de Marzo de 2006), después de afirmar que “como actor, es el mejor trabajo de Andy García” (¿?) concluye diciendo que “ entre los dos, Guillermo( Cabrera Infante) y Andy, han encontrado la ciudad perdida” lo cual es una reverenda suerte porque si hay algo que no aparece, ni metafóricamente, por ningún la-do es justo la grandeza en su cosmopolitismo de La Habana. Jordán sin embargo, con ese sexto sentido que parece tiene, le da la bienvenida nada menos que a su resurrección. Bob Tourtellote, de la Agencia Reuter en Los Angeles ( 9 de mayo de 2006), considera que “ la cinta es... una apuesta por la cultura e historia de Cuba: música, danza, vida rural y las salvajes noches de La Habana precastrista con sus clubes y casinos”, incluyendo una imagen campesina que, para quedarnos sólo a nivel de superficie y sin meterle mucho raciocinio a la cuestión, únicamente él vio. Por supuesto el mensaje de Toutellote queda clarito cuando añade que el filme es además “... relevante hoy con la subida al poder en Latinoamérica de líderes de izquierda como Hugo Chávez... y Evo Morales” algo que, veníamos sospechando, se encargaría siempre alguien de señalar.
En cuanto a Armando López, (Encuentro en la Red, 4 de mayo de 2006), apunta que “... Andy García le pidió a Guillermo Cabrera Infante que le escribiera un libreto con la atmósfera del filme Casablanca, al estilo de El Padrino y los ritmos cubanos como protagonistas” con lo que, al menos, quedan despejadas algunas de sus verdaderas intenciones. E. Cárdenas de La Tribuna Hispana, (2 de mayo de 2006), encima de acla-rarnos que “La ciudad perdida es La Habana” no deja de aprovechar el momento en que hace la entrevista al director para salpicar el artículo con apartes como el que “... el actor con picardía... da otra bocanada del puro sin vitola que fuma” mostrándonos lo cubanazo que, incluso, suele ser. José Bayona desde su sitio en Internet, (2005, sin más datos), dice de Inés Satré que es una “exuberante actriz” pero, sin acotar, que terrible; y, otra vez, que Andy es “... un hombre que conserva intactas sus costumbres latinas” de lo que es un ejemplo que “... en sus 26 años de matrimonio nunca ha dejado de hablar español con su esposa...”, que, añado yo, también es latina (¿?). Igual para El Nuevo Herald, (4 de mayo de 2006), Vicente Echerri opta por quedarse en las ramas y desentenderse. Ni por casualidad insinúa que la película es una irreverente falta de respeto al significado de lo que, como cubano, somos; pero pone la teja al acordar que “... el convertir una experiencia de la memoria en arte es siempre una tarea ardua y traicionera, casi como atrapar un espejismo” y, entonces, deja sentada su cobardía de emitir criterios más fuertes que, de seguro, lo iban a colocar en la aposición comprometedora que no desea. La inefable Ninoska Pérez, ( El Nuevo Herald, 13 de mayo de 2006), desata su habitual cursilería para hacernos cómplices de cómo la película “... nos hace temblar de emoción. Las penas de los actores se convierten en nuestras”, que “... como todo gran poema, nos sacude” para, luego, considerarla “una historia épica” que “no es ficción” donde “al escuchar las palabras La Habana nunca ha conocido la oscuridad al mediodía... regresaron las lágrimas”. “ Afortunadamente, The Lost City es también una aclaración histórica” logra balbucear y, por supuesto, el “gracias Andy. Gracias por ser fiel a tus raíces... gracias por los extraordinarios sonidos de la música, por la poesía del Apóstol. Por darle vida a nuestra ciudad perdida”. Y, aún queda Antonio Purriños, quien, para un periodiquito insulso llamado La Voz de Miami Beach, ( No. 115, mayo, 2006), resume la idea general, expresa o no, de cada uno de estos comentarios: la de que “ todo aquel que sienta por nuestra patria no puede dejar de ver esta obra, donde aquellos que nacimos antes de la tragedia podamos recordar la Cuba de ayer y los que nacieron después les servirá de ejemplo de lo que perdimos”. Obvio referirme a los errores de concordancia en la redacción y demás disparates.
