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General: El islam explotador
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De: RudolfRocker1  (Mensaje original) Enviado: 10/10/2006 06:58

Oriente Medio: guerra de clases


 

 
Portada

La ciudad-Estado del Golfo, Dubai, es, según las estimaciones más recientes, la ciudad de crecimiento más rápido del planeta y el lugar más edificado después de Shanghai. El jeque multimillonario Mohammed bin Rachid al-Maktum desea hacer de Dubai una isla de ensueño que satisfaga todos los gustos, una especie de Las Vegas a lo bestia, con sus hoteles submarinos, sus cadenas de parques temáticos y el Burj Dubai, el futuro edificio más alto del mundo.
Oriente Medio nada en la abundancia por el momento: desde el 11 de septiembre, los inversores medio-orientales han abandonado Occidente y enviado sus dólares a casa. Los saudíes ya han repatriado un tercio del trillón de dólares que tenían invertido en el extranjero, de los que siete mil millones han sido reinvertidos en Dubai, y los beneficios petrolíferos de los Emiratos Árabes se han distribuido por la región.
Dubai es, desde cierto punto de vista, un espejismo medio-oriental cuyo objeto es convertirse en una especie de Islas Caimán árabes. Tienen muchos puntos en común con sus vecinos, especialmente su actitud ante los derechos de los trabajadores y la super explotación de la mano de obra inmigrante. Los sindicatos y las huelgas son ilegales, mientras que la mayoría de los trabajadores proceden del sudeste asiático.
En 2003, la ONG Human Rights Watch acusó a los Emiratos de "construir su prosperidad sobre el trabajo forzado". Los trabajadores asiáticos ven confiscado su pasaporte y su visado por agentes encargados de ello, y se les hacina en habitaciones insalubres de campos de trabajo en los límites de las ciudades. Este esquema de explotación se reproduce por toda la región.
No es sólo el boom económico en Arabia saudí lo que atrae a los inversores extranjeros; también el hecho de que huelgas y sindicatos estén prohibidos aumenta esa atracción. Los trabajadores inmigrantes constituyen casi dos tercios de la fuerza de trabajo, y ocupan más del 90 por ciento de los empleos en el sector privado.
Los inmigrantes deben contar con un sponsor -su empleador- para ser autorizados a trabajar en Arabia Saudí, y están obligados a entregarle su pasaporte, sin posibilidad de cambiar de empleo. En Egipto, la situación es muy parecida.
La mayor parte de los trabajadores de Egipto tienen, en teoría, la posibilidad de crear un sindicato o de afiliarse si al menos cincuenta empleados de una misma empresa reivindican el derecho a organizarse. Pero todos los sindicatos deben pertenecer a la Federación de Sindicatos Egipcios (FSE), única central sindical reconocida legalmente. En la realidad, la FSE es, en el mundo laboral, el brazo del Partido Nacional Democrático en el poder, de lo que se deduce que los sindicatos independientes no tienen la posibilidad de organizarse legalmente en Egipto. Y, para ser legal, la huelga tiene que se aprobada por la FSE.
Además, las huelgas están prohibidas en los establecimientos "estratégicos o vitales, en los que cualquier interrupción del trabajo perturbaría la seguridad nacional o los servicios básicos". Y el primer ministro, por decreto, designa cuáles son esos establecimientos. El Estado egipcio no es el único en utilizar todas las fuerzas disponibles para reprimir la organización independiente del trabajo. En marzo de 2004, fue movilizada una tropa de mil hombres para prohibir una manifestación de ingenieros contra las restricciones impuestas a las organizaciones sindicales. En octubre de 2004, la policía rodeaba las minas de fosfatos de Abu Tartur para obligar a los mineros huelguistas a volver al trabajo.
Nos engañaríamos si pensáramos que las represiones de este tipo son privativas de los Estados del Oriente Medio clientes del imperialismo occidental. La República Islámica de Irán, producto de una revolución local en 1979, no ha perdido el tiempo a la hora de aplastar a las organizaciones independientes de trabajo o a las organizaciones espontáneas de vecinos.
El movimiento sindicalista independiente fue reprimido por el sha tras el golpe de Estado de 1953. Durante los años de la revolución, Irán bullía de consejos de trabajadores, de grupos de coordinación de vecinos y de campañas de ocupación organizadas, y los trabajadores del petróleo estaban siempre en primera línea de esos movimientos. Los dirigentes islámicos, en consecuencia, trataron de presentar la decapitación de la revolución como si formara parte de la ingikab-I-mustaz'afin (la revolución de los desheredados). En realidad, el Estado islámico reprimió la organización independiente de la clase obrera y se sirvió del pretexto de "la defensa de la Revolución" para desviar la cólera provocada por su traición a los pobres.
Así, Iraq y el "Occidente satánico" han sido agitados como amenazas exteriores contra "la Revolución" con el fin de acallar las disensiones internas. A pesar de una represión constante, el Comité para las Organizaciones Libres del Trabajo sigue luchando por una auto-organización de la clase obrera en Irán, contra los lacayos del Estado, que son los Consejos Islámicos del Trabajo. Las violencias contra los sindicatos independientes son moneda corriente en Irán, donde las recientes agresiones y encarcelamiento de los conductores de autobús de Teherán no serán las últimas.
