Amaury E. del Valle
Un estudio divulgado recientemente por la revista PCWorld sobre la conexión a Internet en diversos países, afirma que muchos usuarios particulares tienen acceso hoy mediante pago a anchos de banda que en ocasiones superan los cien megabytes por segundo (Mbps), gracias a la extensión de las conexiones de alta velocidad y la fibra óptica.
Así, en países como Australia, Bangladesh, Reino Unido, Italia o Estados Unidos, las personas pueden acceder a un servicio de alta velocidad (DSL) con una velocidad de transferencia directa de hasta 24 megabites por segundo, e incluso en Noruega o Japón, por ejemplo, algunos usuarios particulares tienen ya conexiones de fibra óptica tan rápidas que sobrepasan los cien Mbps.
Indudablemente, esta posibilidad de «descargar» o «subir» información desde o hacia Internet ha posibilitado el desarrollo de nuevas prestaciones como la televisión digital o la transferencia de películas, y en el mundo científico ha facilitado efectuar experimentos on line y hasta transmitir operaciones en vivo.
La gran paradoja de lo anterior es que un solo usuario corporativo o incluso particular, en Europa, Asia o Estados Unidos, tiene hoy una velocidad de conexión a la red de redes mayor que la que tiene Cuba, un país con más de once millones de habitantes, que apenas tiene autorizados, vía satélite, para Internet 65 Mbps de ancho de banda para la salida y 124 Mbps para la entrada.
De hecho, a pesar de que Cuba cuenta hoy con acceso a Internet, esta «autorización» para conectarse a ella la dio, como si fuera una dádiva, el gobierno norteamericano en 1996, y no por buena voluntad, sino para explotar la web como una vía más para promover la subversión interna, el terrorismo y las presiones contra la Revolución.
Desde el surgimiento de Internet, Estados Unidos ha torpedeado el acceso de Cuba a la red informática mundial, y a la vez ha desatado una feroz campaña contra la Revolución acusándola de no dar libertad de conexión a la misma.
En realidad, por culpa de las leyes del bloqueo, el país no puede conectarse a los canales internacionales de fibra óptica que pasan muy cerca de sus costas, y tiene que hacerlo vía satélite, lo que es más caro y limita considerablemente este recurso.
Además, cada vez que Cuba intenta añadir un nuevo canal a Internet, la contraparte estadounidense debe obtener la licencia apropiada del Departamento del Tesoro de Estados Unidos. De modo similar, si una compañía norteamericana quiere abrirle un nuevo canal a Cuba o decide aumentar la velocidad de la conexión, igualmente debe expedirse una licencia.
Eso explica el por qué de la «estrechez de banda» que tenemos los cubanos, por la política hostil del gobierno norteamericano, y también porque, ante esta realidad, la nación ha decidido priorizar la conexión a la red de manera organizada para garantizar un uso social de la misma, y que pueda ser utilizada adecuadamente por médicos, científicos, estudiantes, profesionales, personalidades de la Cultura, empresas, centros de investigación y muchos más.
Esta estrategia, reconocida por organismos internacionales como un modelo a seguir por los países en desarrollo, ha posibilitado que hoy existan más de 1 370 sitios virtuales bajo el .cu, 940 000 usuarios de correo electrónico y otros 219 000 de Internet, todo lo cual se multiplica en cientos de miles más si se tiene en cuenta el carácter social de muchas de estas facilidades, que permite que un mismo punto de conexión sea utilizado por varias personas, al igual que sucede con una cuenta de correo electrónico.
CERCO BRUTAL
A pesar de toda su propaganda a favor del desarrollo tecnológico para disminuir la brecha digital y del libre acceso a las nuevas tecnologías, los gobiernos norteamericanos han bloqueado el acceso de Cuba a estas o entorpecido su uso durante décadas, desde el propio triunfo de la Revolución.
En una violación cruda y real, la Casa Blanca ha impedido la importación directa de computadoras producidas por los mayores fabricantes mundiales de estos dispositivos, como Intel, Hewlett Packard, IBM o Macquintosh. Incluso, para obtener una de ellas, el país debe pagar hasta un 30 por ciento más de su valor real, al no poder ser adquirida directamente en su mayor mercado mundial, Estados Unidos, y tener que pagar altas tarifas de transportación por comprarlas lejos.
El bloqueo del acceso a las nuevas tecnologías es doblemente duro por ser precisamente EE.UU. el emporio mundial de la tecnología informática y quien ejerce un control hegemónico sobre la red de redes, pues en su suelo están los mayores servidores de Internet.
Por si fuera poco, es la Internet Corporation for Assigned Names and Numbers ICAN, la que provee de direcciones IP y nombres al resto del mundo, la que, a pesar de ser según pregonan «una organización no gubernamental sin fines de lucro», está sujeta a las leyes de la Oficina Federal para las Comunicaciones y al Departamento de Estado de Estados Unidos.
A esto hay que agregarle que el imperio norteamericano controla el 50 por ciento de los satélites de comunicación y el 75 por ciento de la red Internet. Produce el 60 por ciento del software de uso mundial y una sola compañía, Microsoft, domina con Windows, el sistema operativo instalado en más del 90 por ciento de las computadoras personales.
En el caso de la web, el 40 por ciento de los navegantes se concentran en este país, y el 80 por ciento de los contenidos difundidos en las páginas web están en inglés. Igualmente dominan el 85 por ciento del comercio electrónico.
No es de extrañar entonces que Estados Unidos intente por todos los medios alzarse como el paladín de la libertad de expresión y conexión a Internet, pues en realidad busca vender el «modo de vida americano» y convertir a la red en una mercancía, y no en el instrumento de desarrollo que es en realidad.
WINDOWS LIMITADO
Además, los cubanos no tienen acceso a los principales programas informáticos, ni siquiera al sistema operativo instalado en casi el 90 por ciento de las computadoras del mundo: Windows.
Por las leyes del bloqueo no se puede acceder legalmente a programas informáticos de trabajo con textos, imágenes, manejo de información o programación, tales como Microsoft Office, Adobe Photoshop, ACD See, Internet Explorer, write Express, Borland; o a software antivirus actualizados como Norton Antivirus, Panda Antivirus o AVP, entre otros.
Por si fuera poco, también ha visto limitada la adquisición de routers, servidores, cables y otros equipamientos para mejorar la infraestructura de sus telecomunicaciones, lo cual ha retrasado y encarecido la digitalización telefónica.
Estados Unidos bloquea sin reparos la descarga de todo tipo de programas informáticos a través de Internet para nacionales cubanos, bien personas jurídicas o particulares que pretendan hacer llegar esa tecnología a suelo nacional. Estas limitaciones son incluso extraterritoriales, pues muchas veces involucran a subsidiarias norteamericanas ubicadas en otros países o a empresas que tienen relaciones con estas.
Y no contento con esto, el gobierno norteamericano estimula, financia y dirige el uso de Internet contra Cuba como un instrumento de desestabilización, agresión y presión. Para eso ha brindado aportes monetarios considerables para la creación y mantenimiento de una serie de sitios web destinados a promover la subversión interna, o difamar sobre lo que pasa en el país, en un vano intento de desprestigiar a la Revolución Cubana en el ciberespacio.