Por si no fuera suficiente, tampoco han faltado los elementos telenovelísticos y sensibleros que, a todo buen intento por llevar a “larealidad” una representación ridícula de la misma, pero sin que fuera el propósito, rodean. El pobre Andy contó con un presupuesto limitado que le hizo rediseñar parte del guión y prescindir de escenas, se canta a coro. Al pobre Andy le tomó dieciséis años hacer, de su sueño, un hecho por no tener el apoyo de las distribuidoras norteamericanas. El pobre Andy hubo de rodar en la República Dominicana ante la imposibilidad de hacerlo en Cuba. Al pobre Andy, un ejecutivo de la Paramount no le permitía contratar a Cabrera Infante para escribir el guión de la película. El pobre Andy no se dejó vencer por el pesimismo y el desánimo. El pobre Andy desde sus posesiones en Key Biscaine con el tabaco en la boca. Y ¡ lo increíble!, “ Mi sueño de llevar al cine esta historia empezó el día que abandoné La Habana, cuando tenía cinco años y medio” dice el sujeto (entrevista realizada por José Bayona y publicada en su página web en fecha no precisa) y todos con la babita afuera sin preguntarse cómo coño alguien que se supone estrella pueda ser capaz de soltar tan tremendo disparate. Bueno, pero si es el último gran héroe que se ha inventado el exilio cómo dudar de cada una de sus palabras. Si lo han apapuchado con toda suerte de arrumacos y manitas tibias por televisones, radios, magazines y fetecunes privados. Si es el nuevo Mecías que ha puesto en el lugar que merece a todo un símbolo como lo es el Ché Guevara y ha desatado la controversia situando The Lost City a la altura de El último tango en París, La Pasión de Cristo y El Código Da Vinci y, entre los esfuerzos por trasladar nuestra cultura a la pantalla grande fuera de las fronteras del país, por encima de realizaciones como Havana y The Mambo Kings. Si es que se trata, otra vez, de Miami; Miami y sus afluentes.
“No olviden llevar un pañuelito al cine” aconseja Fusté desde su programa matutino.“No olviden llevarlo” se repite de una familia cubana a otra cuando coinciden en el establecimientoadonde han ido a comer con sus bien criados hijos. “¡La recomiendo, no se la pierdan!”, “ Es una película que hay que ver”, “ Estoy pensando enviarle a Andy García una carta de agradecimiento”, “Viéndola fui de paseo por el malecón, por aquellas playas tan lindas como la de Santa María del Mar... aquellos restaurantes... llenos de olor a puerco, congrí y plátanos fritos. De nuevo volví aponerme aquellos vestidos tan lindos”se lee en las páginas digitales y, pareciera, que no existe en estos momentos nada más provechoso en qué poner cuidado. La gente sale llorando, riendo, aplaudiendo, como loca, de las salas de exhibición y, al día siguiente, ni corta ni perezosa invita a los parientes para, entre todos, volver a vivir la catarsis. Y es que al fin, luego de tanto olvido, alguien les hace el favor. Esa historia perenne, mil veces retocada y vuelta a retocar, metamorfoseada y rehecha, llena de huecos negros e imaginario, que sólo existe en la mente de quienes tienen que sobrevivir con ella porque de lo contrario perecerían, pero que bien se cuidan en hacerla parecer como oficial, por arte de birlibirloque y de quien no se tomó el trabajo de investigar bien toma cuerpo ahora y no es precisamente una ocasión para dejar pasar por alto. Mientras, en ciertos países de América- con mejor ojo, con mayor libertad, con algún sentido de la coherencia, más metiditos en el siglo, todavía con un poco de inclinación a la vergüenza-, cuestionanla credibilidad de la película e, incluso, algunos claman por su prohibición, como sucede en Argentina. La crítica norteamericana, en su conjunto, simplemente la entierra. En todo caso más morbo para los aguerridos miamensesa quienes ese el jueguito de “el mundo contra mí”encanta y seduce y les permite continuar en pie con algo de fuego. Entre dimes y diretes, escándalos y exclusivas,otro parche para la descolorida carpa que cubre a la ciudad del sol.