La riqueza de la burguesía del Oriente Medio se basa a la vez en los recursos de la región -sobre todo, el petróleo- y en la explotación del trabajo, tanto autóctono como inmigrante. La región no es sino un inmenso taller de trabajos forzados, en el que los derechos de los trabajadores más fundamentales se ven reducidos a polvo.
Vale la pena destacar que los pretendidos "heraldos de la democracia" -los invasores americanos y británicos de Iraq- han olvidado incluir el derecho de organización en el lugar de trabajo en su "paquete" democrático.
La política petrolera llevada a cabo por Iraq transferirá el control de la explotación del petróleo a las compañías extranjeras, por medio de un acuerdo de reparto de la producción. El desarrollo de al menos un 64 por cien de los campos petrolíferos iraquíes será confiado a multinacionales del petróleo en pro del mayor beneficio del capital internacional y de la seguridad energética de los Estados Unidos y la Gran Bretaña.
Durante ese tiempo, el pueblo iraquí ha estado sin agua potable y sin electricidad, sin servicios sanitarios y con unas estructuras de transporte en plena decadencia. Para los trabajadores iraquíes, la legislación laboral del Estado ha sido sustituida por la desregulación más absoluta, con unos empleos en los que predomina el destajo durante semanas y semanas. Los empresarios de Iraq, como Halliburton, han importado decenas de miles de trabajadores inmigrantes procedentes de los países pobres, como Nepal, Filipinas o Bangladesh, para llevar a cabo los trabajos más ingratos. Los militares americanos exigen que los empresarios contraten mano de obra inmigrante para trabajar con el fin de evitar todo riesgo de infiltración por parte de los insurgentes.
Dejando aparte toda retórica, la situación de la clase obrera iraquí refleja los intereses de clase compartidos por las élites chiítas, suníes y kurdas y los invasores norteamericanos y británicos. Y eso se ve en el conjunto de la región. Ya sean pro-occidentales o islámicos, los Estados del Oriente Medio se basan en la represión de la auto-organización de la clase obrera y en la explotación del trabajo en interés del capital, tanto nacional como extranjero.
Los comienzos del reconocimiento de este hecho abren la puerta a la organización de una resistencia de clase a la vez contra el imperialismo y contra el capital nacional. En Gaza se han constituido comités independientes de trabajadores para hacer de contrapeso ante la Autoridad Palestina y exigir la exención de los derechos de inscripción escolar para los hijos de los trabajadores y los parados, la puesta en marcha de un fondo de solidaridad social para el pago sistemático de los alquileres, la anulación de las deudas contraídas por los pobres, una seguridad sanitaria gratuita para los trabajadorse y los parados, la regulación de los empleos temporales por la autoridad palestina y, por último, la celebración de elecciones libres en el seno de la Unión General de Trabajadores Palestinos.
Los comités independientes de trabajadores, al contacto con el establishment de las autoridades palestinas y su empleo de las fuerzas policiales en la represión de las manifestaciones de los parados, han aprendido que los que más se han sacrificado durante la intifada son los que menos han recibido por parte de las autoridades. El combate por una auto-organización debería verse como algo esencial a la dinámica que permita expulsar a los imperialistas americanos y británicos de la región: las clases dominantes nacionales, en efecto, tienen más que ganar con la presencia de las fuerzas armadas y del capital extranjeros que sin ellos.
A través de la región, una comunidad de intereses basada en la explotación y opresión de la clase obrera se extiende por la República Islámica de Irán hacia los playboys de los Emiratos, pasando por los agentes de Halliburton. James Zogby, del Instituto Árabe Americano, ha anticipado recientemente que los diez millones de trabajadores extranjeros en la región constituían una verdadera "bomba de relojería que sólo estaba esperando a explotar".
Toda lucha por la auto-organización de la clase obrera en la región debe ampliarse a un combate por la igualdad de derechos de los "subclase" que constituyen los trabajadores inmigrantes; debe desarrollarse una red de solidaridad y de resistencia entre todos los trabajadores de la región -desde el obrero de Irán hasta la asistenta cingalesa en Dubai-. Para los revolucionarios de Occidente es importante evitar dejarse embrollar en el debate que opone el secularismo a un islam militante, como si pudiera existir alguna herencia de la Ilustración en la que los derechos individuales y la separación de la Iglesia y el Estado fueran el producto del pensamiento burgués más que el fruto de la lucha política.
El islam político es la cara que reviste el nacionalismo militante después del derrumbamiento del estalinismo y del nacionalismo secular. La retórica de los mulás sólo sirve para disfrazar la incapacidad del islam político para establecer la justicia social en la República Islámica de Irán o para luchar en pro de ella en el exterior. Nuestro cometido deber ser ofrecer nuestra solidaridad militante a los que tratan de combinar, por medio de la auto-organización de los trabajadores de Oriente Medio, la lucha por la justicia social con la lucha contra el imperialismo. 

John Shute
(Freedom) Subir

TIERRA Y LIBERTAD
OCTUBRE DE 2006

 


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