La guerra perdida
El gobierno central, apoyado por Estados Unidos, ha perdido el control de la atribulada nación: los 140,000 soldados norteamericanos no han podido derrotar a una creciente insurgencia y todos los grupos terroristas de la región han hecho de Iraq su campo de batalla.
El presidente norteamericano, George W. Bush, parece ser la única persona convencida de que se está ganando la guerra en Iraq. Lo dijo hace poco.
Pero para muchos, Iraq ya es una guerra perdida. El 56 por ciento de los estadounidenses considera que nunca se debió invadir Iraq, según la encuesta más reciente de la cadena CBS.
Por eso crece el número de los que critican al presidente por vivir —igual que el título del libro del periodista Bob Woodward— en un “estado de negación”.
Una situación grave
A pesar de las terribles conclusiones del Grupo de Estudio de Iraq de que la situación en ese país “es grave y se está deteriorando”, Bush insiste en ponerle buena cara al fracaso y lo más que está dispuesto a aceptar es que “está desilusionado por el ritmo del éxito” en Iraq.
Bush sigue siendo la única persona que usa las palabras “éxito” e “Iraq” en la misma frase.
Cuando le preguntaron, tajantemente, al nuevo secretario de Defensa (durante sus audiencias de confirmación) si se estaba ganando la guerra en Iraq, Robert Gates respondió: “No, señor”. Así, es difícil entender cómo Bush y Gates se van a poner de acuerdo.
Amenaza de guerra civil
La terrible realidad de Iraq es la siguiente: casi 3,000 soldados norteamericanos y decenas de miles de civiles iraquíes han muerto; el país se debate ante una inminente guerra civil entre sunitas, chiitas y curdos; el gobierno central, apoyado por Estados Unidos, ha perdido el control de la atribulada nación; los 140,000 soldados norteamericanos no han podido derrotar a una creciente insurgencia; y todos los grupos terroristas de la región han hecho de Iraq su campo de batalla.
La guerra se está perdiendo.
En el país equivocado
Y el principal problema es que esta guerra comenzó mal. Comenzó en el país equivocado.
Fue Osama bin Laden, y no Sadam Husein, el responsable de los actos terroristas del 11 de septiembre de 2001.
Incluso hoy en día es complicado para los funcionarios de la administración de Bush explicar por qué se atacó a Iraq en lugar de concentrarse en la captura de Bin Laden.
Tres años y medio después de la invasión norteamericana en Iraq, aún no se ha podido justificar la presencia norteamericana allá.
Pero el problema es que si ahora Estados Unidos se retira rápida y precipitadamente, es muy posible que se desate “una conflagración regional” en todo el Cercano Oriente (como advirtió el Grupo de Estudio de Iraq).
No al retiro de tropas
Estados Unidos puede salir de ahí, pero tiene que hacerlo con cuidado. Sin embargo, Bush ya ha rechazado las dos principales recomendaciones hechas por el Grupo de Estudio de Iraq.
Bush no quiere comprometerse a iniciar el retiro de tropas para 2008 ni tampoco quiere iniciar un diálogo con Siria e Irán (sus enemigos).
Paz con los enemigos
De nada sirve hablar con los amigos; es con los enemigos con quienes se hace la paz.
Si Bush hubiera definido la victoria como la captura de Husein, ya se hubiera podido ir de Iraq.
Pero se inventó a Iraq como el campo de batalla en la lucha contra el terrorismo y ahora está enlodado ahí hasta las rodillas.
Anticipándose a un genocidio
Iraq, como Vietnam, parece ya una guerra perdida.
Lo más que Estados Unidos puede esperar en estos momentos de Iraq es dejar instalado un gobierno que, más o menos, evite un genocidio. ¿Cómo mantener unido a un país que, en realidad, está compuesto por tres naciones distintas?
Y para eso se necesita la ayuda de las Naciones Unidas y el apoyo, les guste o no, de los vecinos de Iraq.
Democratizar Iraq: un sueño guajiro
Hay que dejar de lado las ilusiones de grandeza. Democratizar Iraq fue siempre un sueño guajiro. Es imposible esperar que la gente haga filas para votar cuando se están matando en las calles por el simple hecho de nacer en el vecindario equivocado.
Lo realista es reconocer que la guerra en Iraq se libró en el lugar equivocado, con un número equivocado de tropas, persiguiendo al enemigo equivocado. Pero hasta el momento yo no he escuchado a nadie decir: “Me equivoqué”.
The New York Times Syndicate.