Y es que, The Lost City, que pretende ser el retrato de un sitio que antes estuvo pero ya no es, en verdad, el reflejo de una realidad imaginada; un inconsciente colectivo que, a fuerza de remachar la idea y en voz alta, la ha adherido a la piel como algo tangible. Al apoyarse para su ejecución en un discurso repleto de palabras viejas, arquetipos falsos en lo que, se supone, es la identificación de un pueblo, una visión adulterada de los años que antecedieron al triunfo revolucionario y arropar el producto de sentimentalismo barato, cursilería, compasión y piedad, al mejor estilo de lo que predica el más empalagoso y retrógrado catolicismo, no será difícil adivinar que ese lugar sin base ni fundamento, estéril, inerte, fantasmagórico, destruido, seudo, de que habla el filme, no está en una isla al centro del Caribe, como se quiere hacer ver; sino a noventa millas de ella, mirando al Norte. Incluso, el acartonamiento evidente, el acabado infantil, primario, chato, rudimentario de la película no es más que una versión, a otra escala, de la estructura bajo la que se suele cobijar cada cosa que se construye en Miami. Hay, en efecto, una ciudad perdida; pero, a todas luces, no es La Habana.
Entonces pienso en que Andy debió ver El Mégano para eso de la situación cubana cuando la república. Y para lo de las luchas “en el llano” dedicar un tiempito al Clandestinos de Fernando Pérez. Quizás, porque de una familia pudiente desmembrada a partir de las diferencias políticas entre sus componentes igual habla, echar el ojo a Un hombre de éxito y, en lo de entender hasta dónde sí y hasta dónde no se corre la capital de Cuba, tomar unas clasecitas con Memorias del subdesarrollo, Fresa y Chocolate o Suite Habana. Puede que hasta poner atención a la famosa conga de Sur Caribe. Pero, intuyo, que es pedir lo imposible. Si es que, enfundado en los calzones de niño prodigio, a los cinco años y medio ya él lo tenía claro. Si, cuestionado sobre qué pretendía con la utilización de la música de la forma en que lo hizo (en el referido artículo de Antonio López para Encuentro en la Red), en un alarde de sus potencialidades como director explica que usarla de “... contrapunto dramático a la acción. Como en la escena que el jefe de la Policía de Batista le pregunta a mi hermano preso que está leyendo, y a su respuesta:< los muñequitos> suena un guaguancó de Los Muñequitos de Matanzas”.
Algo me viene diciendo, después de esto, que debo hacer mutis.
2006 Aramís Castañeda Pérez de Alejo -crítico santaclareño radicado en Miami- |
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De: mfelix28 |
Enviado: 17/06/2006 15:20 |
Cine La película del exilio
'The Lost City': Una visión adulterada de los años que antecedieron y continuaron el triunfo de Fidel Castro.
Alejandro Armengol, Miami
jueves 4 de mayo de 2006 6:00:00
The Lost City es la película del exilio cubano. Dirigida por el actor cubanoamericano Andy García y con guión de Guillermo Cabrera Infante, la cinta acumula clichés, estereotipos y tergiversaciones a un ritmo mayor que los veinticuatro fotogramas por minuto. Pero esto carece de importancia. Tampoco importa la débil trama, la pobreza dramática y un reparto de actuaciones inadecuadas, del que sólo se salva Dustin Hoffman.
Avanza por un mundo perdido quien intente comparar el filme con cualquier realidad vivida o con un pasado más o menos lejano. Carece de significado contemplar las imágenes y descubrir aquí y allá referencias a The Godfather y escenas más cercanas a las representaciones de hogares de inmigrantes —principalmente italianos— propias del cine norteamericano. No vale la pena detenerse en la realidad histórica, cuando lo único real que tenemos ante la pantalla no se ve sino se oye y es la música cubana.
