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De: lealtad  (Mensaje original) Enviado: 13/09/2006 18:20
Iraq: primero al mentiroso y después el cojo

Juan Carlos Díaz Guerrero

Redacción Central, 11 sep (PL) Si sobre la mentira el gobierno de Estados Unidos planificó hace ya cinco años la proyectada invasión y ocupación de Iraq, tres años y medio después Washington sigue hoy la farsa de demostrar lo contrario.

El derrumbamiento de las Torres Gemelas y el ataque al Pentágono fueron el detonante para que la administración neoconservadora del presidente norteamericano, George W. Bush, levantara como bandera la guerra contra el terrorismo en diversos "rincones oscuros del mundo".

Primero fue Afganistán, donde existía el supuesto de encontrarse el peor terrorista de todos: Osama Bin Laden, que a la larga nadie sabe dónde está, y después Iraq, por los estrechos vínculos de Sadam Hussein con Al Qaeda y la fabricación de armas de destrucción masiva.

Ni lo uno ni lo otro pudo comprobarse hasta hoy.

Como bien se ha reiterado, los sucesos del 11 de septiembre de 2001 sirvieron de pretexto para establecer un nuevo sistema de dominación colonial, dirigido en lo fundamental, hacia aquellas naciones discordantes de la política estadounidense.

Es obvio, que tras las apetencias económicas (petróleo), se esconde un marcado interés geopolítico, sobre todo en la región del Medio Oriente, donde Siria y la República Islámica de Irán, también constituyen ejes de conflicto.

Un balance de cómo le ha ido a Estados Unidos desde que inició su campaña guerrerista en Iraq, pone al descubierto la frustración política y militar de la Casa Blanca, y el aquello de que "más rápido se atrapa a un mentiroso que a un cojo".

Bush insiste en que si los soldados estadounidenses desplegados en el país árabe abandonan esa nación "sería darles una oportunidad a los terroristas".

Como argumento está bien para los que no saben que tres años y medio después de la invasión y ulterior ocupación de la nación del Golfo Pérsico, las cosas no le pueden ir peor en lo político y militar.

La pretendida pacificación es sólo una quimera inalcanzable ahora y en el futuro, al igual que el intento de traspaso de la soberanía al gobierno local, designado y sostenido por Washington.

Cada vez más, las tropas de ocupación, con 145 mil efectivos y numerosas bases militares en el terreno, resultan insuficientes para ejercer el control en Bagdad y otras regiones del país ante el empuje de una resistencia cada vez más organizada y efectiva en sus ataques.

Los acontecimientos de los últimos meses prueban que en la mayor parte de Iraq el ejército norteamericano está a la defensiva de los ataques rebeldes, y en otros, como Al Anbar, Falluja y Ramadi ya ni siquiera manda.

Un reciente informe secreto de la Agencia de Inteligencia Militar del Pentágono reveló, contrario a lo que dice la Administración, que las acciones de los insurgentes van en aumento. Así lo confirman el número de ataques, los muertos y heridos.

El Ministerio de guerra de Estados Unidos reconoció que el número de bombas colocadas por la resistencia en julio pasado fue el más elevado desde 2003, mientras los ataques totales contra los extranjeros y el ejército local se duplicaron en todo el país.

Datos revelan que el 70 por ciento de los atentados con bombas ocurridos en julio del actual año estuvieron dirigidos contra los ocupantes, el 20 por ciento hacia las fuerzas de seguridad iraquíes y el resto corresponde a enfrentamientos de carácter sectario.

La cifra de estadounidenses muertos asciende a dos mil 669 desde el inicio de la invasión y posterior ocupación, que sumados a los 118 británicos y a los 115 de otras nacionalidades son dos mil 902 en tres años y medio de contienda, según datos del Departamento de Defensa.

Los heridos suman tres mil 559 en lo que va de 2006 y 19 mil 910 desde el comienzo del conflicto.

En una acción más formal que práctica, la jefatura de ocupación norteamericana traspasó el mando de las fuerzas locales al gobierno del primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, el cual asumirá de manera paulatina.

La decisión es vista como una medida propagandística del gobierno de George W. Bush como parte de la campaña electoral de noviembre próximo, en la que se augura que su partido perderá bancadas importantes en el Senado y en la Cámara de Representantes.

rgc/jcd



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