Ocho Leones Feroces
Al ser humano hay que tratarlo para saber cuánto puede haber de calidad en él. A veces se es injusto cuando se califica a alguien sin realmente conocerlo. Eso le puede haber ocurrido a algunas personas con el General de División Antonio Enrique Lussón Batlle, Héroe de la República de Cuba. De carácter fuerte, al igual que su padre, jamás le han interesado las posiciones. Siempre se ha considerado como un medio básico de la Revolución. Todos los cargos los ha desempeñado con entusiasmo, seriedad, modestia, pero sobre todo con mucha honestidad. En muchas ocasiones había conversado con Lussón. Sinceramente, lo vine a conocer en esta entrevista, cuando al escarbar en su crudeza, me encontré con un hombre extremadamente emotivo y con profunda sensibilidad.
(Tomado del libro Secretos de Generales)
LUIS BÁEZ
—¿De dónde es usted?
—Soy oriental. Nací el 5 de febrero de 1930, en Santiago de Cuba, en las calles Martí y Moncada. En el capitalismo le decían Moscú como símbolo de lo peor. En aquellos años se acostumbraba a inscribir a los hijos en pueblitos cercanos y mis padres me asentaron en El Cristo.
Mi papá Antonio Lussón Laforcade, era de Alto Songo, de origen campesino. Mi madre, Aurora Batlle Escrich, era santiaguera, de familia humilde, única hija, estudió piano pero al casarse lo dejó en el séptimo año.
De ese matrimonio nacimos diez hijos; seis hembras y cuatro varones. Soy el mayor.
El viejo, a los veintidós años, heredó de su padre de crianza la finca María Manuela en el municipio Songo-La Maya, en un lugar conocido por Dulce Nombre, entre La Prueba, La Victoria y San Benito.
Junto a Fidel y Raúl el día en que lo ascendieron a General de División.
—¿Qué extensión tenía la finca?
—Seis caballerías. Estaba dedicada en un principio a café. Después se comenzaron a sembrar frutos menores, viandas, granos y una o dos caballerías de caña. También teníamos alrededor de cincuenta cabezas de ganado vacuno y porcino.
Pasé los primeros seis años en la finca, con mis padres. A los siete años me llevaron para Santiago a la casa de una tía. Cursé los tres primeros grados en una escuelita que tenía la que fuera mi primera maestra, Sósima de la Torre, a quien recuerdo con gran cariño.
El cuarto y quinto los hice en la Escuela Pública No. 6. El sexto, en la anexa a la Normal y la Preparatoria para ingresar al Bachillerato en la academia privada Instituto Americano de los hermanos Machirán.
Fui internado en el Colegio Hermanos de La Salle, donde aprobé los dos primeros años de bachillerato. La situación económica de mis padres se hizo difícil y no pudieron seguir pagándome los estudios. Decidieron que volviera para la finca donde comienzo a trabajar como uno más.
Mi afición y perspectivas en el béisbol tuve que dejarlas, al incorporarme al campo.