¿Acaso hay que decir que la gran ausente en todo momento es la ciudad, que supuestamente da origen al título? Ni siquiera estamos ante una metáfora. Lo que vemos durante casi dos horas y media es la visión de un exilio —específicamente del llamado "exilio histórico"— de un mundo que nunca existió, pero que vive ahora en la mente de muchos residentes de Miami y otras partes del mundo. Ese es el mérito de The Lost City, lo que la convierte en un producto singular dentro de cualquier cinematografía que en algún sentido esté asociada con Cuba. Por eso vale la pena verla. Esa es la razón principal para verla en un futuro.
Hay que destacar que The Lost City es una película de amor. No precisamente sobre el amor de los protagonistas —uno de sus aspectos más endebles—, más bien sobre el trabajo de amor perseguido por su director para hacerla realidad, luchando contra toda clase de impedimentos y la limitación principal de no poderla filmar en la Isla.
Un empeño así desafía el cinismo inherente a cualquier crítica de cine. No salva, sin embargo, el producto final. Ninguna obra de arte se convierte en un logro artístico a partir de las buenas intenciones. Pero esta tenacidad para expresar una realidad imaginada —y esa capacidad de reunir todos los arquetipos visuales con los que se identifica una población que por demasiados años ha vivido alejada de la patria— convierte a la cinta en una referencia necesaria.
Cuando mañana algunos estudiosos traten de comprender lo que significó ser un exiliado en Miami, tendrán que ver The Lost City. No porque esta ciudad aparezca en la pantalla —ni siquiera se menciona y el protagonista parte hacia Nueva York en busca de nuevas rumbas y no hacia un destino más tropical y cercano—, sino porque resulta imposible encontrar un mejor ejemplo de una visión adulterada de los años que antecedieron y continuaron el triunfo de Fidel Castro el primero de enero de 1959.
La verdadera protagonista
Hablar de adulteración y tergiversación no implica necesariamente —al menos no en este caso— un juicio de valor. La película no es un documental y no pretende reflejar los hechos "tal y como ocurrieron". Lo que quiero destacar es que se presenta una visión de lo ocurrido bajo la óptica de los que se fueron. No es la única aproximación posible a los hechos, tampoco es la más válida. Pero nada de esto le resta razón de existir.
Este punto de vista —la familia patriarcal cubana, la división entre hermanos producto de los acontecimientos políticos, el desencanto y la frustración, el inmigrante que trabaja duro en labores humildes para forjarse su futuro, la salvación por la cultura— tiene igual derecho a ser mostrado que un enfoque épico de los acontecimientos.
The Lost City es nuestro anti Chapayev, tan válida y tan llena de imperfecciones como la cinta soviética. Vale la pena pagar la entrada para ver esa representación de un Che Guevara asesino y cínico, como contrapartida a tanto guerrillero démodé que todavía el cine —y especialmente el cine norteamericano—nos intenta embuchar cada día.
Reconozco que aludir al valor de la cinta específicamente para un exilio determinado es dar un rodeo al análisis cinematográfico esencial que deja mal parada a The Lost City. Este ejercicio ya lo han hecho los críticos cinematográficos, en diarios como The New York Times. Pero también es cierto que pasar por alto los significados de la cinta para un público limitado —pero al que está dirigida como su espectador natural— la reduce a competir dentro de una cinematografía en la cual pierde un objetivo sino primordial al menos recurrente: la nostalgia, evidente desde el título.
¿Qué salva a The Lost City para un espectador al que el pasado, el futuro y la posible grandeza o pequeñez de Cuba carece de importancia? Poco de lo que ve. Ni siquiera la belleza serena de Inés Sastre, limitada a unos diálogos escuetos por su pobre dominio del inglés. Mucho o más bien todo lo que oye —si opta por no perder ni un minuto en esos parlamentos sosos que no llegan a la parodia que quizá intentaron y desprovistos de gracia por una solemnidad falsa que el realizador ha tratado de impregnar a todo momento— y es que la música cubana es la verdadera protagonista, por elección del guionista y director y a contrapelo de tanta imagen hueca: triunfadora absoluta por encima de esa historia severa y siempre triste y siempre sangrienta que es el destino de esa isla condenada a la tragedia, desde el primer habitante y el primer conquistador y el último patriota empecinado en traer un cambio que siempre termina en una nefasta repetición.
Un último reproche, y es que The Lost City es demasiado solemne, hasta cuando trata de ser alegre. Hasta en los detalles más íntimos y que debieran ser los más cercanos al espíritu de Cabrera Infante y del cual sus libros son la muestra más evidente y duradera: ausencia total de gracia e ironía. Nada más patético en esta película patética por defecto que el personaje incongruente interpretado por Bill Murray.
Andy García, que ya en el exilio contempla la imagen de la mujer perdida y no sabe hacer nada mejor que recitar los Versos Sencillos de José Martí con voz lacrimosa, y así termina por provocar el espanto en el espectador agobiado para la burla, ya con ganas de levantarse y dejar solo al protagonista, abandonar esa sombra que se esfuma en un guaguancó torpe mientras lucha por recrear un pasado desaparecido.
Un exilio no es una patria ni un mundo ni una esperanza. Apenas el acto de sobrevivir, donde el recuerdo no salva a nadie. Lo mejor entonces es retirarse en silencio, porque —como descubrieron en su momento los viajeros del Titanic— ninguna música puede impedir un naufragio.
URL: http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro_en_la_red/cultura/articulos/la_pe licula_del_exilio |
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De: maribea05 |
Enviado: 17/06/2006 18:13 |
Obviamente, me refiero a los "tratados" copipeisteados encima. ;-) |
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De: maribea05 |
Enviado: 17/06/2006 21:06 |
Inempujable... Inmetible... , diríamos en Centro Habana, la que ya no existe salvo para los que viven en el constante peligro de que el pedazo de techo que les queda, o de balcón... ¡o de piso!, se derrumbe con cualquier aguacero venido de refilón por tormentas tropicales como Alberto que pasó ¡¡¡Por el estrecho de Yucatán!!! |
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De: matilda |
Enviado: 17/06/2006 21:06 |
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De: mfelix28 |
Enviado: 18/06/2006 14:10 |
Maribea: Era para que vieras, perdona si te es muy denso, lo que opinan de esa pelicula dos medios distintos ideologicamente, pero ambos cubanos o de ese origen.
Para hacerte un resumen: Infumable. Llena de "hechos irrefutables"
En la versión gusanil destaca: "Lo que quiero destacar es que se presenta una visión de lo ocurrido bajo la óptica de los que se fueron. No es la única aproximación posible a los hechos, tampoco es la más válida." "Un exilio no es una patria ni un mundo ni una esperanza. Apenas el acto de sobrevivir, donde el recuerdo no salva a nadie. Lo mejor entonces es retirarse en silencio, porque —como descubrieron en su momento los viajeros del Titanic— ninguna música puede impedir un naufragio."
En la no gusanil:
"Al apoyarse para su ejecución en un discurso repleto de palabras viejas, arquetipos falsos en lo que,...no será difícil adivinar que ese lugar sin base ni fundamento, estéril, inerte, fantasmagórico, destruido, seudo, de que habla el filme, no está en una isla al centro del Caribe, como se quiere hacer ver; sino a noventa millas de ella, mirando al Norte" "alteraciones históricas- ese José Antonio Echevarría disparándose luego de su alocución al pueblo desde Radio Reloj, supongo confundido con Chivás-;"
En fin, una pelicula hecha para vosotros, dudo que sea vista fuera de EEUU y dudo incluso que fuera de Miami tenga exito, a no ser que organiceis excursiones patrioticas para apoyar a Andy. ( por otra parte bastante buen actor) |
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